Existe una fuerza al interior de nuestra Universidad, una energía afiatada y representada en la calidad de los cuerpos académicos y administrativos. Se trata de una fortaleza histórica que ha ido incrementando progresivamente nuestro prestigio y posicionamiento en la formación de profesionales de excelencia, en el conocimiento humanista y científico, la investigación, y en el desarrollo de nuevas tecnologías.
Esta es la última columna que escribimos en este espacio que Panorama dispuso para este proceso eleccionario en el que, tras 20 años de una misma administración, generamos espacios de reflexión y discusión entre quienes conformamos esta comunidad universitaria y en el cual, por vez primera, una mujer fue candidata a rectora.
El 22 de marzo un importante número de académicas y académicos entregó su apoyo y confianza a nuestra propuesta, la cual tiene como centro las personas y la excelencia en todo nuestro quehacer, hecho que nos anima y compromete profundamente a seguir trabajando incansablemente por el bien de nuestra Institución.
El 22 de marzo los electores a rector se expresaron en las urnas con nitidez. El panorama muestra distintos liderazgos en la Universidad de Concepción por lo que el próximo rector debe recoger las diferentes miradas a fin de formar una visión compartida de lo que anhelamos para nuestra institución en los próximos años. Afortunadamente, si uno revisa los distintos programas, se aprecia coincidencia en muchos de los desafíos que se plantean para nuestra casa de estudios. Si bien se reconoce que la Universidad ha realizado progresos importantes en los últimos años, como son los siete años de acreditación e impulsar el Parque Científico Tecnológico, al mismo tiempo, se vislumbra una serie de aspectos que requieren una modernización: infraestructura acorde con los actuales tiempos, la forma como se imparte docencia y se realiza investigación, y el cambio organizacional. También se necesita un liderazgo que permita a la Universidad navegar en los torrentes caudalosos de los cambios en Educación Superior que vive nuestro país.
El año académico ha comenzado, multiplicándose con ello la labor que cada uno de nosotros realiza a través del semestre. Aunque nos encontramos totalmente compenetrados en las tareas académicas, en este período inicial, aún nos queda la responsabilidad de elegir a quien nos dirigirá como rector por los próximos cuatro años. Con entusiasmo, nos percatamos de que, a diferencia de elecciones anteriores, se ha producido una apertura de los candidatos a dialogar y debatir, así como una predisposición de los medios de comunicación a cubrir este importante evento de democracia universitaria.
Dentro de pocos días se realizará la votación destinada a elegir a la nueva autoridad de nuestra universidad. Este ejercicio democrático supone una gran responsabilidad, no sólo con la comunidad universitaria actual, sino con el rumbo futuro de nuestra querida institución. En primer lugar, tenemos la responsabilidad de mantener viva la vocación pública que ha caracterizado a la Universidad por casi 100 años y protegerla de cualquier instancia que pueda empañar su prestigio. Es importante aquilatar, que pesa sobre nuestros hombros, el esfuerzo desplegado por nuestros fundadores y todos quienes les sucedieron.
Desde el 9 de junio de 2017, día en que acepté la invitación de un importante grupo de académicas y académicos a ser candidato a Rector de nuestra querida Universidad, un grupo de más de 40 personas hemos trabajado con entusiasmo y compromiso para generar las bases y luego, con el apoyo y participación de la comunidad universitaria, el programa de trabajo.
La semana que recién pasó se conmemoró la lucha permanente de las mujeres por obtener condiciones laborales y de vida más humanas e igualitarias. Reconocemos la labor realizada por académicas y funcionarias, en aras de alcanzar los estándares de calidad que prestigian la UdeC, y hacemos notar este aporte relevando la multiplicidad de tareas que las mujeres asumen en nuestra institución. En este contexto, la trascendencia de tal conmemoración nos invita a pensar cómo queremos proyectar, como comunidad universitaria, aspectos relacionados con equidad de género y vida familiar en los próximos 100 años.
En el análisis de los indicadores socioeconómicos y del bienestar de su población, Chile ha logrado grandes avances en los últimos años, ocupando el primer lugar en la Región en el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Sin embargo, los resultados de este progreso no impactan a toda la población por igual, siendo desfavorecidas las mujeres, la población rural de las regiones retrasadas, los pueblos originarios y las personas de diversas minorías.
Hoy es el Día Internacional de la Mujer. La fecha, institucionalizada por la ONU en 1975, es una invitación a detenernos para saludar con mucho afecto a cada una de las mujeres que laboran en nuestra Universidad y, en sus personas, reconocer a todas quienes ya no están, pero que día a día pusieron su esfuerzo como funcionarias para construir la gran institución que hoy tenemos. Su papel ha sido fundamental en el engrandecimiento de la Universidad de Concepción y, para expresar nuestros sentimientos en estas breves palabras, recordaremos a tres de ellas y los hitos de que fueran artífices.
Con gran alegría hemos recibido la noticia que la Incubadora de la Universidad de Concepción (IncubaUdeC) se ubica en el sexto lugar a nivel mundial, de acuerdo al ranking organizado por “UBI Global” realizado en Toronto y que reúne a más de 600 incubadoras y aceleradores de más de setenta países. El lugar alcanzado se refiere a la categoría de “Incubadoras administradas por Universidades”, en donde nos hemos medido internacionalmente según el impacto y rendimiento de nuestros programas.
Las acciones que hemos priorizado y que proponemos efectuar durante nuestra gestión, son el resultado de meses de trabajo y han sido desarrolladas a partir del dialogo fecundo y productivo, sostenido con cientos de académicos, profesionales, administrativos y estudiantes. Durante nuestras visitas a facultades, departamentos y reparticiones de los tres campus de la Universidad, recibimos un caudal enorme de ideas y sugerencias. Dicho aporte ha sido muy generoso, abierto y desinteresado. Valoramos y agradecemos la colaboración recibida en la discusión y análisis de nuestras propuestas iniciales. Los comentarios y reflexiones recibidas, nos permitieron elaborar nuestro programa final que, en los próximos días, enviaremos a toda la Comunidad UdeC. Por de pronto, quisiera adelantar algunas consideraciones que dan forma a nuestro compromiso ético y valórico, el cual estará presente en todas las acciones que realizaremos y será el marco de referencia de nuestra gestión.
En primer lugar, deseo darles un afectuoso saludo de bienvenida, esperando que hayan gozado de unas reponedoras vacaciones. A escasos días de la elección, es del caso reflexionar en torno a la responsabilidad de este acto. En este sentido, esperamos que las preferencias que se expresen el 22 de marzo, se sustenten en la libre comparación de las ideas, principios y objetivos que los candidatos hemos expuesto, unido a los estilos que ya han aflorado en los diversos debates. Ello, más allá de cualquier otra consideración alejada del verdadero espíritu universitario.
La Universidad de Concepción se distingue por su origen como un ejemplo singular de voluntad ciudadana. Por este carácter, su vínculo con la comunidad y su imaginario desborda lo cuantitativo, acumulando un capital simbólico que se proyecta hacia toda la comunidad.
A menudo se nos consulta sobre la Agenda de Género de nuestro programa de rectoría. Esta pregunta es natural para muchos, dado que soy la primera mujer candidata a rectora en casi 100 años. Sin embargo, nuestra propuesta es una Agenda de Equidad e Inclusión.
Cada año la Universidad de Concepción debe velar porque las carreras de la salud cuenten con los espacios adecuados y suficientes para que los estudiantes completen, en sus prácticas profesionales, la formación de pregrado.
La investigación y creatividad son una dimensión fundamental del quehacer académico. Su concreción permite a una institución transformarse en referencial y agente promotor de desarrollo para el entorno social en que se desenvuelve. En este sentido, nuestra Universidad de Concepción se ha posicionado entre las universidades chilenas, desde regiones, con altos estándares de calidad en materia de investigación en una amplia gama de saberes.
Nuestra Universidad, que es reconocida como una de las más importantes de Chile y Latinoamérica, es la primera Universidad en crearse fuera de Santiago y, por lo tanto, es desde su origen la más importante a nivel regional. Ha sido pionera en muchos ámbitos de la vida económica productiva, social y cultural de nuestra Región y del país. Sus logros han traspasado fronteras y ha recibido un rico acervo cultural y de conocimiento de distintas partes del mundo.
En estos días hemos participado en el segundo debate realizado en el Campus Los Ángeles, en que por primera vez nos reunimos los 5 candidatos que buscamos conducir los destinos de nuestra Universidad de Concepción. Felicito a los equipos de cada candidatura, porque organizaron un encuentro en que se pudieron discutir los valores trascendentales de la Universidad y, también, plantear las legítimas diferencias de cada uno. Fueron tres las preguntas que me plantearon, dos de las cuales sintetizo a continuación:
La Universidad de Concepción, al menos desde el año 1990, ha impulsado decididamente un programa de expansión de las actividades de investigación, consiguiendo implementarlo en todas las unidades académicas de nuestra Universidad. La medida ha producido un cambio cualitativo en la participación y el desarrollo institucionales en la generación de conocimiento. Una política universitaria clave para consolidar este cambio ha sido llevar adelante un proceso de renovación de la planta académica mediante la inserción de personas que cuenten con formación de doctorado o con subespecialidades, en el caso de las ciencias médicas. Además, la docencia universitaria, en todos sus niveles, es otra tarea irrenunciable del personal académico.
Ser contratado como académico o funcionario de manera indefinida en la Universidad de Concepción constituye una aspiración de muchas personas. Sus casi 100 años de historia y un posicionamiento a nivel nacional hacen de nuestra Universidad un lugar atractivo para trabajar. Además, su bello campus integrado a la ciudad de Concepción es comparable, como lo proyectó don Enrique Molina Garmendia, con las grandes universidades de Estados Unidos, donde la ciudad y su comunidad convergen en una interacción amable.
La Universidad de Concepción nació íntimamente ligada a la Comunidad. Durante décadas ha sido el foco social y cultural de la Región, impulsando su economía y proyectando su desarrollo estratégico. Este rol aún está presente, pero es menos significativo. La estructura productiva de la Región del Biobío está en crisis, su aporte económico al PIB nacional disminuye, los problemas ambientales están latentes y la ciudadanía expresa su disconformidad. Por ello, La vinculación con la sociedad es un elemento de central importancia para la Universidad, la que debe ser impulsada con fuerza y decisión.
El reconocimiento a la excelencia que simbolizan los siete años de acreditación otorgados a la Universidad de Concepción por la CNA es un acto de justicia por lo obrado, tanto a nivel nacional como internacional, en sus casi cien años de vida. Se sabía con certeza que somos una de las universidades más prestigiosas de Chile; mas es particularmente interesante constatar sistemáticamente también nuestro posicionamiento entre las principales universidades a nivel latinoamericano.
¿Tiene alguna relevancia la formación humanística para la educación científica? Y, a su vez, ¿Tiene alguna relevancia la ciencia para la formación humanística? Dados los ideales fundacionales de la Universidad de Concepción, sería correcto responder afirmativamente a ambas interrogantes. Si tuviéramos que responder, sin embargo, ya no sobre la base de esos ideales, sino en consideración de la realidad curricular de nuestra Universidad, la respuesta a ambas interrogantes debería ser “casi ninguna relevancia”.
A diferencia de una biblioteca, disponer de una librería universitaria, que se constituya en un espacio de cultura y encuentro con libros, revistas y publicaciones diversas generadas por académicos de nuestra institución, donde la comunidad pueda adquirir a precios módicos el producto cultural generado por el espíritu creativo que estamos incentivando, es un compromiso ineludible adquirido. Frente a ello, somos nosotros –la comunidad de la Universidad de Concepción en su conjunto– los llamados a cumplir con este imperativo ético. Lo que nos mueve a esto no es un interés pecuniario, sino uno que tiene relación con algo mucho más trascendente y bello: el recrear espacios de cultura y encuentro con libros, revistas y publicaciones que constituyen nuestra herencia cultural.
Cada cuatro años los académicos de la Universidad de Concepción tenemos la oportunidad de participar en una decisión trascendente para nuestra institución, mediante el ejercicio del voto para elegir rector o, de manera similar, para la elección de las autoridades de diferentes unidades académicas. Sin embargo, aparte de estas ocasiones, existen muy pocas oportunidades de participación en la vida universitaria, lo que produce preocupación y frustración en muchos académicos. Se evidencia un rezago en el desarrollo de estructuras institucionales y de procedimientos que estimulen la participación de modo activo e informado.
Las relaciones humanas constituyen una dimensión central de la vida, probablemente las que aportan más significado y alegrías, pero también una fuente inevitable de conflictos y frustraciones. La importancia de las relaciones humanas en los espacios de trabajos es indiscutible: son el componente central de un clima laboral positivo o negativo. Climas laborales armónicos y estimulantes conducen a logros muy distintos que climas laborales tóxicos, cargados de conflictos no resueltos o de personas o grupos que no logran procesar sus naturales diferencias y convivir respetuosamente para alcanzar objetivos comunes.
La Sustentabilidad no es una propiedad, es un proceso de cambio, continuo, integral y equilibrado, mediante el cual un sistema incrementa su valor de manera sostenible en el tiempo. Por otro lado, la Excelencia es la capacidad para mejorar sistemáticamente resultados por medio de la adopción de mecanismos de aprendizaje y mejora continuos, orientados hacia los objetivos. Ambos conceptos suponen que se crea valor sostenido en el tiempo, a través del alineamiento de objetivos, personas y procesos.
A más de un siglo de la incorporación de las mujeres a las universidades chilenas, todavía se enfrentan desafíos: brechas salariales, sub-representación femenina en espacios de decisión y ausencia de políticas enérgicas para la conciliación de trabajo y familia. Así, las universidades terminan desaprovechando la creatividad y capacidad de las mujeres para el desarrollo institucional.
En septiembre de 2015, más de 150 Estados, entre ellos Chile, aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: Transformar nuestro mundo”. Este plan de acción global en favor de las personas y el planeta, reconoce, entre otros aspectos, que la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones es el mayor desafío a que se enfrenta el mundo y constituye un requisito indispensable para el desarrollo sostenible.