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El día a día de la Oficina de Apoyo Ciudadano en voz de los estudiantes

Hace poco más de un mes, como la gran mayoría de los estudiantes de la Universidad de Concepción, un grupo de alumnos de distintas áreas del conocimiento se mantenía concentrado en su rutina diaria de lectura y evaluaciones.

Eso hasta que la chispa del denominado estallido chileno cruzó las fronteras de la capital y la demanda por el valor del transporte público, transformándose en un movimiento ciudadano masivo, diverso, de alcance nacional y profundo sentido social.

Desde ese instante, la vida de estos jóvenes cambió, y la comprensión de lo cotidiano también. La preocupación por el desarrollo y bienestar personal pasó a un plano secundario, relegada por la inquietud de lo colectivo y la necesidad de actuar ante la crisis.

Así surge la Oficina de Apoyo Ciudadano, un esfuerzo institucional situado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales UdeC, que, si bien cuenta con soporte de numerosos profesionales y académicos, tiene en los estudiantes el corazón y motor de la ayuda que allí se provee.

Sofía Villegas de la Vega (quinto año de Derecho) es una de esas voluntarias. Cuenta que el viernes 18 de octubre estudiaba en su casa cuando vio por televisión las protestas en Santiago. En ese mismo momento recibió un mensaje que la invitaba a participar en un grupo de apoyo jurídico, que se haría cargo de recolectar información y asistiría a personas detenidas en el contexto de las manifestaciones.

A los pocos días un llamado similar reunió a Camila Schade Villagrán y Stephany Martínez Matamala (cuarto año de Psicología). La misión de ambas sería prestar primeros auxilios psicológicos y aportar en tareas relacionadas con salud mental en hospitales, comisarías y comunidades que lo solicitaran.

Lo mismo ocurrió con José Pablo Pérez Suárez (egresado de Administración Pública). Luego de incorporarse a la red, en un principio se le destinó a asesorar a pymes en la postulación de proyectos. Más tarde, su labor derivó en el área de formación de monitores y facilitadores de cabildos.

Todos afirman que la Oficina de Apoyo Ciudadano ha sido una experiencia dramática y cansadora, pero a la vez satisfactoria. Sofía relata que el denominado ‘piquete jurídico’ está conformado por unos 90 estudiantes y abogados, quienes se distribuyen en marchas, comisarías, hospitales y despachos.

El trabajo típico comienza por observar si existe alguna situación que necesite asesoría legal para luego desarrollar un seguimiento de los casos. Otra vía es recibir a quienes llegan a la oficina o llaman por teléfono.

“Las personas nos agradecen el trabajo. Es un estrés gigante el que llevamos desde el día 19 (de octubre), porque estamos tan cerca de situaciones terribles y de tanta vulneración de derechos. No corresponde que una persona que se está manifestando llegue herida a los hospitales y recibamos noticias de que tenía el cuerpo plagado de perdigones (…). Toda esa carga emocional se libera un poquito cuando recibes los agradecimientos de las personas”, dice Sofía.

Por su parte, Sthepany y Camila llevan días visitando hospitales y ayudando a personas a procesar psicológicamente lo que han vivido, aplicando técnicas de primeros auxilios psicológicos. Una de ellas, recuerdan, fue un menor de edad que recibió un perdigón en el ojo y, otra, una mujer que se vio involucrada en un accidente automovilístico por la falta de semáforos.

Forman parte de un grupo de unas 10 personas, que además ofrece sostén emocional a sus compañeros del ‘piquete jurídico’ y horas de consulta psicoterapéutica a cargo de psicólogos que atienden gratuitamente.

La idea es escuchar, no revictimizar; ver cómo la persona vive lo que le pasa a nivel emocional. “Les explicamos que lo que sienten es normal y que son síntomas que pueden durar varias semanas. También enseñamos técnicas de respiración”, detallan.

Educación cívica
Mientras en la Plaza de la Independencia se desarrolla una nueva marcha y se siente el olor a humo de un incendio cercano, José Pablo narra que su tarea está menos centrada en la calle y más enfocada en facilitar la comprensión de lo que significan conceptos como democracia, ciudadanía y constitución.

Su trabajo tiene un fuerte componente de educación cívica y la recepción de la comunidad demuestra un profundo interés por esta materia. Solo en Concepción, el curso de formación de monitores de cabildos reunió a más de 130 participantes.

“Me ha sorprendido la visión que presentan las personas, y que expresen lo que realmente sienten de las instituciones. Que digan, por ejemplo, que no estamos en democracia cuando explicamos ese concepto”, esboza.

José Pablo agrega que a las capacitaciones llegó gente muy informada, con la constitución bajo el brazo, y también otras personas sin conocimientos básicos, por lo que ha sido un desafío aprender a comunicar a un grupo tan grande y heterogéneo. Igualmente puntualiza que han recibido solicitudes y personas interesadas desde Rancagua a Temuco, confirmando que son una de las pocas instancias que ofrece este servicio en la zona sur.

Su visión de este esfuerzo es positiva: “Varios colegas y amigos de generación estamos participando, lo que me pone contento porque significa que no estamos alejados de nuestro rol social como administradores públicos”.

Volver a la rutina
Para todos los y las entrevistadas, retomar el ritmo natural de sus vidas se presenta como un reto. Algunas han podido establecer dinámicas de autocuidado, como desconectarse de las noticias por un par de horas al día o descansar lo suficiente, pero ven que en sus compañeros y compañeras existe un alto nivel de compromiso emocional con la movilización.

Sofía expresa que entre sus pares se manifiesta un sentir generalizado: “Estudiamos en la universidad los estados de excepción y uno siempre piensa ‘eso pasó’. Jamás pensamos que esto lo íbamos a vivir de nuevo —algunos lo vivimos para el terremoto—. Es súper impactante”.

A Stephany esta crisis le ha abierto los ojos en distintos sentidos. “A veces, como estudiante, uno cree que no sabe tanto, pero cuando empiezas a interactuar con las personas, te das cuenta de que eso está, pero es importante evaluarse y ver dónde uno puede contribuir mejor”.

Respecto a sus rutinas anteriores, reflexionan sobre el retorno a las actividades académicas. “Hay personas a las que la crisis los pilló solos, otros estudiantes que ellos o sus familias perdieron el trabajo. Hay que estar pendientes de que los alumnos han vivido cosas, y dar instancias para conversar con ellos de esto, porque no es una cuestión que pasó y no tuvo ningún efecto”, subraya Stephany.

Es algo tan sencillo, plantea Camila, como que “el aire sea diferente y respiramos de manera diferente. O sea, eso ya es un ‘permanente cambiado’. El regreso a clases debe considerar esto, que todas las personas lo viven de forma diferente. Conversábamos con una profesora que las primeras personas que van a sufrir esto son quienes tienen depresión o ansiedad, ellas vivirán más intensamente lo que ha pasado y sería bueno que en un regreso se considere toda esa individualidad”.