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Investigador presenta las claves de la supervivencia de los primeros homínidos

Hace aproximadamente seis a ocho millones de años atrás, dos cambios fundamentales afectaron para siempre la evolución de la especie humana: el hombre se puso de pie y comenzó a caminar erguido y cambió su frondoso hábitat por uno mucho menos arbóreo. Su cuerpo, entonces, se adaptó a esta nueva realidad aumentando masivamente el número de glándulas sudoríparas y miniaturizando sus los folículos pilosos, lo que llevó a los humanos a pasar de un frondoso abrigo de pelos, hasta una piel desnuda apenas protegida por vello corporal minúsculo.

Aquello les otorgó una ventaja evolutiva única entre los primates, pues lograron desarrollar el mecanismo de termorregulación más eficiente que existe en la naturaleza a través de la eliminación de agua por nuestra piel.

Así lo explicó el investigador postdoctoral de la Universidad de Pennsilvania y ex alumno de Bioquímica de la Universidad de Concepción, Daniel Aldea, quien visitó la Universidad de Concepción para exponer su charla titulada “Bases genéticas de la evolución de las glándulas sudoríparas en humanos”.

“Pelos más pequeños y la posibilidad de transpirar para regular nuestra temperatura fue muy importante porque nos permitió, por ejemplo, cazar más fácilmente ya que podemos recorrer grandes distancias sin necesidad de detenernos. El mecanismo es tan eficiente que nos permite, a diferencia de otros animales realizar maratones, lo cual ciertamente nos ayudó en nuestros primeros movimientos migratorios”, señaló el científico.

El trabajo del Dr. Daniel Aldea se enfoca actualmente en entender las bases moleculares que posibilitaron este proceso, “en ratones Engrailed 1 (En-1), juega un papel muy importante para determinar la densidad de folículos pilosos versus glándulas sudoríparas que se encuentran en la parte ventral de las patitas de los ratones. Nuestra hipotesis es que En-1 jugo un efecto similar para determinar la densidad de estos órganos durante la evolución humana”.

Este gen sería en gran parte el responsable de la diferencia en la cobertura de la piel entre humanos y demás primates, “existen diferencias en los niveles de transcripción de este gen entre los humanos y chimpancés, por eso tenemos esta miniaturización de pelos y el gran aumento de glándulas sudoríparas”.

Sobre la continuidad de su trabajo, Aldea comentó que “ahora estamos identificando los mecanismos moleculares que controlan la expresión de este gen, para ponerlos en el contexto de la evolución humana”.