Invitada por el Grupo de Investigación de Estudios Latinoamericanos en Literatura Comparada, la experta expuso en la UdeC sobre el racismo y cómo nuestro comportamiento estigmatiza a las personas que buscan un mejor futuro en Chile.

María Emilia Tijoux, destacada socióloga y académica de la Universidad de Chile, compartió con los asistentes su mirada acerca de las migraciones contemporáneas en nuestro país, análisis que derivan de su trabajo en proyectos como el Anillos sobre migración en Chile y los desafíos para la democracia, la ciudadanía global y el acceso sin discriminación a los derechos.

Tijoux hizo un recorrido sobre lo que siente un migrante, desde que decide salir de su lugar de origen, atravesar una frontera y tratar de instalarse en un país que no es el suyo. Comentó con ejemplos cotidianos cómo estas personas sufren el racismo y la discriminación a diario: en los hospitales, en las escuelas y en la calle.

Por ejemplo, en el caso de un niño peruano que en el colegio habla como chileno y en su casa recupera el acento materno; o el de un niño haitiano que sufría de problemas a la piel por causa del clima, pero los médicos confundieron sus heridas con quemaduras de cigarrillo y lo derivaron al Sename. “Emigrar no es fácil, es una experiencia dolorosa, pues se deja atrás a la familia. El emigrante se convierte en inmigrante cuando cruza la frontera y se da cuenta que está en un país lejano”, dijo la experta.

Además, abordó las diversas clases de racismo que sufre una persona en esta situación: racismo policial, de Estado y de situaciones cotidianas. Explicó que en Chile, las personas migrantes sufren por una parte una situación de inferiorización —por ejemplo, tener que mantenerse en la última escala laboral y recibir menor paga— y de diferenciación, es decir, vivir bajo la idea de que nunca será chileno.

La académica finalizó su reflexión señalando que lo que está en juego es la definición de democracia y el ordenamiento entre la sociedad chilena y los migrantes. “Están ocurriendo cosas interesantes, el panorama es duro pero los trabajadores se han ido organizando. Lo que no hacen es denunciar, por ejemplo, la trata de personas, que se da mucho en los valles agrícolas”.