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Werner Lindl, un músico cuya arma era el contrabajo

Recordar a Werner Lindl, El gringo Lindl, significa remitirse a espacios míticos en la vida musical de nuestra ciudad. Nos recuerda parte de su devenir artístico, el auge y declive de lo que muchos reconocen como una época de oro para la música. Una época tan potente que, aun cuando podamos reconocer los ineludibles altibajos que se sucedieron en el tiempo, logró dejar una marca indeleble de identidad que se proyectara hasta nuestros días.
Fue la suya una generación que construyó los andamiajes que permitieron la existencia de nuestra orquesta, nuestra formación universitaria en el área de la música; esa generación que logró afianzar la idea de Concepción como tierra fértil para el cultivo de la cultura y las artes. Desde ahí, su historia personal aparece vinculada a la interpretación y la enseñanza musical.
Y ahí una afortunada conjunción de voluntades confabuló para convencernos de ser lo que somos, todas ellas poseían valor propio. Werner Lindl dejó un legado único y especial. El contrabajo era su arma. Un arma que blandió primero en los escenarios, donde por décadas formó parte de las filas de nuestra Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción. Ese tótem colosal que se erige imponente, pero discreto, a un costado del escenario, es justamente el que, con escaso protagonismo en el repertorio convencional, se encarga sin embargo de proporcionar la solidez que sostiene toda la estructura de la pieza sinfónica. Las notas del contrabajo son el cimiento sonoro de la orquesta. De alguna forma, hay en ello una metáfora.
Pero ese valor fundamental se proyectó más allá de los escenarios. Lindl fue un formador hasta el fin de sus días. Ejerció como docente en el Departamento de Música de la Universidad de Concepción hasta que el lamentable desfase entre los modelos oficiales de educación y las necesidades y rigores de la disciplina conllevaron al cierre progresivo de las licenciaturas. Así y todo, continuó su labor hasta el final, dejando sus últimas energías en el Conservatorio Laurencia Contreras.
Sus alumnos lo describían como alguien regañón y mañoso cuando se trataba de las clases, pero asimismo valoraban la rigurosidad y generosidad de sus lecciones. Los hechos son elocuentes: muchos de sus discípulos han logrado proyectarse desde el contrabajo, incluso con carreras internacionales, comenzando por su connotado hijo Roberto 'Titae', y otros tantos “hijos en la música”. Los más jóvenes de ellos, aún despliegan sus aprendizajes en las orquestas infantiles y juveniles del Bío Bío.
Nos ha abandonado un grande, grande como la caja de su inseparable instrumento. Sé que quienes estamos allegados a la música no olvidaremos su nombre, pero quisiéramos sinceramente resonara aún más, con la fuerza y profundidad de las cuerdas de un contrabajo, en reconocimiento a quien fuera uno de los cimientos de nuestra historia cultural. Que su presencia sea una lección, porque si algo nos recuerda el enfrentarnos con su pasado, es que Werner Lindl se esmeró en construir futuro, y las semillas que esparció aún darán buenos frutos para las generaciones que vienen, y por ello, te despedimos con mucho cariño y admiración.
Nicolás Masquiarán Díaz 
Departamento de Música