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Sabiduría ancestral y ciencia se unen en seminario sobre etnomedicina

Al igual como ocurre en muchos ámbitos, la medicina mapuche enfrenta el desafío de adaptarse a los cambios que ha experimentado la sociedad en los últimos años.
“Hoy hay muchos adelantos y sabemos que tenemos que readecuar todo nuestro acervo de conocimientos: tenemos que estudiar nuevas enfermedades, tenemos que conocer más de nuestro cuerpo desde el punto de vista de la vulnerabilidad de nuestro sistema inmunológico y tenemos que hacerlo en el contexto en que nos toca vivir”, afirmó el reconocido investigador de la cultura mapuche, Juan Antonio Painecura, en el marco del seminario Etnomedicina mapuche, organizado por el Bloque de Ciencias y la vocalía de Ciencia y Tecnología de la Federación de Estudiantes de la UdeC.
Frente a los más de cien asistentes que llenaron el auditorio Alamiro Robledo, el rütrafe (platero) explicó que las bases de la medicina mapuche se encuentran en el llamado “cuerpo de ideas filosóficas” de su etnia,  donde el hombre es visto de manera integral.
“El mundo cristiano-occidental separa lo espiritual, desde el punto de los sistemas médicos y la medicina,  de las enfermedades y de los remedios para estas enfermedades, y deja lo espiritual para las religiones, fundamentalmente cristianas,  y todo lo demás queda en el contexto del área científica. Nosotros partimos de las concepciones filosóficas y estamos insertos dentro de los conceptos de la aparición de la vida natural y de la vida humana mapuche y por eso tenemos que vivir en armonía, complemento y equilibrio con el medio ambiente en el cual existimos”, señaló.
Es en esta interacción de los fenómenos espirituales y orgánico-biológicos donde operan los conocimientos tradicionales, por ejemplo, del  uso de hierbas como elementos de sanación, que –como señaló Painecura- hoy, a diferencia de unos 50 años atrás, conviven con la medicina occidental.
“Lo que está predominando ahora es la combinación de ambas. Los mapuches que creemos en esto no nos circunscribamos sólo a la medicina mapuche, también vamos a la medicina occidental y a las de otro tipo. Creemos que en las condiciones del siglo actual, el complemento y combinación de distintos sistemas médicos para la sanación humana es una obligación. Hoy tenemos desde las flores de Bach hasta técnicas de imanes; conocimientos sobre los poderes curativos de la arcilla, de los barros sulfurosos, de las piedras, cosas de las que hace 50 años era imposible hablar como lo hacemos ahora”, dijo.
Química de las plantas

El seminario tuvo también como expositor al investigador de la facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas, José Becerra, quien hizo una presentación sobre la química de las plantas usadas con fines terapéuticos.
El académico dio cuenta de las distintas culturas milenarias que han incluido estos recursos en sus sistemas médicos, señalando que en el caso de la medicina mapuche, “hay evidencias de que las plantas eran conocidas desde antiguo por los pueblos originarios. En Monteverde (Puerto Montt), que es el registro más antiguo de los pueblos americanos, se encontraron partes de plantas medicinales como boldo y otras”. En su exposición, el doctor Becerra mostró ejemplos de plantas utilizadas en la medicina mapuche, cuyas propiedades han sido corroboradas químicamente, como el caso del sauce amargo (Salix humboldtiana), cuya corteza se usa para el control de la fiebre: “hay una relación directa con la química de esta planta, del salix se sacó la salicina, relacionada con el ácido salícilico de la aspirina”, dijo- o como el natre (Solanum crispum), que se indica también para la fiebre, además de la tos, cuyos componentes activos también están presentes en medicamentos que se venden en farmacia con el mismo fin.
Al poner en contexto la importancia de las plantas para la salud, el académico señaló que en la actualidad el 80% de la población mundial que vive en países en desarrollo “utilizan las plantas con fines terapéuticos para satisfacer necesidades de salud”; mientras que en los países desarrollados esa cifra llega al 40%.  Por otro lado,  indicó que el mercado mundial de las plantas mueve unos 70 mil millones de dólares anuales, con una proyección de crecimiento de 10 al 12%,  y que de unos mil 100 fármacos que se han puesto en el mercado en los últimos 25 años, más de 50%  provienen de productos naturales (animales y plantas).
En este punto, destacó la importancia de la biodiversidad como fuente de estos recursos, señalando que hoy se conocen 1.75 millones de especies, aunque se estima que estas podrían llegar a los 10 millones, un gran campo para el hallazgo de productos de interés médico, considerando –como dijo Becerra- que “cada una puede llegar a tener entre cien y mil moléculas químicas (que se pueden repetir entre especies)”.  Sin embargo, advirtió, cada día se pierden cien especies “y con ellas un potencial tremendo para la medicina”.
Mostrando algunos ejemplos de químicos de interés terapéutico más allá de la medicina mapuche, el académico se refirió a las dificultades que conlleva, a veces,  conseguir volúmenes rentables de estos compuestos, como es el caso del taxol, un anticancerígeno que se extrae de la corteza  de tejo común (Taxus baccata).
“Desde el punto de vista del mercado, en el mundo, este compuesto mueve mil millones de dólares, pero necesitamos la corteza de 100 mil árboles para obtener un kilo de taxol”, señaló.
Por eso los científicos están enfrentados al reto de buscar nuevos métodos para la obtención de químicos, por ejemplo con el cultivo de compuestos a nivel de reactores o través de su síntesis tomando como base los modelos que están en la naturaleza.