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Proyecto establece bases para la explotación del camarón de roca

Una nueva opción productiva tienen los pescadores artesanales locales, como resultado del proyecto Fondef Cultivo del camarón de roca (Rhynhocinetes typus) en la región del Biobío, desarrollado en la UdeC.
La investigación, conducida por el académico del Departamento de Oceanografía, Marco Antonio Retamal, sentó las bases para la explotación de esta especie marina, a partir de la engorda de individuos obtenidos en medio natural.
Experto en decápodos, el investigador cuenta que este crustáceo endémico –que se encuentra desde Antofagasta hasta el Golfo de Arauco- fue explotado en el norte por espacio de una década -entre los años '30 y '40- llegando a las 10 toneladas anuales, pero su captura se redujo con la aparición del camarón nylon.
En función de ello, Retamal –el mismo que descubrió el crustáceo en la zona del Golfo de Arauco, en los años '80- vio en este camarón una oportunidad para diversificar la acuicultura, ofreciendo así una nueva alternativa de desarrollo para los pescadores artesanales de la zona, que han visto reducidos los recursos que les proveen su sustento.
El proyecto estudió la factibilidad de producir los camarones en sistemas  controlados a partir de reproductores en cautiverio, una alternativa que fue desestimada porque –como cuenta el académico- hasta que la larva sale del huevo, este animal pasa por ocho estadios de desarrollo que en total abarcan 120 días, lo que –dijo- no es económicamente viable para un productor.
Lo que sí es rentable, como logró probar el proyecto,  “es recolectar ejemplares de tamaño medio desde el ambiente, mediante trampas o buceo,  y concentrarlos en jaulas (que se disponen en el mar), donde pueden ser alimentados con desechos del limpiado de peces o de choritos, lo que se obtiene fácilmente en la zona litoral". Es un alimento -indica- que prácticamente no tiene costo para el pescador, porque está disponible en las  caletas, dice.
A través de la investigación se ahondó en el conocimiento de la biología del crustáceo y métodos para mantenerlos en cautiverio, todo lo que quedó concentrado en una guía con los protocolos para el manejo del recurso, que considera el sistema de recolección, el tipo de jaulas para la crianza –con las densidades óptimas de individuos que se pueden mantener en ellas- y formas de alimentación, “de tal manera que en 6 meses, los ejemplares de talla media pueden alcanzar el tamaño para ir al mercado”.
La talla máxima, de 8 a 10 centímetros, se logra al cabo de dos años, con una relación peso/carne de 40%, lo que “es altísimo para un crustáceo”, advierte el académico.
Una de las ventajas que ofrece este recurso es su amplia disponibilidad, ya  que –como señala Retamal- “las hembras desovan durante todo el año, de modo que la extracción se puede hacer en forma permanente en lugares rocosos (viven debajo o en las fisuras de las rocas)”.
Según el académico, los pescadores artesanales pueden hacer la explotación del camarón de roca como complemento a sus actividades actuales, dejando las trampas caladas y manteniendo, luego,  los ejemplares capturados en las jaulas.
De acuerdo a los cálculos realizados en el marco del proyecto, una jaula de dos por dos metros puede demandar una inversión aproximada de 250 mil pesos. Este tamaño, explica el académico, es ideal para favorecer su traslado por parte de los pescadores.
Para el profesor Retamal, los conocimiento alcanzados a partir de este proyecto ofrecen la oportunidad para hacer un manejo de este nuevo recurso, como una pesquería incipiente,  partiendo “desde cero, porque aquí todavía no se comercializa y no se hace porque no se conoce –sólo pocos pescadores lo identifican- y porque están preocupados de otros recursos  (el loco, el erizo, el tromulco) que lamentablemente están desapareciendo, al igual que los pescados que ellos explotan como la merluza, la anchoveta y la sardina”.