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Los tesoros de más de 5 siglos que protege la biblioteca UdeC

A poco de celebrarse el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor (cada 23 de abril), entrar al mundo de los fondos históricos que alberga la Biblioteca Central de la Universidad de Concepción es un viaje al pasado, que muestra de forma muy poderosa el saber que se ha ido acumulando allí, a través de tesoros tan antiguos como un libro de 1476, una edición de la Suma Teológica de Tomás de Aquino o raros libros escritos por personajes históricos de Concepción, como Edmundo Larenas, autor de un estudio de 1881 sobre los terremotos.

Tiene unas 180 páginas y el tamaño estándar de un libro, pero no pesa más de 50 gramos. Es uno de los ejemplares de la edición conmemoratoria del tercer centenario de la aparición de El Quijote de la Mancha, editada en 1905 en España, y que posee la particularidad de ser “el primer libro estampado en láminas de corcho natural”, como dice su prólogo.
Este texto, del escritor español Miguel de Cervantes y Saavedra –en cuya memoria y la del inglés William Shakespeare Unesco instituyó el Día Internacional del Libro-  es uno de los varios tesoros que guarda la Biblioteca Central de la UdeC, entre los cientos de miles de volúmenes que componen sus colecciones en formato tradicional.
Con ellos y el creciente número de recursos digitales de que dispone el recinto conviven libros del siglo XV conocidos como “incunables”, término que designa a las obras de la primera época de la  imprenta.
Dos de estos textos están en la Biblioteca Central. Se trata de Decretos papales y legislación pontificia  (impreso en latín en Venecia en 1476) y Omnia opera, del tutor de los hijos de Lorenzo de Medicis, Angelus Politianus  (editado en 1498, también en latín).
Otros interesantes registros de los siglos XVI, XVII y XVIII, pocos comunes en las bibliotecas, son parte de esta colección especial de la UdeC.
Convertido en una especie de curador de este fondo bibliográfico antiguo que se encuentra en la Sala Chile, el profesor de Historia Eugenio Flores cuenta que a través del tiempo la Universidad ha logrado recopilar una importante cantidad de libros de carácter patrimonial.
“Son libros antiguos, muy valiosos, que no están en cualquier parte… me acuerdo que cuando estaba don Juan de Luigi como director (de Bibliotecas) él logró, no sé cómo, recopilar gran parte de estos libros… tal vez llegaron vía donaciones”.
El Organon de los peripatéticos del estagirita Aristóteles (impreso en 1584); la Crónica del gran regno del Perú de Pietro di Cieca (Venecia 1576); Conversaciones familiares (1533) y Paráfrasis del nuevo testamento (1535) de Erasmo de Rótterdam;   la Historia del mundo en 37 libros de Cayo Plinio Segundo (1554) o el relato de Tucídides de la Guerra del Peloponeso (1564) en una versión bilingüe en griego y latín,  son algunos de las obras que nos remiten al siglo XVI.
Gran parte de los 18 volúmenes correspondientes a este período están dedicados a escritores latinos clásicos, cuenta el bibliotecario.
En este grupo resalta la obra De humani corporis fabrica  libri septem (De la estructura del cuerpo humano en siete libros), editado en 1543, de Andrés Vesalio y que es considerado uno de los libros científicos más influyentes de todos los tiempos.  Con una impresión de alta calidad, el libro de más de 700 páginas, escrito en latín, es conocido sobre todo por sus imágenes de la anatomía del cuerpo humano, que para muchos constituyen las xilografías más perfectas jamás realizadas.
Por su alto valor patrimonial y bibliográfico, todos estos textos requieren de un cuidado extremo. Por eso, como señala Flores,  se está trabajando en un proyecto destinado a habilitar una vitrina  especial para su disposición. “El mayor peligro –dice-  son los rayos UV, por eso hay que protegerlos”.
Con el paso del tiempo y todo lo que ello significa, el profesor llama la atención sobre el nivel de conservación de estos textos. “En los libros actuales uno ve que ligerito se ponen amarillos; se deterioran rápidamente porque son fabricados en base a celulosa; en cambio estos libros antiguos están en buen estado, no se resquebrajan, se mantienen,  porque fueron hechos de trapo, que era como se hacía el papel en la época”.
Y también por su carácter especial no están disponibles como los libros de las otras colecciones bibliográficas,  “salvo que sea para una investigación muy puntual, muy específica y, en ese caso,  la consulta es solamente en sala. Tampoco se puede fotocopiar por los sistemas tradicionales, sólo a través de cámaras digitales”.
Más escasas son las obras que datan del siglo XVII. Son sólo cinco ejemplares, entre los que destacan Poema heroico de la invención de la cruz por el emperador Constantino  Magno dedicado al rey nuestro señor (impreso en Madrid en 1648), de Francisco López de Zárate, y la famosísima Suma teológica, de Tomás de Aquino (Amberes, 1612).
Avanzando hacia el siglo XVIII, los registros se amplían a más de 60 textos, que abarcan temáticas de la historia universal, escritores latinos y materias propias del período de la Conquista de América. Eugenio Flores cita como ejemplo  el libro Política para corregidores y señores de vasallos en tiempo de paz y guerra (Amberes, 1704). “Se refiere a la legislación que aplicó España en América, a  las relaciones que los españoles debían mantener con la población americana. Era otra realidad, y por eso había que crear otra legislación”.
Destaca, además, las ediciones de La Araucana (1776) y del Diccionario de Lengua castellana “reducida a un tomo para su más fácil uso” –como dice su título- de 1791.  “No deja de ser curioso consultar los vocablos que allí aparecen y que hoy no existen, porque están en desuso”.
Interesante es también el texto del sacerdote Andrés Febres, Arte de la lengua general del Reyno de Chile (1765), una suerte de estudio sobre la lengua de los pueblos originarios, y que incluye un diálogo y vocabulario chileno-hispano, materias vinculadas a rezos y catecismo, “es decir, la manera en que se debía cristianizar a los nativos araucanos”.
Más variados y numerosos son los fondos correspondientes al siglo XIX y XX, que suman de un centenar.
Llamativo entre los textos del siglo pasado es el ejemplar de Wilkomen in Italia (Bienvenido a Italia), una edición de lujo y limitada, ordenada por Benito Mussolini para recordar la visita de Adolf Hitler a Italia en 1937.
Editado ese mismo año,  el libro describe las ciudades que recorrió el Fürher, con ilustraciones y reproducciones de obras de arte de distintos museos del país.
En la colección también se cuentan textos rescatados a nivel de la región. Este fondo regional consta de un total de 73 volúmenes. “Son ediciones antiguas para la ciudad, libros que merecen  un tratamiento especial porque ser ejemplares únicos, raros, curiosos, que no están masificados, y que no se van a poder reeditar”.
Entre estos se encuentra una guía catálogo del Museo de Hualpén de Carlos Oliver Schneider, editado en Concepción en 1949 y un texto de Carlos Soto-Atala de 1915, que recuerda el quincuagésimo aniversario de la fundación del curso de leyes de la ciudad. También hay documentos que se vinculan a personajes relevantes de la historia de la UdeC, como Los discursos universitarios de Enrique Molina (Ediciones Atenea 1939); La Historia de la medicina penquista, publicada en los Anales de Chilenos de Historia de la Medicina (1926), de Ottmar Wilhem, y el escrito de Luis Cruz Ocampo,  La intelectualización del arte (1927).
Otros nos recuerdan que el carácter sísmico del país es un tópico permanente, como los libros Estudio sobre los temblores de tierra y las principales teorías emitidas para explicar su naturaleza física y las causas que las producen, (1881), de Edmundo Larenas, y La ciudad mártir: a propósito del 50º aniversario del terremoto del 20 de Febrero de 1835 que arruinó a Concepción (impreso en 1886) de Horacio Lara.