Una conversación entre cuatro abogados expertos en la Constitución repletó el miércoles 10 de diciembre el Teatro Regional del Biobío. Fernando Atria, académico de la Universidad de Chile, comentó que fue un hecho insólito en su carrera, promovido por el movimiento social que reivindicó una nueva Constitución para el país. “Pensaba en la gente que decía que el acuerdo había tenido un efecto desmovilizatorio. En realidad ese no fue el efecto, sino que fue cambiar la forma de la movilización; hoy es una movilización constitucional. Es una demanda por entender, discutir y conversar sobre el problema constitucional que no había habido nunca”.

Parte de este interés se trasladó a la Universidad de Concepción, lugar en que el abogado dictó una charla sobre el proceso constituyente. Allí recalcó la importancia de que la clase política comprenda que el poder constituyente está en la ciudadanía y que es necesario asumir la responsabilidad histórica de hacer un acuerdo que sea validado por ella. “Así entendería yo el acuerdo (firmado el 15 de noviembre por representantes de los partidos políticos). Quienes le ponen obstáculos o aparecen negando su contenido constituyente, diciendo que se puede vetar lo que queramos, contribuyen a obstaculizar una manifestación pacífica, democrática, de este poder constituyente que ya emergió”.

En este sentido, para Atria, la discusión sobre escaños reservados y paridad es clave. “Una comisión sin paridad de género, sin representación de pueblos originarios y además excluyendo a toda esa ciudadanía organizada, que no se ordena a través de partidos políticos, sería una manera de ratificar la impresión y la sospecha de que esto no es un camino para el cambio constituyente, sino un tinglado de la clase política. Esas son las cuestiones que van a ir configurando y haciendo mas probable que el pueblo y ese poder constituyente reconozcan en este camino una vía constituyente, o no”.

En caso de que se invalide esta alternativa, Atria señaló que existe la posibilidad de que las demandas se encaucen hacia la violencia. Recordó que los movimientos sociales han aprendido a desconfiar de la institucionalidad política, marcando como primer hito el movimiento pingüino de 2006. Según su análisis, el movimiento social aprendió en esa oportunidad a desconfiar de los acuerdos con la clase política; en 2011, los estudiantes debatieron de qué forma mantener vivas las demandas aun teniendo que conversar con las instituciones. Todo eso contribuyó a que, en 2019, se postule el cambio de esas instituciones, encarnadas sobre todo en la Constitución. “Si las trabas (al proceso constituyente) son eficaces, el movimiento va a volver a reaparecer y el aprendizaje es que nada que no sea quemar, sirve. Espero que no lleguemos a ese momento”.

Respecto a lo que puede ocurrir a partir del plebiscito del 26 de abril, señaló que esta fecha marcará un cambio: “Hasta ese momento, deberíamos esperar una campaña del terror; que deshacerse de la constitución del ‘80 es un error porque es lo que nos ha permitido ser un oasis, habrá mucha caricaturización; nos van a decir que somos agentes de Maduro. Todas esas tonteras van a ser muy comunes”.

“Después del 26 de abril —que espero que se manifiesta una voluntad clara de una nueva Constitución a través de convención— la discusión va a cambiar, porque ya no va a ser tanto la defensa de la Constitución del ’80, que va a estar fenecida, sino que el debate será sobre la Constitución que queremos. Esa discusión, purgada de la Constitución tramposa, va a ser harto menos agresiva y conflictiva de lo que se nos aparece ahora. Hoy lo vemos como algo extraordinariamente divisivo. Creo que estaremos en desacuerdo, pero no creo que tenga el grado de agresividad que anticipamos”.