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Facultad de Ingeniería Agrícola UdeC desarrolla grageas de rosa mosqueta y snack de hongos deshidratados

Luego de tres años de trabajo, la Unidad de Innovación y Transferencia Tecnológica Agroindustrial (Uitta) del Departamento de Agroindustrias de la Facultad de Ingeniería Agrícola de la Universidad de Concepción (fiaUdeC), concluyó dos proyectos de agregación de valor a los productos forestales no madereros (Pfnm), como rosa mosqueta y hongos silvestres, que fueron ejecutados con el apoyo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), en conjunto con la coordinadora de recolectores de Ñuble y Biobío, la consultora Ideolab, el Taller de Acción Cultural (TAC), el Centro de Vida Saludable, la Agencia Chilena para la Calidad e Inocuidad Alimentaria (Achipia) y las empresas Arauco y Masisa.

El primer proyecto, “Agregación de valor a frutos recolectados de rosa mosqueta a partir de la creación de grageas comestibles con propiedades funcionales, para la incorporación de un eje competitivo que favorece el desarrollo de la Coordinadora Regional de Recolectoras y Recolectores del Biobío A.G.”, comenzó su ejecución en septiembre de 2016. En tanto, el segundo proyecto, “Innovación para un modelo de negocio basado en la asociatividad de recolectores de Pfnm de la Región del Biobío que permita impulsar sus emprendimientos y superar las brechas del ámbito productivo-tecnológico y del branding”, partió en octubre de 2017.

La directora de ambos proyectos, Dra. María Eugenia González, explicó que el trabajo se concentró en casi un centenar de recolectores agrupados en diez comités, lo que dio como resultado el desarrollo de cinco productos: grageas y polvo de rosa mosqueta, más snack, condimento y pasta de hongos.

La Decana de fiaUdeC explicó que en el primer proyecto se apuntaba a que los propios recolectores elaboraran en sus unidades de proceso grageas con alto contenido de antioxidantes, sin embargo, recordó que “cuando recién habíamos comenzado, ocurrieron los incendios forestales; era un momento difícil, había muchas hectáreas quemadas y no sabíamos con cuánto material íbamos a contar y en qué condiciones estaba, entonces tuvimos que hacer un diagnóstico, pero eso nos sirvió mucho para tener un conocimiento más profundo de la realidad en la que viven los recolectores y de sus unidades de proceso”.

Detalló que “hicimos un catastro, cómo eran las zonas de recolección, qué salas de proceso tenían y con qué equipamiento contaban. Y eso nos hizo darnos cuenta que había una brecha importante desde el punto de vista productivo y tecnológico, y que hacía falta mucha capacitación antes de que los recolectores pudieran llegar a hacer esta gragea, porque nosotros la podíamos diseñar en el laboratorio, pero el modelo es que sean ellos mismos los que se agrupen, recolecten, procesen y distribuyan; hoy en día lo que hacen principalmente son deshidratados de hierbas medicinales y culinarias”.

Así nació el segundo proyecto, que apuntó a disminuir las brechas productivas, tecnológicas y comerciales. “Hicimos un fuerte trabajo de capacitación en temas de higiene, inocuidad, buenas prácticas en manipulación, para que pudieran elaborar alimentos, porque había que cambiar el concepto: de recolectores a tener una pequeña industria alimentaria, y ese era un salto muy importante”, enfatizó la investigadora.

“Uno de los objetivos era continuar agregando valor a los Pfnm y ahí seleccionamos los hongos silvestres y desarrollamos un snack, una pasta y un condimento”, sostuvo, pero aclaró que para lograrlo era requisito implementar los procesos bajo las condiciones de higiene y manipulación necesaria en sus unidades productivas.

En ese sentido, precisó que también se cambió el modelo de capacitación, que en el primer proyecto consistía en charlas en el laboratorio, pero en el segundo se trató de un acompañamiento continuo, con capacitaciones tanto en la Facultad como en terreno. Para ello, se implementó una unidad productiva modelo en el sector El Rincón, en Ninhue, “donde los capacitamos en las condiciones cotidianas de ellos, lo que hace más fácil la incorporación del conocimiento, con énfasis en la inocuidad, para lo cual desarrollamos los protocolos para cumplir con los requisitos sanitarios y contar con la trazabilidad del producto desde su recolección”.

La investigadora recordó que hasta antes de los proyectos, los recolectores comercializaban frutos, hierbas y hongos deshidratados, y que en sus unidades de proceso contaban con horno deshidratador. “Hoy están en etapa de empezar a producir, están implementando las líneas de proceso. Los estamos ayudando a postular a recursos Indap para implementar sus salas. Además, como parte del segundo proyecto, se trabajó la generación de una marca que los identificara y que se pudiera posicionar en el mercado, donde se analizaron los distintos canales de ventas. También estamos trabajando con otras instituciones, como el Instituto Forestal. También hay un proyecto Fndr de Pfnm que está abordando la parte comercial y se están basando en lo que nosotros generamos”.

Pero pese a que estas dos iniciativas concluyeron en diciembre, la Dra. González subrayó que el trabajo no ha terminado. “Es importante que siga habiendo un acompañamiento, nosotros postulamos un nuevo proyecto, queremos abarcar más recolectores, solo en Ñuble y Biobío hay más 36 de mil personas que se dedican a la recolección”.

Articulación
Por su parte, el representante macrozonal de FIA en Ñuble y Biobío, Gonzalo Rueda, señaló que “desde la Fundación se está trabajando continuamente en el gran desafío de lograr agregar valor a la diversidad de materia prima de origen agrario y forestal que se produce en los campos y bosques de los distintos territorios del país. Y es que nuestro país posee una riqueza patrimonial incomparable, es por eso que nos hemos enfocado en diseñar instrumentos que logren articular y encadenar sosteniblemente a los actores públicos y privados, considerando una participación protagónica de agricultores y recolectores. La innovación es un trabajo en red, donde elementos como la inclusión y la sustentabilidad no pueden estar ausentes”.

En tanto, el presidente de la coordinadora, Cipriano Cid, destacó que ambos proyectos no solo permitieron darle valor agregado a los productos, “sino que también un mejoramiento de su presentación”.

“Hoy tenemos las herramientas para seguir trabajando solos, para elaborar estos productos finales, el envasado y el etiquetado. Y con ello, podemos multiplicar la utilidad”, añadió. El dirigente además sostuvo que “nuestro objetivo siempre ha sido ir mejorando, hace mucho tiempo que estábamos tras este desafío. Hasta antes de este proyecto, nosotros vendíamos rosa mosqueta deshidratada, en cascarilla o entera, todo a granel, y lo compraban empresas procesadoras. Ahora nuestro objetivo es llegar directo a las tiendas minoristas y a los consumidores, y ya hemos hecho algunos contactos comerciales”, sentenció Cid.