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Experto expuso sobre los desastres en la historia de la ingeniería

Si bien la historia de la ingeniería está plagada de éxitos, con desarrollos que han aportado al bienestar de la población, también tiene capítulos que hablan de malas decisiones, acciones que no debieran haberse emprendido o riegos no previstos que han desembocado en situaciones catastróficas.
El hundimiento del Titanic (1912), la desintegración del Transbordador Challenger (1986), la explosión de la central nuclear de Chernobyl (1986);  la fuga de isocianato de metil, un gas altamente tóxico, de la planta de pesticidas de Bophal, en India (1984)  son parte de esos desafortunados episodios.
Estos y otros casos fueron revisados esta mañana por el ingeniero mecánico (Udec-Universidad de Stuttgart),  Bruno Gunther, en  la conferencia Desastres en la historia de la ingeniería, organizada por la Academia de Profesores Eméritos de la Universidad.
El ingeniero explicó que detrás de estas situaciones se encuentran diversos niveles de risego provocados por factores técnicos (selección inapropiada de materiales o diseño inseguro); económicos (ahorros en materia de seguridad o de materiales) y humanos (no contar con personal idóneo para funciones específicas, carreras contra el tiempo o afán de éxito personal).
Ejemplo de las fallas asociadas a factores técnicos es el caso del Transbordador Challenger, en el que –como dijo-  se usó un aislante demasiado frágil en la cubierta de los estanques de combustibles líquido,  que se desprendió, golpeando un ala de la nave. Esto -relató- provocó una grieta en el ala por donde se introdujeron los gases calientes, que produjeron su desintegración al reingresar a la atmósfera terrestre.
En relación a las fallas humanas citó el hundimiento del Titanic, donde el afán de éxito de su capitán -que quería marcar un récord cubriendo el trayecto entre Southampton y Nueva York- fue  el responsable de una de las más célebres tragedias de la navegación. Aquí, contó el ingeniero, el capitán mantuvo la relativa alta velocidad de marcha (25 km./hora) a pesar de que sabía que el mar estaba plagado de témpanos.
Insólitos resultan los episodios de Bophal, donde la fuente de refrigeración que habría servido para aminorar la reacción que provocó la catástrofe -que mató a casi 4 mil personas- había sido desmantelada por orden de la gerencia para ser usada en sistemas de aire acondicionado.
Igualmente relató lo sucedido con el Mars Climate Orbiter (MCO) –un proyecto de la NASA, de 1999, que buscaba dar vida al primer satélite meteorológico extraterrestre de la historia- donde se produjo una incompatibilidad entre los sistemas de medición usados por las dos empresas contratadas para su desarrollo: una usó el sistema métrico decimal y otra el inglés. “El MCO debía entrar en una órbita circular en torno a Marte a una altura de 140 kilómetros y enviar diariamente informes meteorológicos a la tierra. Inesperadamente bajó a 57 kilómetros, penetró en la atmósfera marciana y se incineró”, explicó.
Son episodios que –con sus pérdidas económicas y en vidas humanas- han aportado lecciones que hoy sirven de base a la hora de abordar nuevos proyectos. Gunther indicó que a partir del desastre de Chernobyl hoy es impensable que un diseño como el de dicha planta nuclear pueda adoptarse, al menos en Occidente. “(Las centrales) trabajan con una norma muy estricta, no así del lado de la ex Unión Soviética, donde el riesgo continúa igual”, indicó.
Del mismo modo, dijo que a consecuencias del accidente de la Plataforma Petrolera Piper Alpha, situada en el Mar del Norte (que se destruyó en 1988 luego de sucesivas explosiones) han derivado una serie de estándares de seguridad que han reducido notablemente los riegos en este tipo de explotaciones.