Fue en 2001 cuando en Chile se encendió la alerta por la detección de Fusarium circinatum, agente causal de la enfermedad Cancro resinoso del pino. El hongo, originario de Centroamérica, fue encontrado por primera vez en un vivero de pino radiata de la región, el centro neurálgico de la actividad forestal.
Más tarde, se detectó en las regiones del Maule y Los Lagos, lo que llevó al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) a declarar, en 2003, su control obligatorio, estableciendo una serie de medidas fitosanitarias para evitar su propagación.
Hasta ahora el patógeno ha permanecido circunscrito a los viveros, pero, según el investigador del Centro de Biotecnología y docente de la facultad de Ciencias Forestales, Eugenio Sanfuentes, su extensión a plantaciones podría ser cuestión de tiempo, considerando el comportamiento de la enfermedad en otros países.
La búsqueda de soluciones se hace urgente, sobre todo cuando se observa su incidencia: los viveros afectados concentran sobre el 50% de la producción de plantas de pino radiata y la mortalidad ha alcanzado hasta 40% en algunos sistemas de producción de plantas. Por otro lado, estaría ocurriendo un envío de plantas de pino infectadas y asintomáticas hacia lugares de plantación, donde el patógeno puede continuar desarrollándose hasta matar la planta.
Actualmente, no existen productos registrados para el control químico de la enfermedad; la resistencia genética no es una alternativa en el corto plazo (tiempo que se requiere para liberar genotipos –clones- resistentes en condiciones comerciales) y el control a través del manejo del cultivo ha demostrado sólo eficacia relativa.

[caption id="attachment_21690" align="alignleft" width="300"] El Dr. Eugenio Sanfuentes.[/caption]
Frente a esto, expertos de la Universidad de Concepción han visto en el control biológico una buena alternativa al problema y se propusieron, a través del proyecto Innova Desarrollo de herramientas biotecnológicas para el control del Fusarium circitatum en viveros de pinnus radiata -liderado por el Dr. Sanfuentes-, buscar hongos y bacterias que puedan competir o destruir el patógeno y, a partir de éstos, formular un producto biológico que pueda ser usado en los viveros de pino radiata.
Durante el proyecto se investigaron más de tres mil cepas de hongos y bacterias, las que se probaron in vitro, para ver su efectividad. De ellas, explicó Sanfuentes, se detectaron alrededor de trescientas cuyas propiedades actuaban como control biológico de la enfermedad en viveros, inhibiendo el crecimiento del patógeno. En una segunda etapa se realizaron las pruebas en invernaderos, en el que se probó la efectividad de alrededor 100 cepas de hongos y bacterias.
Con estos resultados, valorados tanto en el ámbito científico como empresarial –en la iniciativa participaron importantes empresas del sector forestal, donde se realizaron las pruebas de invernadero- se abren, a juicio de Sanfuentes, nuevos horizontes en el control y prevención de enfermedades asociadas a la silvicultura, basadas en el control biológico.