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Darwin, Rugendas, Andrés Bello, los terremotos y la Patagonia en clase magistral de Historia

Charles Darwin, Andrés Bello, Mauricio Rugendas, Diego Barros Arana, Benjamín Vicuña, Robert Fitz Roy, la explosión del volcán Osorno y un terremoto devastador, un suicidio que sería determinante para la historia de la Ciencia y la Humanidad, el diario El Araucano y muchas otras temáticas, personajes y procesos históricos, fueron parte del fascinante viaje hacia el pasado de Chile que ofreció esta mañana el Dr. en Historia Rafael Sagredo, profesor de la Pontificia Universidad de Chile, quien inauguró el año académico del Departamento de Ciencias Históricas y Sociales de la UdeC con la charla magistral “Ciencia, terremotos y nación, Darwin en Chile”.
El docente, que desde el 2009 –cuando se cumplieron 200 años del nacimiento de Charles Darwin y 150 desde que viera la luz su libro más famoso, sobre el origen de las especies por medio de la selección natural-  viene investigando sobre Darwin, explicó en síntesis las fuertes implicancias que el viaje del buque Beagle tuvo no sólo en términos científicos, sino incluso geopolíticos, especialmente para Chile.
Sagredo recordó que previo a la expedición del Beagle la Real Armada Británica, que estaba muy interesada en cartografiar las costas de América del Sur en busca de nuevas rutas comerciales –pues estaba comenzando la revolución industrial- envió una expedición hidrográfica a estos lares (en el buque Adventure), con dicho propósito, pero ella se vio interrumpida cuando el capitán del buque se suicidó, gracias a lo cual el segundo (el capitán Robert Fitz Roy) pudo ascender.
Sin embargo, Fitz Roy también era un hombre complejo y –explicó Sagredo- con tendencias depresivas, lo que hizo temer al almirantazgo que pudiere seguir un camino semejante al de su predecesor. Fue por dicho motivo que se decidió que un “caballero” lo acompañara en el viaje. ¿Por qué un “caballero”? Muy simple: debido a las castas sociales, el capitán de un barco era un hombre que prácticamente no podía alternar con sus subalternos, incluso los oficiales, a quienes se veía como “inferiores”. Así, se necesitaba alguien del mismo abolengo, para que pudiera conversar con Fitz Roy y mantenerlo ocupado, por lo cual se decidió que lo acompañara “un naturalista”.
Con ello en mente, uno de los almirantes acudió a su alma mater, Cambridge, donde le recomendaron a un joven de apellido Darwin, hijo de un rico médico, y quien estudiaba sin ningún entusiasmo el bachillerato (pues su padre estaba decidido a que se convirtiera en religioso), aunque había algo que sí lo entusiasmaba: la geología, la ciencia de moda en la época.
El conflicto
El viaje del Beagle partió a fines de 1831 y terminó dando la vuelta al mundo, y revolucionándolo, por cierto. Además, cumplió con creces su objetivo, evitar que Fitz Roy cometiera alguna locura, aunque como lo explicó el Dr. Sagredo, debe haber sido muy compleja la convivencia entre este y el joven Darwin, dado que ambos compartían el camarote y poseían puntos de vista diametralmente opuestos, sobre todo en lo religioso.
Antes de salir desde Inglaterra, el naturalista se hizo con un ejemplar del primer Tomo de “Los principios de Geología”, de Charles Lyell, un libro que –indicó Sagredo- fue fundamental para él, pues contenía ideas que iban claramente en contradicción con los discursos religiosos, pues entre otras cosas sostenía que la Tierra se encontraba en un movimiento perpetuo que no tenía fin ni dirección, “lo que va en contra del relato bíblico, según el cual todo ocurre porque dios lo quiere o porque existe un orden divino”, comentó el catedrático. Del mismo modo, en una época en que aún no existía la teoría de tectónica de placas, Lyell aventuró que la corteza terrestre subía y bajaba en función del magma. Y eso no era todo: supuso también –fundadamente- que el planeta tenía miles de millones de años, desechando la cronología bíblica.
Darwin se empapó de todos esos conceptos y muchos de ellos se ven claramente reflejados en sus trabajos, pero Fitz Roy –contó el profesor Sagredo- era, a diferencia de Darwin, que a esas alturas “francamente ya no creía en nada, quizá en la Ciencia”, un hombre piadoso, un religioso. Otro punto en el cual los compañeros de camarote discrepaban profundamente –dijo el conferencista- era el relacionado con la esclavitud, pues Charles Darwin la detestaba profundamente, mientras que Fitz Roy –noble británico de rancia estirpe, no hay que olvidarlo- la defendía a tal punto que una vez, tras una discusión por este tema, expulsó a Darwin de la habitación.
Por ejemplo, explicó Sagredo, el naturalista comentó respecto de una serie de observaciones que realizó cerca de Buenos Aires, específicamente en el sector de Colina de las Piedras (Argentina) que “todavía hay algunos que siguen pensando que esto fue producto del diluvio universal”, refiriéndose a las formaciones rocosas y los fósiles.
El fervor
Lo que es claro es que Darwin cayó rendido a los pies de América del Sur. Se fascinó con la macro-escala de ríos como el Amazonas o la cordillera de Los Andes y, como dijo el Dr. Sagredo, “vivió un verdadero éxtasis geológico”. Sin embargo, había algo que buscaba con ansiedad y que no encontraba: sismos. En una carta a su hermana, en 1834, le comentó que “he tenido mala suerte, porque no ha habido ni un pequeño terremoto”.
No obstante, ello cambió el 20 de febrero de 1835, cuando se produjo el terremoto conocido como “la ruina”, que devastó Concepción, el último megasismo (se estima en 8.5 M, de acuerdo al profesor) que azotó la zona antes del 27/F. Darwin se encontraba en los días previos navegando cerca de Chiloé y desde allá pudo apreciar la explosión del Volcán Osorno, lo que calificó como “soberbio espectáculo”, pero se reservó de verdad para el 20/F, el que dejó registrado en su diario como “un día memorable. Hoy he sentido el más violento terremoto de que se tenga memoria aquí”.
14 días más tarde el Beagle, que estaba a la altura de Valdivia cuando se produjo el sismo, llegó a Concepción.
La prensa
El diario El Araucano, dirigido por Andrés Bello, era por aquel entonces el principal –y casi exclusivo- medio informativo del país y comenzó a informar sobre el terremoto, gracias a los datos que provenían precisamente de la tripulación del Beagle, que luego siguió avanzando hacia el norte. Quizá lo más importante, explicó el profesor Sagredo, es que justamente este sismo –ocurrido en la presidencia de José Joaquín Prieto- fue un importante catalizador del sentimiento de nacionalidad.
No hay que olvidar –indicó el estudioso- que Chile vivía tiempos convulsos, con Portales gobernando de facto, con O’Higgins exiliado en Perú, con estado de sitio y disputas de todo tipo, en medio de todo lo cual se produjo este terremoto, que duró unos 3 a 4 minutos y que causó un grave daño en todo el sur. Por ejemplo, en Constitución, El Araucano dejó constancia que el movimiento causó “la ruina total” del pueblo, como leyó el académico de la PUC. En Talcahuano el terremoto fue seguido por un tsunami que, igual que el 27/F, “tres veces entró”, escribió Bello.
“Con todas estas noticias, Andrés Bello comenzó a relatar el terremoto y a insistir en la necesidad de asistir a los afectados”, puntualizó Sagredo, quien precisa que el gobierno organizó una suerte de “Teletón”, fuertemente impulsada por Bello, en la cual apareció además la imagen del pintor alemán Mauricio Rugendas, un total desconocido en ese momento pero que, avecindado en Valparaíso y conmovido con la tragedia, pintó su famoso cuadro “El presidente Prieto llegando a la pampilla” que reúne en su composición todos los elementos de la nacionalidad chilena, entre ellas la cordillera como efigie de fondo, la bandera, las clases sociales, la figura presidencial, etc. Dicho cuadro fue subastado en 230 pesos (una alta suma para le época) y según Sagredo, en síntesis es un “símbolo de la nacionalidad en formación”.
Bello, desde su diario, seguía insistiendo en la necesidad de ayuda, pero con un énfasis especial: “él le dio al terremoto un carácter nacional, pese a que era un fenómeno que no había afectado a todo el país”, señaló el expositor, quien además argumentó que en una editorial de El Araucano, del 06 de mayo de 1835, Bello utilizó una serie de terminología científica muy similar a la de Darwin, por lo que habría existido contacto entre ambos (lo que está probado en el caso de Rugendas, quien se reunió en Valparaíso con Darwin y Fitz Roy), pero además señalaba que lo ocurrido había sido “un golpe funesto para la República”, motivo el cual llamaba a reconstruir y ayudar “por el honor nacional”.
La Patagonia
Otro efecto del paso de Darwin por Chile fue el relativo a La Patagonia, territorio que estuvo en disputa con Argentina, sobre el cual Darwin dijo que era un desierto “yermo y estéril”, opinión que durante muchos años repitieron diversos eruditos chilenos que jamás pusieron un pie en ella –dijo Salgado- como Victorino Lastarria, Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna, quienes en sus trabajos reiteraron de uno u otro modo el concepto darwiniano al respecto, lo que tuvo –sin duda- importante efectos para nuestro país.
Valga recordar –culminó el profesor Sagredo- que Vicuña Mackenna (que fue senador) participó en el proceso por el diferendo por la Patagonia, en circunstancias que él mismo se había preguntado si era conveniente ir a un conflicto con Argentina “por un desierto”.