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Con la autobiografía de Enrique Molina se inicia la Escuela de Verano UdeC 2013

Como un espacio transversal de diseminación del conocimiento generado en la academia, las escuelas de verano de la Universidad de Concepción tienen su origen en los míticos Encuentros de Escritores organizados a principios de la década de 1960 en esta casa de estudios, y convocados por el poeta Gonzalo Rojas.
Esos primeros encuentros estivales fueron suspendidos durante las décadas del '70 y '80 para retomarse en 1990, iniciativa que buscaba esencialmente recuperar los espacios de encuentro público. Así lo recuerda la directora de Extensión, María Nieves Alonso, quien fue la impulsora, desde 1999, de una nueva modalidad, inédita en Chile, de Escuelas de Verano Monográficas, que abordan un problema social y un aspecto académico puntual que trasciende toda la jornada.
La primera de ellas fue Formas y figuraciones de la violencia en Chile y, asegura Alonso, a partir de ella se ha transitado desde lo general a lo particular hasta llegar a la actual, que se denomina Made in Chile… para la exportación?, y que revisa, desde la polifonía de la academia, de las artes visuales, escénicas y musicales, cómo en este país se vive de una imagen hacia el exterior.
“Es el mito consagrado de la bella patria que ama, acoge, protege y transforma su espacio en un espacio quimérico, mistificado y, frecuentemente, intocable. Por cierto, deriva de ello una cuestión obligada: un país así razonado debe entregar buenos productos y hechos memorables (o, al menos, destacados): buenas uvas, mejores vinos, beneficiosos métodos de jubilación (AFP), premios Nobel, premios Cervantes, “misses” (aunque sólo sea una), presidentes de excepción… Suma y sigue, hasta hemos mostrado un proceso de vuelta a la democracia que sorprende al mundo. Si hasta un tenista “top one” hemos tenido. Esto es una verdad, la verdad consignada e insistida por la mirada arcádica, quimérica y sesgada que se impone, para -como un sortilegio o encantamiento enamorado- darnos tranquilidad y orgullo”, sostiene en su acostumbrada ironía literaria la Directora de Extensión.
A juicio de la académica UdeC, esta cultura de las apariencias también se replica en la vida cotidiana. “La imagen de Chile en el exterior es impresionantemente buena, y al interior del país se ocultan los indios, se niegan los negros y las veredas están rotas, todo el tiempo las veredas rotas. Se entra a los mercados internacionales con una velocidad abismante, sin resolver la situación interna”, dice.
“En Chile todo es para la exportación”, continúa, “hemos vivido de una imagen para la exportación. Incluso hacemos artesanía for export”.
Por ese derrotero transitará la Escuela de Verano 2013 que se inaugurará oficialmente a las 18.30 hrs. de mañana martes, con la conferencia Historia y cultura popular en Chile, que dictará el Dr. Jorge Pinto, Premio Nacional de Historia 2012, en el hall de la Casa del Arte.
Para estas jornadas que se extienden hasta el 25 de enero, se ha convocado a más de 120 invitados entre artistas, músicos, conferencistas y escritores, a los que se suman los participantes del Congreso de Musicología, que se realizará en la UdeC entre el 16 y el 19 de enero.
Para la directora de Extensión, mediante estas escuelas de verano que ya son parte de la tradición estival penquista, la UdeC cumple con su función fundamental que es extender a la comunidad distintos conceptos en los que se conjuga la diversidad que significa la cultura.
Una mirada distinta a Enrique Molina Garmendia
Previo al acto oficial, sin embargo, y como un preludio de lo que habrá más tarde, se efectuará la presentación de Lo que ha sido el vivir (Recuerdos y reflexiones), el libro autobiográfico escrito por el fundador de la UdeC, un libro rodeado de mitos y que muestra una imagen más cotidiana de Enrique Molina Garmendia, una suerte de “confesiones sin recámara” como él mismo lo califica. El texto fue escrito a fines de la década de los '40 por el Rector Molina y tuvo su primera impresión en 1974. La segunda, que será presentada mañana a las 12 hrs. en la Sala Marta Colvin de la Pinacoteca, fue editada por el sello editorial Universidad de Concepción, en la serie Cuadernos Atenea.
Esta nueva edición de Lo que ha sido el vivir, que será presentada por el Rector Sergio Lavanchy, es un complemento al libro Doce discursos universitarios de Enrique Molina, editado en 2009 por la misma editorial y que cuenta, además, con un estudio del pensamiento de Enrique Molina, realizado por el fallecido académico Gilberto Triviños.
El director del Sello Editorial, Mario Rodríguez, es también autor del prólogo de Lo que ha sido el vivir, el que titula como El otro Enrique Molina. A su juicio, este libro muestra al otro Enrique Molina, al sujeto cotidiano que le gustaba bañarse en el mar y se declaraba un “experto cortador de olas”.
“Aquí aparece el Enrique Molina humano, de carne y hueso. Sin el `Don´. Éste es el contralibro, que complementa el de sus discursos universitarios donde se muestra al Enrique Molina solemne, institucional, el yo Rector, el yo educador. Con este libro, y a retirarle el `Don´ se le baja de su pedestal y se le hace caminar sobre la tierra, como en la imagen de la portada”, sostiene el académico.
Según relata Rodríguez, "es interesante editar este libro porque representa otra dimensión de Enrique Molina. Es un hombre del Norte, con su madre muerta y su padre de vida desordenada, que llega a Santiago y se forja como profesional, como filósofo y como educador. Él representa el modo en cómo la clase media se consolidó en Chile”, sostiene.
Rodríguez también destaca la importante labor como educador que desempeñó Enrique Molina en su época, recordando que fue rector del liceo de Talca, del de Chillán y del de Concepción, además de ministro de Educación durante el gobierno de González Videla.
“En la Universidad de Concepción plasmó, además, sus ideas sobre la docencia universitaria teniendo como base las universidades norteamericanas. Enrique Molina fue un gran aporte a la educación chilena, además de un gran orador y un gran polemista”, asegura.
Su vida
El libro -que incorpora además dos textos escritos por los ex rectores David Stitchkin e Ignacio González Ginouvés, quienes se refieren a la figura del rector fundador y su relación con Concepción y con la Universidad- se inicia con apuntes sobre la infancia y adolescencia del autor (1871-1889) donde se refleja su amor por la ciudad de La Serena, la influencia de sus padres y de su tía Rosa, quien lo crió desde los tres año, luego de la muerte de su madre.
Posteriormente Molina se refiere al período comprendido entre 1889 y 1995, durante el cual transita de la adolescencia a la juventud, sus estudios en el Instituto Pedagógico en Santiago, sus inicios como profesor en el Liceo de Chillán, sus primeros discursos públicos en esa ciudad y las polémicas que ellos suscitaron.
Su paso por Talca y su llegada a Concepción es abordado en los siguientes capítulos, que abordan desde 1915 a 1935 y donde ya se empieza a hacer más evidente su amor por la filosofía, su interés por la educación y su trascendencia nacional en estas áreas.
“En 1943 enteré cincuenta años de actividades docentes y por este motivo fui objeto de manifestaciones que me trajeron gratos momentos de emociones inolvidables. La primera tuvo lugar en Santiago (...). Se me brindó un acto magnífico que se llevó a cabo en el salón de Honor de la Universidad del Estado. En él hicieron uso de la palabra figuras cimeras de la cultura y las letras chilenas como Juvenal Hernández, Pedro prado, Amanda Labarca y Tomás Gatica Martínez...”, recuerda en un pasaje de su libro.
Los últimos capítulos reflejan nuevamente su “amor loci” (amor por el lugar, por La Serena, en este caso) y su paso por el Ministerio de Educación Pública.
Sus reflexiones finales dan cuenta de sus profundas convicciones acerca de la necesidad del trabajo y del orden moral para la mejor existencia humana.
“El hombre no puede prescindir de las virtudes del trabajo y de la temperancia, de la bondad, el calor y la justicia. Estas son como esencias perennes y parece que éste fuera tal vez el único campo en que le es dado al hombre, prestando calor a las esencias como virtudes de su corazón, hacer de lo trascendente algo inmanente”, sostiene.
Como Apéndice el libro incorpora algunos cuentos, discursos y escritos de Enrique Molina, que terminan de dibujar a este “hombre de carne y hueso”, como le llama Rodríguez.