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Columna: conocer la biodiversidad marina es la clave para el desarrollo del país

Prof. Víctor Ariel Gallardo,
Ph.D., Master of Marine Affairs
Departamento de Oceanografía UdeC
Más de 60 científicos de todo el país, ligados a las ciencias del mar, hemos propuesto conocer lo más cabalmente posible nuestra biodiversidad marina, para hacer realidad el “futuro esplendor” que nuestro himno nacional nos promete.
No obstante los esfuerzos reconocidos mundialmente y realizados por el Abate Juan Ignacio Molina (1740-1829), el “primer científico naturalista” chileno, cuyas ideas evolutivas precedieron a las de Charles Darwin; los de Claudio Gay, naturalista francés contratado por el Gobierno en 1830 para que estudiara el territorio y escribiera la historia física y natural de Chile, y los de muchos otros pioneros, aún tenemos un conocimiento muy pobre de lo que vive en nuestros mares. Un estudio reciente indica que sólo hay descritas alrededor de 6.500 especies de plantas y animales marinos en los más de 4 millones de kilómetros cuadrados de mar chileno. Para graficar esta realidad, podemos decir que esto equivale a una especie por cada 500 kms. cuadrados de mar jurisdiccional.
Esta realidad no es de extrañar, considerando que no existe una conciencia generalizada sobre la necesidad de aumentar el conocimiento de lo que vive en nuestros mares y tampoco una política de Estado que otorgue financiamiento a esta actividad de “bioprospección”; un deber que se tenía muy claro en 1830 bajo el gobierno de Ovalle y de su ministro Portales, cuando se contrató a Claudio Gay.
Todo este panorama quizás es más que el efecto de considerar al Océano Pacífico más bien como un “límite”, una “frontera”, antes que una parte integrante del territorio nacional. Gracias al Presidente González Videla, que en 1947 gestó la doctrina que hoy es reconocida por el Derecho Internacional del Mar como Zona Económica Exclusiva, poseemos espacios marítimos jurisdiccionales bien delimitados. De todas formas, aún con un extenso mar, 200 años de independencia, diversos hábitats y recursos naturales vivos, sólo aportan al Producto Interno Bruto un mísero 1%.
Tenemos que tomar real conciencia que nuestra naturaleza es muy diferente a la de los países desarrollados del Hemisferio Norte. Vivimos en un hemisferio donde, afortunadamente, hay mucho más mar que tierra y donde todavía estamos en la fase de  descubrimientos, en la fase de la develación y exploración de lo que convive con nosotros bajo la superficie marina, exigencia que requiere de estudios científicos e investigadores especializados en la materia.
Chile hacia el futuro
En el mundo de hoy se vive una nueva “guerra fría”: la carrera por los recursos genéticos, que seguramente ayudarán a combatir grandes problemas de la Humanidad, a la vez que proveer de importantes recursos para potenciar la economía. Si no conocemos nuestros recursos genéticos, mal podremos utilizarlos en beneficio nuestro y de la Humanidad y mucho menos protegerlos. La protección sin conocimiento de lo que hay por proteger es inútil. Puede considerarse un primer paso, pero tiene que ser seguido por la investigación orientada a la solución de problemas específicos. La piratería de recursos genéticos existe y es muy difícil de controlar administrativamente. Mucho mejor es salir al encuentro del desafío de conocer nuestros recursos, estableciendo así el patrimonio genético nacional para poder conservarlo, sin olvidar que “conservación” significa uso sustentable.
Nuestra propuesta se orienta a perfeccionar la todavía inconclusa tarea de conocer nuestra Patria, esta vez, enfocándonos en conocer lo que vive en nuestros mares, más allá de las especies denominadas “carismáticas”, que ocupan las primeras páginas de nuestros periódicos. En realidad, mucho más allá de lo que se ve a simple vista, utilizando los avances de la ciencia que nos permitan incursionar en la vida microbiana, la silenciosa mayoría vital de nuestro planeta, pero no por silenciosa menos importante. Se ha dicho que en los genomas microbianos la Humanidad encontrará solución a muchos de sus grandes desafíos en materias como salud, energía, alimentación, mitigación de ambientes contaminados, y de muchas otras aplicaciones ni siquiera imaginadas. Un buen ejemplo de esto son las algas marinas, de las que ya se obtienen combustibles, textiles y materiales para construir las carrocerías de automóviles, aparte de fármacos, cosméticos y productos alimenticios.
Chile está preparado para esta tarea y nuestra propuesta, que incluye la participación directa de más de medio centenar de expertos nacionales, un número similar de especialistas asociados nacionales e internacionales, de dos decenas de instituciones universitarias, lo avala.
Sólo se requiere de la inversión estatal para activar esta mega-máquina que provea los conocimientos necesarios sobre la vida en nuestros mares y zonas marinas adyacentes dependientes. Esto permitirá que Chile logre un rédito de los océanos significativamente mayor que el actual, aparte que el pueblo chileno, conociendo mejor sus recursos naturales, llegue a amar a ese océano y a la vida que contiene. Socializar estas ideas en función de la propuesta Censo de la Vida Marina de Chile, es el objetivo del seminario que convocamos para el 5 de septiembre en el Congreso Nacional.