País y paisaje comparten la misma raíz etimológica. Ambas palabras hacen alusión a la tierra propia, donde uno se reconoce como persona y como integrante de una comunidad. Refiriéndose a esa afinidad de significados, la arquitecto María Dolores Muñoz destacó la importancia del paisaje como constructo de la identidad, iniciando así la mesa redonda Valores ocultos del paisaje urbano, organizada por la facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía, Faug, como parte de su programa de celebración del Día del Patrimonio.
La profesional, académica de la Faug y del Centro Eula, señaló que el paisaje refleja la relación del hombre con la naturaleza, destacando su importancia como parte del patrimonio de una comunidad.
En ese sentido, y destacando que paisaje y patrimonio no sólo se remiten a aspectos históricos ni monumentales, tres tesistas de la Faug presentaron parte de sus trabajos de tesis relacionados con la arquitectura de Concepción entre 1930 y 1939; el valor patrimonial de las caletas, especialmente el caso de Tumbes, y la reivindicación de la calle –Avenida Paicaví- como patrimonio urbano y testigo de la evolución de la ciudad.
Luis Darmendrail fue el primero de los expositores y se refirió a la arquitectura penquista en el período comprendido entre 1930 y 1939, etapa en la que se transitó de una suerte de adolescencia neoclásica a una adultez obligada, producto del terremoto de 1939.
Revisando cada uno de los períodos y los hitos que estos fueron dejando en el desarrollo urbano de la ciudad, fue dando cuenta de cómo se fueron superponiendo diversos períodos arquitectónicos en la ciudad, hasta llegar a 1930, con una arquitectura ecléctica donde el pasado histórico compartía con la nueva arquitectura que, luego del terremoto que destruyó un 75% de la ciudad, pasó a ser la principal.
“Después del terremoto la ciudad crece y surge la idea utópica del Concepción moderno”, señaló, preguntándose luego cómo valoramos hoy la ciudad.
"Paisaje y patrimonio en la caleta Tumbes" fue el tema desarrollado por Daniel López, quien destacó que en este escenario costero se valoran elementos dinámicos, cambiantes intangibles que conforman el paisaje de la caleta.
“En la Región son 74 las caletas inscritas, la mayor cifra a nivel nacional. En ellas el paisaje de borde, dinámico y cambiantes, es el paisaje de la acción y también de la contemplación, como el caso de Tumbes”, sostuvo el joven.
A su juicio, al trasladar a los habitantes hacia el bosque interior –producto del riesgo inminente que demostró el terremoto de 2010 en ese borde costero-, se desarticuló el sistema de vida de los habitantes de Tumbes, desvinculando sus viviendas del ambiente natural y labora que representaba la cercanía el borde. “Cambia la relación con el paisaje y afecta el patrimonio”, sostuvo.
Finalmente, Pedro Orrego se refirió a la Avenida Paicaví como portadora de valores patrimoniales, en un palimpsesto de historias urbnas.
A través de la planimetría, el joven arquitecto demostró cómo esta avenida se transformó de calle barrial a autopista y, más allá, a corredor urbano.