A pesar de la importancia que han adquirido los nuevos movimientos sociales en los últimos años, para el cientista político Alfredo Joignant es impensable que, hoy, estos grupos sean capaces de gobernar sin partidos políticos.
“Esto no es imaginable; no existe caso en el mundo, porque -hasta prueba de lo contrario- los partidos políticos, diga lo que se diga -sobre ellos-, siguen siendo el principal factor de la agregación de las demandas; ya sea en forma de programa de gobierno o eventualmente, de proyecto político”, afirmó en la conferencia que ofreció esta mañana en la UdeC, en la inauguración del año académico de la carrera de Licenciatura en Historia.
En su exposición, el docente de la Universidad Diego Portales abordó la génesis de estos movimientos –situando su irrupción de forma “intuitiva y sorprendente” en Chile, a partir de 2011-, sus virtudes, debilidades y proyecciones.
El doctor Joignant explicó que el origen de los nuevos movimientos sociales en Chile se vinculan a sucesos como el triunfo de la derecha en las elecciones municipales de 2008 y más tarde en las presidenciales, además de los escándalos financieros que afectaron a la clase media-baja, como la colusión en las farmacias y el Caso La Polar, así como los ocurridos al interior de la iglesia.
“Es sobre esas bases que surge una importante condición de posibilidad del cambio en Chile, que es la articulación de nuevos movimientos sociales en un contexto político mucho más favorable. Definitivamente no es lo mismo que movimientos sociales se articulen en contra o en oposición de un gobierno de centro izquierda, o  de centro derecha”, aseveró.
Al caracterizar a estos grupos, el especialista aludió a la particularidad de sus demandas que –indicó- son reivindicaciones y causas "más cualitativas" y, por eso,  menos negociables.  "Esto ya no solamente tiene que ver con dinero, tiene que ver con concepciones de la vida buena; significa que estamos hablando de demandas que ponen en cuestión asuntos de corte normativo. Es una enorme novedad en la sociedad chilena”, dijo.
Otra de las particularidades de estos grupos es que cuentan con una agenda única, que se opone a la posibilidad de escalar hacia agendas más complejas  -un proyecto político, por ejemplo- porque al hacerlo se produce “un efecto disgregador sobre el mismo movimiento”.
Esto es lo que, de acuerdo al investigador, configura la tensión no resuelta entre los intereses particulares y proyectos más generales que viven los movimientos sociales. Y, a pesar de que este aspecto -según Joignant-, ha tenido la virtud de revitalizar programáticamente a los partidos políticos, también representa una debilidad para estos grupos, por cuanto no han tenido la capacidad de “entroncarse” –como ocurrió con los movimientos sociales de los siglo XIX y XX- con fuerzas políticas afines.
Por otro lado, agregó  que, si bien los partidos políticos son capaces de articular proyectos más amplios, tienen dificultad para relacionarse “con demandas que no son transables, porque son cualitativas y porque les es muy difícil entenderse con muchos actores (muchos movimientos)”.
En este contexto, el investigador, señaló la relevancia de incorporar este nuevo elemento (los movimientos sociales) en la discusión sobre la reforma constitucional. “No se trata solo de reformar la Constitución por reformar, por la naturaleza ilegitima del origen ni por sus mecanismos tramposos (…); hay que también abordarlo porque se nos apareció un conjunto de nuevos actores que son capaces -y lo han demostrado- de articular demandas y de mover los límites de lo pensable y lo exigible a las autoridades del Estado. Y si éste no genera una norma compartida con todos sus ciudadanos para que estos nuevos actores puedan tener expresión, me parece que el debate va a ser incompleto”, puntualizó.