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¿Sequía o déficit de lluvias? Experto de la UdeC lo explica

Mientras gran parte de la zona central enfrenta una sequía declarada, que ya se ha hecho ver en los precios de los productos agrícolas,  Biobío –como han señalado autoridades de Agricultura- se ha constituido en  “región frontera” entre las zonas que hoy viven el fenómeno.
En este escenario han abundado las discusiones en el mundo político sobre la  presencia o no de una sequía. Para el especialista de la UdeC, José Luis Arumí, Director del Departamento de Recursos Hídricos de la Facultad de Ingeniería Civil Agrícola, en el análisis de este tema deben primar los criterios técnicos y no políticos, sobre todo porque entraña muchos matices.
“El término sequía es amplio. No depende sólo de la cantidad de lluvias, sino que de los períodos en que estamos sin lluvia, y sus efectos”, señala el  especialista, que además es investigador del Centro de Aguas de la UdeC.
Citando las proyecciones entregadas por el último boletín meteorológico, el experto  indica que “estamos en una fase neutra de La Niña, lo que significa que tendremos probablemente un año normal (en lluvias)”, información que complementa con los datos que arroja el modelo de tendencias, según el cual “no será un año excepcionalmente húmedo, pero tampoco seco”; es decir –afirma- no se resuelven los problemas del embalse de la laguna Laja ni de las reservas de aguas subterráneas.
Con estos antecedentes de base, el académico afirma que más que una sequía lo que hoy se vive en la región es un déficit de precipitaciones, una situación que no es muy diferente a la de años anteriores.  Arumí  agrega  que 2006 fue el último año húmedo y que hoy la falta de lluvia se calcula en aproximadamente un  30%.
Si bien en otras regiones la falta de agua se ha hecho notar en la producción agrícola,  en la nuestra los problemas no son generalizados, sino que se focalizan en ciertas zonas.
El investigador señala que la carencia de lluvias siempre afecta de manera más notoria a pequeños agricultores del sector precordillerano y de la cordillera de la costa (como Quirihue), así como a pequeñas localidades rurales,  cuyos habitantes se abastecen de pozos norias. “Alrededor de Chillán existen muchas localidades de casas aisladas donde resulta difícil y costoso instalar sistemas de agua potable rural y están siendo abastecidas por la Municipalidad”, señala.
Precio de los alimentos

Una inquietud general entre la población es el impacto que el déficit de precipitaciones puede tener en el precio de los productos agrícolas.
A juicio de Arumí este efecto no se genera localmente, pero sí se puede observar -por ejemplo- en el precio de las hortalizas que se consumen en la región y que provienen del norte.  Otro factor que interviene en el precio, dice, es el valor del petróleo, que cruza a todos los ámbitos productivos, pero que encarece la agricultura cuando los agricultores se ven obligados a incorporarlo en su producción.
“Por ejemplo, un agricultor que produce cebollas y usa riego por canal, si se le restringe el agua, tiene que hacer un pozo-zanja, instalar una bomba petrolera y eso implica más costos, lo que hace que sus precios suban”, indica.
No es lo mismo que en otros cultivos, como el kiwi o el cerezo, donde el riego es tecnificado y en los cuales los costos no cambian “porque los sistemas fueron diseñados desde el principio para funcionar con tecnología”.
Por eso, afirma, la falta de agua se torna crítica para los productores de hortalizas, cultivos que en general tiene un nivel de tecnología menor y que debe ser fortalecida en periodos de sequía.
Estas son áreas en las que, a juicio del investigador, la Ingeniería Agrícola tiene mucho que decir, respondiendo a las necesidades del sector e ir generando soluciones aplicada a los productos  y a la producción de alimentos.