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Discurso de Rector Dr. Carlos Saavedra con motivo del Centenario UdeC

Hoy estamos contentos y orgullosos. Hoy nuestra querida Universidad de Concepción está celebrando sus primeros 100 años. Pero lo que nos pone realmente contentos es que nuestra institución ha sabido construir bases sólidas para pensar en los próximos 100 años. Por eso hoy queremos hablar del pasado, del presente pero también del futuro. Sí, porque queremos que la Universidad de Concepción continúe, de manera sostenida, la labor para la cual fue creada.

Quisiera comenzar estas palabras recordando las palabras pronunciadas por la honorable diputada Karol Cariola, exalumna de esta Alma Mater, en el emotivo homenaje que hace pocos días la Cámara de Diputados le brindó a nuestra Universidad en el Congreso Nacional, señaló esto con claridad: la Universidad de Concepción “es el resultado de una comunidad que decide crear su propia universidad, autónoma del Estado, privada por definición, en su forma legal, pero pública de pies a cabeza en su contenido, rol y fundamento original (…) La Universidad de Concepción es el símbolo del triunfo de la artes, del triunfo de la ciencia, del conocimiento, de la libertad de la comunidad penquista, de la humanidad y sus valores por sobre la oscuridad de la ignorancia y del desconocimiento que nos sujeta”. Para mí, como representante máximo de esta casa de estudios, son palabras que me emocionan y me hacen aquilatar el valor entrañable que tiene la Universidad para sus egresados y lo que representa entre las instituciones de educación superior.

Si nos remontamos a 1919 me gustaría destacar el espíritu temerario y la energía que los fundadores de nuestra universidad tuvieron para superar el centralismo capitalino. Sin duda, fue un camino pedregoso, pues hubo detractores importantes y trabas burocráticas que parecían insalvables. No obstante, los fundadores haciendo eco del espíritu de precursores estaban convencidos de que la creación de la Universidad era una necesidad prioritaria de todos los penquistas y que su ejecución beneficiaría a todas las provincias desde el Maule hasta el sur. Era, pues, una idea nacida en provincia que se lograría con el esfuerzo de las provincias, incluso prescindiendo de Santiago. De ahí que los primeros apoyos y donativos provinieran de las más singulares fuentes, incluyendo personas naturales, asociaciones gremiales, empresas, municipalidades. Se organizaron kermesses, veladas teatrales y diversos beneficios para reunir fondos… A la luz del tiempo, resultan pintorescos estos datos de los primeros años de nuestra institución, que nos revelan lo entrañable que era y es la Universidad de Concepción para la comunidad penquista y para las localidades del sur de Chile, desde su origen.

En enero de 1919, el Dr. Virginio Gómez decía: “Nuestra Universidad no es la obra de unos pocos, sino la de toda una mitad del país, y se hace necesario que la otra mitad nos preste sus luces y nos facilite con su ayuda la creación de un centro de cultura que corresponda a nuestras necesidades y nos permita formar generaciones más felices”.

Y así aparecen los cursos de Dentística, Farmacia, Pedagogía en Inglés, Matemáticas y Química Industrial. Cinco cursos, precursores de las 91 carreras que hoy imparte nuestra Universidad de Concepción, distribuidas en sus campus de Concepción, Chillán y Los Ángeles.

La elección de los primeros cinco cursos revela algo sumamente interesante y que resulta significativo: desde sus orígenes, nuestra institución ha tenido una doble vocación: primero, que la inspira un fuerte compromiso con las necesidades de los habitantes de la región y del país. Así, la carrera de Química Industrial nace como una respuesta al cambio tecnológico que introdujo el salitre sintético, que obligó a buscar nuevas fuentes de sustento a la economía nacional. Esto constituyó la base de la futura industria petroquímica y siderúrgica; la carrera de Pedagogía en Inglés fue creada para participar en los desafíos del comercio internacional en nuestros puertos; el inicio de los cursos de Dentística y de Farmacia estuvo fuertemente motivado por los problemas de salud vigentes a inicios del siglo XX, problemas tan graves que, en Concepción, el índice de muertes llegaba al 35 por mil, razón la cual Gonzalo Vial no duda en calificar a Chile en esta época como “el país de los muertos”. Al respecto, un punto que deseo destacar aquí es que la primera generación del curso de Farmacia estuvo conformada íntegramente por mujeres, por 24 valientes y visionarias mujeres de nuestra zona, en un momento de la historia en que la educación mixta era vista con desconfianza por algunos sectores. Y, sin embargo, nuestra Universidad apostó por ellas en igualdad de oportunidades con sus compañeros varones. La historia nos ha dado la razón.

En total, 111 estudiantes conformaron la generación fundacional de 1919; los que apenas representan un 2% de los 5 mil 269 jóvenes que este año ingresaron a primer año en 2019, es “la generación centenario” y en ellos queremos reflejar lo mejor que hemos construido hasta ahora y todos los sueños y desafíos que tenemos para el futuro.

Junto con el compromiso local, la Universidad de Concepción fue fundada en la convicción de estar llamada a una vocación global. En el libro Desde California a Harvard, el rector fundador Enrique Molina relata detalladamente el recorrido que hizo, entre noviembre de 1918 y junio de 2019, por las principales universidades norteamericanas, viaje que tuvo como finalidad buscar ejemplos inspiradores de excelencia académica, organización e infraestructura para la universidad penquista, es decir, la búsqueda de antecedentes inspiradores para la creación de esta universidad local, pero de alcance mundial. Esta mirada dual, esta complementariedad entre el compromiso local y la vocación mundial, continúa totalmente vigente en nuestra universidad, lo que ha contribuido a ensanchar las fronteras del conocimiento y a dar respuestas a las necesidades e intereses de nuestra ciudadanía para alcanzar el desarrollo integral de todos los habitantes del país. ¡Vocación mundial y compromiso local es la herencia que hemos recibido y la que legaremos a nuestros sucesores!
Otro hito importante de este periodo fundacional lo constituye la creación de la Federación de Estudiantes de Concepción, tan solo a dos meses de haberse dictado la primera clase. Su primer presidente fue Eliacer Mejías Concha, quien más tarde sería Ministro del Interior Suplente, en el gobierno radical del presidente Juan Antonio Ríos, y Diputado de la República en varias oportunidades. Los objetivos que perseguía esta primigenia Federación fueron procurar representación, eficacia y bienestar a sus asociados y contribuir a la mayor difusión de la cultura entre todos los círculos de la sociedad, concibiendo para ello una Universidad Popular. No se trataba de hacer de la UdeC una universidad popular, sino de crearla ellos, para los obreros, para “orientar su incipiente cultura, mediante el aprendizaje de algunas disciplinas científicas indispensables a dicho objeto”, cito las palabras de Eliacer Mejías. Esto marca, desde sus inicios, un valor muy arraigado en nuestra comunidad: la responsabilidad social y el compromiso con el desarrollo de los sectores populares. Se trata del sello que nuestra Universidad imprime en sus egresados, egresados que se han convertido en embajadores de la experiencia universitaria que se vive en la Universidad de Concepción, que llevan en el pecho la antorcha encendida de su escudo y en sus oídos resuena aún el repiqueteo armonioso del campanil, que les recuerda a qué están llamados.

Como vemos, la primera década está marcada por la puesta en marcha. A los cinco cursos iniciales, se les van sumando los cursos de Medicina, Francés, Química Analítica. A la par con el descubrimiento de la penicilina, se crea la Escuela de Farmacia; en paralelo, la Escuela de Medicina, el Instituto de Fisiología, la Escuela de Educación, la Escuela de Aplicación, el Instituto de Orientación Profesional, la Escuela Dental, la Escuela de Ingeniería Química y la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales. Varios profesores son enviados al extranjero por comisión de estudios.

En esta década, Concepción comenzó a sentir como propia la universidad. Es el primer paso de la unión simbiótica de Concepción con su Universidad. Pero los alumnos y alumnas que llenaron las primeras aulas de la UdeC no solo procedían del Gran Concepción, como decimos hoy, sino que, “acuden desde Iquique hasta Chiloé”, atracción que, afortunadamente, todavía permanece.
Así como el equipo fundador estuvo marcado por su espíritu pionero. Las casi cuatro décadas que siguieron son años duros en lo económico y en las condiciones sociales y políticas en las que la joven universidad debía caminar. Pero el ímpetu no decae. Es parte de la épica de los primeros años.

En un afán de mejoramiento continuo, se invitó a profesores extranjeros y de otras partes del país a ejercer docencia e investigación en la Universidad de Concepción. Entre ellos, destaca la contratación del profesor David Stitchkin, quien décadas más tarde sería el recordado primer sucesor de don Enrique Molina.

En la década del `30, se crea la Facultad de Filosofía y Educación y se dictan cursos libres de Filosofía, o complementarios, muchos de los cuales fueron dictados por el mismo Enrique Molina. También se crea el Departamento de Información y Experimentación Agrícolas. Entre las publicaciones académicas, aparece la Revista de Derecho, en 1933. Se urbaniza el campus y se construyen los edificios de Ciencias Jurídicas (Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Derecho), de Educación (Facultad de Humanidades y Arte), Instituto de Química y Farmacia (Facultad de Farmacia) y el Instituto de Biología (Facultad de Ciencias Biológicas), es decir, los primeros edificios patrimoniales del campus Concepción.

Nace el legendario “Teatro de Universidad de Concepción”, el TUC, en 1945, cuyo primer director fue, curiosamente, don David Stitchkin, con la obra inaugural La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca.
En esta época, la matrícula llega a tan solo 800 estudiantes.

Pero en 1939, ocurrió el terremoto de Chillán. Este hecho marcó el rumbo de los años siguientes. Algunos edificios, como el de Lenguas, fueron facilitados a la comunidad local para atender a los heridos. Fueron años de estrechez y solidaridad, que afianzaron los lazos entre la joven casa de estudios y la ciudad de Concepción.

En 1954, la comunidad chillaneja se incorpora al proyecto universitario, con la creación de la carrera de Agronomía, en el marco del llamado Plan Chillán, del Ministerio de Agricultura. Nuevas carreras, nuevos espacios, nuevos desafíos. Hoy, el campus Chillán se yergue orgulloso con sus facultades de Agronomía, Ciencias Veterinarias e Ingeniería Agrícola y con sus escuelas de Ciencias Jurídicas, Enfermería y de Negocios, en vísperas de convertir a Chillán en la ciudad universitaria de la región de Ñuble.

Mientras el mundo se asombraba con el lanzamiento del Sputnik y el desarrollo de los circuitos integrados, el láser y la fibra óptica, Concepción veía surgir en 1956 un nuevo referente universitario: don David Stitchkin Branover. Su recuerdo como rector está íntimamente ligado con la conformación del actual campus universitario de Concepción, con la instauración de la idea y la concreción de la ciudad universitaria y con el impulso superlativo que le dio a las artes y a las humanidades.

En su rectorado, se crean los institutos centrales, inicialmente cuatro: Biología, Física, Química y Matemáticas, los que buscaban la autonomía de la docencia respecto de las escuelas profesionales; en otras palabras, el objetivo era optimizar la labor de los departamentos, los que ya no estarían sometidos al arbitrio de una carrera en particular, sino que prestarían servicios a las diversas carreras que requirieran de su docencia.
Tal vez el aporte más notorio del rectorado de don David sea la urbanización del barrio universitario. Destaca aquí la figura del señor Emilio Duhart, el arquitecto que transformó el campus Concepción en el inmenso parque que hoy disfrutamos. Fue él quien diseñó el foro a los pies del ya existente simbólico campanil, construido el año 1943, en armonía con los edificios patrimoniales situados hacia el norte del campus. Como el mismo rector Stitchkin señaló en su oportunidad, el foro constituye “un magnífico regalo para la ciudad por su gran belleza”, pero también constituye “un vivo homenaje al fundador de la universidad, Enrique Molina Garmendia”. El foro es, sin lugar a dudas, el gran anfiteatro de Concepción, el ágora perfecta en las suaves noches de verano de nuestra ciudad.

En 1958, con la contratación del poeta Gonzalo Rojas, la Universidad de Concepción se convierte en uno de los puntos de reunión de los escritores más influyentes de la época. Los Congresos de Escritores organizados por el poeta, a petición del rector Stitchkin, son los precursores del fenómeno literario denominado Boom Latinoamericano, que situó la creación literaria latinoamericana en los ojos de los lectores del mundo.

En 1952 se inician las actividades de la Orquesta sinfónica, que se incorpora oficialmente a la universidad el año 1958, siendo la principal orquesta sinfónica de regiones hasta la fecha y una de las tres principales en el país. En 1959, surge uno de los medios de extensión y difusión más emblemáticos de nuestra casa de estudios: la radio Universidad de Concepción, cuya misión es “difundir el quehacer universitario, la cultura, el arte, con énfasis en la música selecta”. Hasta hoy, la orquesta sinfónica y Radio UdeC están siempre presente en los eventos culturales universitarios, en constante actualización y progreso, gracias a la gestión de sus directores y directoras y sus equipos profesionales.

Pero en 1960, otro terremoto asola el sur de nuestro país y el edificio de la escuela dental tuvo que ser demolido. Sin embargo, don David proyectó sobre sus cimientos uno de los edificios más entrañables de nuestra casa de estudios:

La Casa del Arte “José Clemente Orozco”, más conocida por todos como la pinacoteca, fue construida sobre los cimientos de la escuela dental destruida en el terremodo de 1960. La edificación contó con el apoyo económico y cultural del Gobierno Mexicano, alberga la colección de pintura chilena más importante del país junto al imponente mural “Presencia de América Latina”, en que nuestra América hispana se ve retratada en sus formas y alegorías, por eso las palabras de Neruda resultan ser las adecuadas: “Y no hay belleza como esta belleza / de América extendida en sus infiernos / en sus cerros de piedra y poderío / y en sus ríos atávicos y eternos…”

En el año 1962, se crea el campus Los Ángeles, con la apertura del Curso Normal, dependiente de la Facultad de Filosofía y Educación, con lo cual “se inician las actividades encaminadas a establecer un Centro Universitario destinado a satisfacer las necesidades impuestas por el desarrollo de la provincia de Bío-Bío”, según se consigna en las Memorias del Directorio de ese año. Durante el año siguiente, se agregaría el curso de Topografía y el Curso de Formación para Carpinteros Agrícolas, a cargo de CORFO. Hoy, el campus Los Ángeles cuenta con 11 carreras, repartidas entre las áreas de ciencias y tecnologías, enfermería y educación y se encuentra ad portas de avanzar hacia un crecimiento y autonomía mayores.

En continuidad con la idea de los institutos centrales, comenzada en el rectorado de don David Stitchkin, el rector González Ginouvés, en 1965, impulsa la creación de los institutos centrales de Filosofía, Lenguas, de Historia y Geografía y de Sociología, además del Centro de Antropología y Arqueología.

En el pensamiento de don Ignacio González Ginouvés, destaca un hondo humanismo, corona de las ciencias y de la técnica. Creía firmemente que lo que Chile necesitaba era una reforma de todo el sistema educacional, que asegurara “a cada chileno las oportunidades para gozar plenamente de la vida civilizada en comunidad (…), de acuerdo con sus gustos, de acuerdo con su capacidad, de acuerdo con sus inclinaciones y con sus oportunidades, y sin limitaciones injustas, irritantes, absurdas”. Por ello, en abril de 1968, presentó a la comunidad un ensayo de reforma universitaria, un texto adelantado para su tiempo, en el que se vislumbran como proyectos muchos de los actuales edificios y caracteres de nuestra Universidad, como por ejemplo, la construcción del edificio actual de la Biblioteca Central, del Plato, de la Facultad de Educación y el de la Facultad de Ciencias Sociales; se proyecta en la reforma la escuela de graduados, se organizan las vicerrectorías, entre las que, curiosamente, se encontraba la actualmente discutida Vicerrectoría de Docencia.
Después del rectorado de don Ignacio González Ginouvés fue elegido nuevamente don David Stitchkin. Este periodo fue breve y dio paso a una etapa de recordada épica: la etapa de la triestamentalidad que inaugura don Edgardo Enríquez Frödden.

El rectorado de don Edgardo Enríquez Frödden se destacó por llevar a cabo lo que, años anteriores, varios sectores estudiantiles del país solicitaban a las casas de estudios superiores: la reforma universitaria. Fuimos la primera universidad chilena en instalarla y en actuar en consecuencia. Es curioso que este gran paso para nuestra Universidad coincida con ese “pequeño paso para el hombre, pero gran salto para la humanidad” que fue el haber pisado por primera vez la Luna. De acuerdo con el Consejo de Difusión Universitaria de 1972, a cargo de la publicación de los discursos de homenaje que los estudiantes rindieron a don Edgardo Enríquez y al señor vicerrector Galo Gómez Oyarzún, la administración del rector Enríquez “consiguió una definición de la misión universitaria en estricta relación con las luchas que hoy libra el pueblo en busca de un destino mejor”. Con la Reforma Universitaria, ellos transformaron la Universidad de Concepción en la “casa del pueblo”, en la que “todos los votos tienen el mismo valor: el de docente, estudiante, administrativo y auxiliar”, como dijo en la ocasión don Galo Gómez. ¡Y cómo no, si don Edgardo Enríquez Frödden fue el primer rector electo por toda la comunidad universitaria, por docentes, no docentes y estudiantes!

En su época, se triplicó el número de matrículas de pregrado respecto de años anteriores, incorporando, sobre todo, estudiantes procedentes de estratos sociales menos privilegiados en lo económico y cultural; se construyó el estadio de la UdeC y se solicitaron los permisos para crear un canal de televisión propio, lo que serían los inicios del actual TVU. Se gana la autonomía universitaria, que implicó adquirir la libertad y autodeterminación en el plano económico, académico y administrativo de las que hoy gozamos. El rector Enríquez logró, además, que se reconociera para la Universidad de Concepción el derecho de las universidades no estatales de la época de ser financiadas por el Estado. ¡Un derecho histórico!

Crea, además, la Escuela de Postgrado, hoy Dirección de Postgrado. Gracias a su gestión, el campus creció un 38% respecto de lo que se había construido desde la fundación; de 30 carreras en 1968, se aumentó a 72 hacia fines de su mandato; traslada la Biblioteca Central desde Barros Arana a su actual ubicación, en el bello edificio que lleva el nombre de su primer director, don Luis David Cruz Ocampo.
También crea, en 1971, el desaparecido Instituto Central de Arte, formado por la Escuela de Música, la Casa del Arte, la Orquesta, el Coro y el Teatro, todos los cuales funcionarían con los departamentos de Artes Musicales, Artes Plásticas y Visuales, Artes Teatrales, Coro y Orquesta, y Educación por el Arte.

El rectorado de don Edgardo Enríquez fue altamente valorado por sus contemporáneos, tanto colegas como estudiantes y comunidad nacional. Lo sucederá en el cargo don Carlos von Plessing Baentsch, en un ejercicio de democracia universitaria único.

Don Carlos von Plessing fue el segundo rector elegido por votación triestamental. Pero, lamentablemente, su proyecto de gobierno no pudo llevarse a cabo en su totalidad, pues su rectorado, democráticamente elegido, se vio interrumpido por el Golpe Militar, que acabó, también de golpe, con la Reforma Universitaria y puso un paréntesis en los procesos de democracia nacional, incluyendo también las universidades chilenas. Más tarde, en 1987, a don Carlos von Plessing le correspondió asumir nuevamente la conducción de la universidad, en el período previo a la recuperación de la democracia, en una transición anticipada hacia el restablecimiento de la vida universitaria, en cuyo período inicial se reintegraron cientos de estudiantes previamente exonerados.

Al llegar a este punto de mi relato, debo excusarme por no referirme en detalle a los rectorados de don Augusto Parra Muñoz y don Sergio Lavanchy Merino, pues se trata de historia reciente. Todavía es preciso que los años decanten los avances que bajo sus respectivos mandatos se produjeron. Por ahora, solo me es lícito reconocer los significativos pasos dados para el fortalecimiento de la infraestructura y de las plantas académicas; el desarrollo y consolidación del postgrado y la investigación como actividad extendida en la universidad, convirtiéndose así nuestra universidad en un referente nacional y latinoamericano de excelencia, proceso coronado por la acreditación máxima de siete años que ostentamos en la actualidad. Afortunadamente, ambos ex-rectores nos acompañan el día de hoy y solicito para ellos un gran aplauso por su aporte al desarrollo y crecimiento de nuestra universidad.

Pero sí quiero referirme al futuro. Una historia como la nuestra, con ese empuje de los primeros años, con el aplomo de los años posteriores, con este ideal innato de universidad completa, compleja y moderna, como decía ya tempranamente don Virginio Gómez González, debe proyectarse con grandes propósitos hacia el futuro, un futuro que se acerca vertiginosamente y que, por lo mismo, es preciso acometer con presteza, valentía, decisión y asertividad, sin temor al fracaso o, mejor dicho, con el temor necesario para no equivocarse, pero de ningún modo con el miedo que no permite avanzar. Esta universidad “respeta y agradece a la comunidad que la fundó y defendió durante su infancia y, como demostración de ese respeto y reconocimiento, ahora es ella la que protege y desarrolla la región”, como ya decía el rector Enríquez Fröden, en 1972.

Por ello, esta rectoría propone a la comunidad universitaria, en particular, y a la comunidad nacional, en general, cinco ideas de progreso, cinco ejes que, en nuestra opinión, debemos abordar a la brevedad para caminar hacia el futuro y desarrollar la región que nos vio nacer, que nos vio crecer y desarrollarnos como universidad.

I. La concreción final del Parque Científico y Tecnológico del Biobío (PACYT-Biobío) constituye una oportunidad mayor de desarrollo para nuestra ciudad, nuestra región y nuestro país. Con mucha alegría y satisfacción puedo informar que con fecha 14 de mayo 2019, coincidiendo con el Centenario de la universidad, se inician las obras de urbanización de este desafiante proyecto, convirtiéndose así en el primer hito hacia la transformación de la matriz productiva de la región, aportando así en el tránsito desde una matriz basada en el extractivismo y en materias primas a una basada en el conocimiento. El aporte de nuestra Universidad estará en instalar el conocimiento al centro del desarrollo sustentable. Los socios de la Corporación PACyT Biobío son el Gobierno Regional y la Universidad de Concepción; sin embargo, este proyecto requiere incorporar todas las capacidades y talentos científicos y tecnológicos de la región, implica a todas las universidades, entidades políticas y empresariales. Como en su periodo fundacional, la UdeC de nuevo será un punto de convergencia de voluntades. El parque deberá generar sinergia entre estas distintas organizaciones, locales y extranjeras, para lograr la integración y colaboración necesarias para proyectos de esta envergadura. Todos nuestros esfuerzos desde ahora estarán volcados hacia materialización de proyectos como el Centro de Tecnologías Futuras en Cobre; un Centro en Tecnologías de Información y Comunicación para aportar a la concreción de una industria 4.0; un Centro de Innovación flexible para la atracción de innovadores y emprendedores y para la llegada de empresas y células empresariales. Cuando el PACYT sea realidad, comenzará una nueva historia para nosotros como Universidad y como país. El Parque Científico y Tecnológico nos pondrá en la historia, tal como en un lejano marzo de 1919, la primera clase de Farmacia, en calle Caupolicán, puso a la Universidad de Concepción en los libros de los tiempos.

II. ¿Qué duda cabe de que el campus Chillán ha llegado a su madurez, por lo que es preciso que tome las riendas de su devenir y devuelva la mano a la comunidad chillaneja que lo acoge. Este campus convertirá a Chillán en una nueva ciudad universitaria. La nueva región de Ñuble ofrece una oportunidad privilegiada para esto, en el sentido de que potenciar la Universidad de Concepción en esta zona permitirá replicar, en el mediano y largo plazo, la transformación que protagonizó Concepción con la presencia de la UdeC en la ciudad penquista. Se han dado los pasos necesarios para comenzar a construir el plan maestro que nos permitan construir la imagen y el carácter de este nuevo barrio universitario integrado y abierto a la ciudad de Chillán, tal como lo hizo Emilio Duhart, entre 1957 y 1958, para Concepción. Iniciaremos este proceso junto a la comunidad del campus Chillán, lo que nos permitirá definir el crecimiento académico y de infraestructura requeridos para las próximas décadas y que den respuesta a las necesidades de la joven región del Ñuble.

III. El tercer eje de futuro es cumplir un anhelo largamente esperado por la comunidad académica del campus Los Ángeles: transitar desde las actuales escuelas a facultades autónomas, de modo que el campus de la ciudad angelina tenga mayor protagonismo en la toma de decisiones y estas nuevas facultades, sus autoridades y departamentos, se instalen como pares de sus correspondientes en Concepción. En el Campus Los Ángeles también iniciaremos la elaboración de un Plan Maestro que permita proyectar el crecimiento futuro del Campus, pues existen severas limitaciones espaciales para crecer en la ubicación actual; sin embargo, existe la posibilidad de edificar nueva infraestructura en otras instalaciones universitarias. Esto ayudará a recuperar la presencia nacional, sobre todo en la zona de Bío-Bío, a partir de las capacidades disciplinarias instaladas entre los académicos y académicas de Los Ángeles.

IV. Hemos iniciado el fortalecimiento del posicionamiento de la Universidad de Concepción en la capital, signo que reafirmará el carácter de universidad regional de alcance nacional. En julio próximo, inauguraremos la nueva sede que permitirá desarrollar programas de diplomado y postgrado de características únicas en el país, aportando a la formación de personas con capital humano avanzado; permitirá también impulsar la realización de nuevas actividades por parte de facultades y centros de investigación; se consolidará el nodo Santiago de la red Alumni-UdeC, que posibilitará agrupar a todos nuestros ex estudiantes residentes en la región metropolitana, generando así una merecida oferta de valor para ellos; por último, la nueva sede en Santiago facilitará la realización de actividades artísticas y culturales y la creación de nuevos espacios de visibilidad para la actividad universitaria de nuestra comunidad UdeC.

V. El quinto eje de futuro consiste en avanzar hacia la concreción de una universidad abierta, formación de calidad a través de un cuarto campus, un campus virtual. Este nuevo campus nos permitirá atender primariamente a la formación no presencial de nuestros estudiantes de pre y postgrado, y al tiempo que permitirá establecer una oferta para todas aquellas personas que deseen continuar sus estudios sin la necesidad de buscar títulos o grados. Durante el presente año, hemos comenzado a establecer las bases tecnológicas para el desarrollo de este nuevo campus. Sabemos que tenemos las capacidades técnicas y académicas para alcanzar este objetivo y sostenerlo en el tiempo, asegurando la calidad y rigurosidad que nos caracteriza. Esto permitirá también dar un paso más hacia la internacionalización del quehacer universitario, pues ya no será necesario movilizarse hasta Concepción, Chillán, Los Ángeles o Santiago para estar aquí, en la UdeC. Con ello, estaremos haciendo vida las palabras proféticas que don Virginio Gómez dijera en 1917: “La Universidad de Concepción no será creada por las necesidades de hoy, sino que también servirá las de esta región, mientras la humanidad busque las fuentes del progreso en instituciones como ella”.

A lo largo de este discurso, he querido demostrar que nuestra Universidad, en sus cien años de existencia, ha intentado transformar el país mediante la generación de conocimiento, la formación profesional y el fomento de las artes y la cultura.

A lo largo de este discurso, pero sobre todo, a lo largo de los cien 100 años de vida de la Universidad de Concepción, podemos constatar con satisfacción que este proyecto de educación universitaria pública, de características únicas en nuestro país y el mundo, se encuentra consolidado y profundamente arraigado en la comunidad nacional y con gran reconocimiento internacional, proyecto que ha aportado sin lugar a dudas al desarrollo cultural, artístico, científico y tecnológico de Chile y que ha ampliado las fronteras universales del conocimiento.

Esta universidad, nueva y centenaria a la vez, mantiene la vitalidad original y se proyecta con energía hacia su segundo siglo de vida, con desafíos de envergadura mayor, desafíos que, no me cabe duda, su comunidad sabrá acometer en forma exitosa.

Hoy, al cumplir cien años de existencia, renovamos nuestro compromiso de servicio público, que nos ha acompañado y guiado a lo largo de toda nuestra historia. También asumimos un compromiso público con los diecisiete objetivos de desarrollo de sostenible planteados por Naciones Unidas el año 2015, que incluyen educación de calidad, igualdad de género y ciudades y comunidades sostenibles, porque hoy, la UdeC somos todos y todas. Como dijo alguna vez el rector González Ginouvés, “somos responsables solidarios del prestigio de esta Universidad”. Por ello, exhorto a cada una y a cada uno de ustedes:

¡Universitarios arriba, de pie!

Muchas gracias.