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Aldea

De la crisis energética a las inundaciones... Chile, un país de contrastes

    Pero esa no es la cuestión que nos preocupa. El hecho concreto es que cuando se vive la sequía plena, todos alzamos la mirada al cielo rogando a San Isidro que se apiade de la agricultura, el sector energético y otras huifas. Los más inteligentes, generalmente miembros de las empresas que trabajan para el SERVIU, construyen casas y viviendas básicas en lugares ultrasecos (como no, si entonces estábamos en sequía), olvidándose de que somos un país mediterráneo, y que en una de esas llegan frentes de mal tiempo que nos dejan con el agua hasta el cuello, como ocurre en estos días.
    Hace poco menos de un mes, Chile entero se quejaba por los cortes de luz, que se prolongaron hasta mantenernos a oscuras hasta por un lapso de dos horas diarias. Los embalses estaban en su cota mínima, y para asegurar el suministro en los meses venideros, en caso que no lloviera, era necesario hacer un sacrificio.
    Al Ministro de Energía, Oscar Landerretche, debe haberle salido caro el ítem de maquillaje, con tantas apariciones en televisión anunciando y desanunciando cortes y situaciones de emergencia. De todas maneras, se notaba que las eléctricas no estaban ni ahí con las multas que el Estado les cobraría por los problemas en el Sistema Interconectado Central, sobre todo considerando la caída que tuvo para las elecciones primarias, y otras pifias que no va al caso recordar.
    Me estoy refiriendo concretamente a la Villa Los Héroes, de la comuna de Maipú, que recientemente apareció en televisión producto de las inundaciones que los aquejaban. Dentro de sus casas, el agua llegó a los treinta y cinco centímetros de altura, mojando todo lo que encontró a su paso. Y eso que son "soluciones habitacionales" nuevas, entregadas en abril pasado por el mismo Presidente Eduardo Frei, al que no se le vió ni la nariz para pedir disculpas.
    El problema va más allá de los lamentos, quejas y denuncias. Lo que se necesita es una adecuada prevención, para evitar situaciones similares, que vienen ocurriendo hace varios años. El cuento es el mismo: terminado el verano, la sequía es mayúscula, y comienza el período de ruegos a San Isidro. Justo ahí es el momento para educar a la gente para limpie sus tejados y canaletas, a fin de permitir un expedito paso de las aguas. Pero eso a la ONEMI se le olvida, y después se ve superada ante las peticiones de ayuda para los damnificados.
    Sin duda, tenemos que estar preparados, porque así como se pasa de la risa al llanto, asimismo vamos de la sequía a las inundaciones... después de todo, Chile es un país de contrastes.

 

cuento.gif (20400 bytes)    Comentario

Todavía libre de censura

Desde hace un par de años, estamos siendo testigos de un proceso de masificación de la utilización del fenómeno internet; catalogado de esta forma precisamente por la dificultad de encasillarlo dentro de los paradigmas tradicionales de los medios de comunicación de masas.

La magia de esta "red de redes" radica en su naturaleza virtual, la cual condiciona la construcción de una nueva realidad multidireccional, que escapa a los parámetros habitualmente conocidos y controlados por la sociedad.

Debido a esta facultad y al inmenso poder que internet encierra, es que numerosas organizaciones de todo el globo, se encuentran protagonizando campañas que promueven la censura de este medio. Los argumentos que sustentan estos movimientos tienen que ver principalmente con la facilidad de acceder a páginas que riñen con la moral y las buenas costumbres socialmente aceptadas. Algunas familias de nuestro país se han visto seriamente aproblemadas por que a través del computador sus hijos menores de edad pueden acceder sin ninguna dificultad a sitios pornográficos. A muchos también les ha preocupado la existencia de lugares polémicos en la red tales como, el negocio de la pornografía, la pedofilia, la instrucciones para construir bombas, los ritos de las sectas satánicas, la aparición de libros prohibidos, etc.. hay para todos los gustos.

A partir de esto cabe preguntarse si es conveniente que un menor de edad pueda acceder a estas "páginas cochinas"... Cualquiera que fuese la respuesta urge más cuestionarse, si lo que ven o no ven los menores será un problema del Estado, de algún ente fiscalizador o de los padres. El conflicto surge cuando estos últimos pretenden delegar la educación de sus hijos a otras instituciones que les garanticen la excelencia moral que ellos esperan.

Si consideramos la naturaleza de internet y su carencia de obstáculos tanto para recibir como para entregar información, es obvio que son los padres quienes deben asumir el rol de fiscalizador frente al abanico de posibilidades que presenta la red y no una supraorganización que controle al único medio de comunicación que nos va quedando inmune al mal de la censura.

                                    Carolina Parada Gavilán.
                                    Alumna 4° año Periodismo

 penicon.gif (928 bytes)   penicon.gif (928 bytes)   El Profe

    Cuando se le pide a alguien escribir un artículo, se espera que sea sobre algún tema interesante y ameno. En mi caso, no estoy seguro de que las siguientes líneas sean un tema que cumpla con esa premisa. Si en realidad lo fuera, sería un boom en todos los medios de comunicación y estaría contribuyendo a vender más periódicos y a lograr mejores ratings.
  
Me refiero a la actitud positiva de las personas y todo lo que se relaciona con los valores humanos de la sociedad y a las noticias positivas en los medios de comunicación, que son cada vez más escasas, pero más necesarias.
    En una época en que, por decir lo menos, el mundo se encuentra en dificultades de toda índole, las malas noticias son cosa frecuente en nuestras vidas. Es tanto, que incluso parece que hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante catástrofes que afectan a miles de personas en todas partes del mundo.
    La famosa globalización entre otras cosas, trajo la Guerra del Golfo, los bombardeos de Yugoslavia y otras escenas macabras al living de nuestras casas, haciéndolas tan cercanas y cotidianas que llegan a parecer irreales y dejan de conmovernos.
    Nos quejamos además, de que la vida es cada vez más dura y que cuesta cada vez más sobrellevar la difícil carga de vivir y progresar en un medio altamente competitivo e impersonal.
    Las empresas exigen a sus empleados que atiendan mejor a los clientes, que tengan permanentemente una actitud de servicio, pero se olvidan fácilmente de que ellos también son personas que se cansan, que desean pasar los fines de semana con su familia, que se enferman y que se desaniman.
    Por otra parte, la situación económica hace menos estables los empleos y cada uno trata a toda costa de conservar el suyo, incurriendo normalmente en sacrificios que van, por lo general, en desmedro del tiempo familiar, de la relación con su pareja, de ver y disfrutar a sus hijos mientras crecen.
    Los padres y madres son sustituidos por la televisión, que con un manto de entretención pasa a ser la principal fuente de hábitos, cultura, miedos y mala educación de los futuros adultos del mundo. Muchos ejemplos podríamos encontrar de programas infantiles que impactan aún a los adultos por sus contenidos de extrema violencia, expresados en las acciones, colores y sonidos utilizados.
    Entonces, en nada deberían extrañarnos las quemas de neumáticos, tomas de calles y enfrentamientos con policías que vemos en nuestro país y en muchas otras partes del planeta, protagonizadas generalmente por jóvenes universitarios o en edad de serlo.
    Qué hacer al respecto, es la pregunta del millón de dólares. A lo largo del mundo se crean comisiones y se estudia el problema. Los investigadores sociales elaboran teorías llenas de tecnicismos, mientras los políticos se entretienen culpando ácidamente a sus adversarios por la violencia existente. Entretanto, los medios de comunicación se hacen eco de sus declaraciones, parcializando y desorientando aún más al ciudadano común.
    Mientras, el tiempo pasa. Los niños de ayer son los jóvenes de hoy y quizás los adultos de mañana y cada día nacen nuevos "combatientes" para llenar las calles.
    Es cierto que todas las generaciones han cometido errores y que son las siguientes las que sufren las consecuencias. Pero, si este mundo es tan nuestro como lo fue de nuestros padres y abuelos y lo será de nuestros hijos, por qué no comenzar a cambiarlo ya. ¿Porqué permitir que pasen cosas que nos molestan y ser sólo espectadores? ¿Será que estamos esperando la oportunidad correcta para decidirnos a actuar? ¿Y cuándo nos cuenten un buen chiste, también nos reiremos al día siguiente?
    Leí alguna vez que un científico predecía que si todos los chinos saltaban a la vez, se produciría una catástrofe fenomenal. La suma del cambio de actitud de cada uno de nosotros, es el cambio del mundo. ¿Qué pasará si todos sonreímos más, si somos más amables con los ancianos, con los minusválidos, con los vecinos, con los colegas, si queremos más a los niños, si perdonamos más los errores de otros, si nos disculpamos más por los nuestros?
    ¡Comencemos el cambio hoy! Padre nuestro, que estás en el cielo, perdona nuestras ofensas como nosotros… .

Eduardo Castillo Morales
Ingeniero Comercial
Master en Márketing y Gestión Comercial
Profesor Depto, Comunicación Social
U. de Concepción
e-mail: edcastil@udec.cl

                                                    

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