pen-.jpg (8729 bytes)Con Tinta en las Venas

           

TODO ACABA UNA VEZ MÁS

Al bajarme quería decirte tantas cosas, mirarte, tomar tu brazo y decirte mi chico, cuídate, te quiero mucho. Pero sólo me despedí con la mente, porque no fui capaz de llevarlo a palabras, a decirlo, a que lo escucharas.

Fue un paréntesis, un alto a nuestras vidas, como esos que se dan derrepente con la gente que te encuentras en la calle, y le preguntas cómo está y ellos te responden que bien, para no quedarse ahí, para no contar lo que pasó y al fin no nos preguntamos mucho, no nos preguntamos nada.

Creamos un momento de conexión donde de nuevo nos encontramos, reímos y sentimos esa paz, que sólo tengo contigo, que nadie más me la da. Donde da lo mismo hablar o no. Sólo basta el estar, ambos siendo espectadores de una película de mala muerte, de esas con bajo presupuesto y sin color. Mientras la otra parte del elenco lo forma los otros que están alrededor, pasando a ser protagonistas.

Paso por tu vida unas tres veces al año, o sea poco. O sea nada. Te han y me han pasado muchas cosas que son mejor no hablarlas para no perder el tiempo que nos queda, para no desperdiciarlo - pensamos -.

Solos en una pieza, con el sol dando en la cara, mientras el humo de tu cigarro se cuela entre la persiana, que molesta, desagrada. Con el momento grabado para siempre, tan separados para ni siquiera alcanzar a tocar, a rozar.

Da miedo estar tan cerca y empezar a sentir demasiado, da miedo que es mejor no establecer contacto, prefiriendo momentos así donde la incertidumbre de lo que podría haber pasado pero no pasó está y la imaginación se hecha a correr, porque la mente da para mucho, pero es mejor bajar y no pensar.

Al fin el teléfono sonó, esperabas esa llamada, la necesitabas más que a nada en ese momento...

Llegamos al final del camino, miradas de reojo, tratando de guardar en la memoria nuestras caras, porque pasaría demasiado tiempo hasta el nuevo encuentro. Quizás a finales de año, quizá nunca..

No hubo despedidas al bajar, sabía lo poco que habíamos dicho y eso daba pena, amaría haberme quedado ahí, pero te converso con mi mente, te hablo, pero lo malo es que la respuesta nunca llega. Te digo con mi mente que te quiero, que me casaría contigo, pero los momentos juntos se transformaron en instantes ya pasaron los tiempos de largas y eternas conversaciones; ahora sólo queda esperar.

La niña se baja del auto pensando en todo lo que pudo haber dicho, cierra la puerta tratando de no mirar como todo se pierde.

La película acaba con el maldito paréntesis, las cosas vuelven a ser.

La señora del kiosco siempre estuvo ahí vendiendo los dulces al público expectante y nada de lo que dijo o se pensó pasó.

 PAMELA FALCÓN

penpen.gif (412 bytes)