Leo Leo
por Marcia Moreno
alumna de 4º año de periodismo
fotos 'Revista de Libros' El Mercurio 10 abril 1999

WB01409_1.gif (599 bytes) CARGADO, y sin AZÚCAR
TOMANDO UN CAFÉ CON BORGES

 

· En un conocido café de Buenos Aires, el escritor Jorge Luís Borges se refiere a Argentina, su familia y sus obras.

El cielo está nublado y parece que va a llover de un momento a otro. En el café de la esquina hay poca gente, dispersa por el salón. degustan bebidas, cafés, tortas y un sin fín de otras exquisiteces que los mozos llevan a todos los mesas.

A un costado, por la ventana, se divisa todo Buenos Aires que a las siete de la tarde es un mar de gente; enormes edificios impiden observar el cielo contaminado que invade la ciudad; dentro del salón el ambiente es cálido, la música suave y el melodioso murmullo de los comensales inunda el aire

borges2.JPG (18487 bytes)De pronto aparece. Su andar lento y pasos dubitativos no le permiten caminar solo- Quien lo acompaña debe ayudarle a llegar a la mesa. Un ademán de negación lo ubica lejos de la ventana: sus ojos ya no ven nada, está ciego.

Jorge Luis Borges y su acompañante piden un café, luego comentan trivialidades hasta que su pedido está sobre la mesa. Parece que con la estimulante bebida se rompiera el mundo banal y comenzara una conversación intima, de dos amigos que se conocen de toda la vida.

Lentamente, el suave bullicio de los pocos presentes comienza a desvanecerse. Parece que todos quieren escuchar a este argentino famoso por sus poemas y cuentos vanguardistas que le consagraron como una de las figuras de la literatura latinoamericana.

Los recuerdos que evoca su mente no son comparables con los de cualquier mortal. Lo ha vivido todo, o casi todo; Diversos temas salen a la luz: habla y opina; su interlocutor lo escucha atentamente sin interrumpirlo dos intensas horas.

A veces se cansa, pero nadie habla, sólo él. Todos quieren escucharlo, el silencio embarga el ambiente y hasta los mozos se detienen para sentir la magia que lo llena todo.

Díficil es escuchar todo lo que dice; su voz no es completamente clara , se ha ido desvaneciendo al igual que su visión: lo único que permite escucharlo es el silencio penetrante de la sala.

Su acompañante parece tener muchas preguntas: pero en el momento en que el escritor comienza a hablar, sus inquietudes se congelan hasta que éste pronuncia su última palabra.

De todas maneras son sus últimas palabras, Borges está consciente de ello, y es por eso que trata de darle a su discurso una diversidad temática que le permita explicar, casi por última vez, todos sus controversiales pensamientos.

 Continúa