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Especialista afirma que modelo individualista reduce oportunidades de aprender mejor

Una serie de datos empíricos sobre las bases cerebrales de la motivación para el aprendizaje entregó el académico de la Universidad La Laguna (ULL), de Islas Canarias, Hipólito Marrero, en el marco de un nuevo seminario internacional programado por el Grupo de Investigación en Neurociencia Cognitiva y Educación.

El experto en Psicología e integrante del Instituto Universitario de Neurociencia llegó a la UdeC invitado por la Directora del Grupo, Dra. Mabel Urrutia, quien se especializó en la ULL.

El Dr. Marrero explicó la importancia de la investigación en neurociencia en educación, planteando que “cualquier proceso de aprendizaje o propuesta teórica debiera ser validada con estudios del cerebro, porque la premisa es que el aprendizaje no está en lo que escribe un teórico sobre lo que éste debe ser, sino que está instalado en el cerebro”.

“Nos es que el cerebro nos diga cómo tenemos que educar, pero si nos preguntamos cómo debe ser la educación tendrá que ser de acuerdo a como funciona el cerebro. Hay que conocer los procesos cognitivos, los procesos motivacionales y cómo están instalados en él”, aclaró.

El especialista comentó que ha habido avances sustantivos en los estudios sobre aprendizaje en relación al proceso cognitivo, “pero los procesos motivacionales no han recibido mucha atención”.

Dentro de los varios ejemplos que abordó, el investigador habló de la motivación en relación a las relaciones interpersonales y la cooperación. Sobre el último punto, afirmó que las investigaciones evidencian que “el cerebro está especialmente preparado para la colaboración: rendimos y aprendemos más en grupo que cuando lo hacemos individualmente”.

Pero “nuestro modelo de aprendizaje individualista nos ha quitado oportunidades que la naturaleza nos ha dado para aprender mejor”, agregó.

Eso, indicó, invita a potenciar el aprendizaje cooperativo, pero hay que considerar ciertos matices, porque las observaciones del cerebro muestran diferencias cuando dos personas trabajan juntas, según la combinación.

“Cuando es chico/chico o chica/chica sucede que, a poco de iniciar la tarea, se sincronizan las ondas y funcionan como un cerebro; cuando es chico-chica no. Pero, además, las zonas que se sincronizan son distintas: en las chicas (juntas) es lo social y en los chicos es más de planificación de la tarea”.

El experto está convencido de la necesidad de que los profesores tengan formación en neurociencia y educación, pero siempre sobre bases empíricas. “Este es un campo prometedor, cuyo límite está aún por definir, porque las posibilidades que tiene el estudio del cerebro con las técnicas actuales son enormes. Y, como dicen, el cerebro es más complejo que el universo”.

Más de 300 personas confirmadas (profesores del sistema en su mayoría) tuvo la actividad que, al igual que seminarios anteriores, apuntó a mostrar con antecedentes científicos la relación neurociencia y educación.

“No esperábamos este interés para esta época del año. Sabemos que esta iniciativa es importante, porque ya existe una trayectoria. Los profesores están más conscientes de que es necesario conocer de neurociencia para trabajar en su área”, señaló la Dra. Urrutia.

A eso contribuye también el diploma en Neurociencia aplicada a la educación que hace cuatro años imparte la Facultad de Educación, bajo la dirección de la académica, y que tendrá una nueva versión a partir de junio de este año.