RESUMEN
La
necesidad de renovación o innovación curricular reside en la pretensión
actual de formar
un médico general que, dotado de sólida base científica, diagnostique y
trate las patologías prevalentes,
realice
promoción, prevención y rehabilitación,
se
eduque
continuamente, proceda ética y humanísticamente y responda a las necesidades
sociales de salud.
Este trabajo
aporta reflexiones sobre la decisión por un formato curricular, su
planificación, implementación y evaluación. Así, destaca, entre otras: la
esencia biológica de la Medicina unida a equilibradas facetas psico-socio-antropológicas;
la exigible superación cuantitativa y cualitativa en resultados respecto de
lo preexistente; la relevancia de detallar las competencias discentes para
su ponderación al egreso y la disponibilidad de suficientes recursos
humanos, físicos y financieros así como de educadores médicos idóneos para
las distintas etapas del proceso.
Finalmente, sugiere rescatar lo mejor de lo viejo y lo más
prometedor de lo nuevo evitando caer en aventuras antes que en cambios
curriculares.
Palabras clave:
Medicina,
Currículo,
Transformación.
THINKING ABOUT CURRICULAR TRANSFORMATION IN MEDICINE
ABSTRACT
Medical curricular
innovation currently points to a generalist physician who, harnessed by
scientific basis, may diagnose and treat prevalent pathologies, perform
health promotion, prevention and rehabilitation, carry out a continual
education, proceed in an ethical and humanistic way, and give response to
health social needs.
This paper rescues
some thoughts on the decision for a curricular format, its planning,
implementation and evaluation. Consequently, it highlights the biological
essence of Medicine joined to definite psycho-social-anthropological
aspects; the quantitative and qualitative surmounting of prior outcomes; the
relevance of comprehensive undergraduate competences for its accurate and
opportune evaluation; the availability of physical, financial and human
resources and of capable medical educators for supervising the entire
process.
Finally, rescuing
the very best of the previous curriculum and adding the more promising
features of recent advances not only allow a genuine curricular
transformation but avoid the risk of falling in a curricular gamble.
Key Words:
Medicine, Curriculum, Transformation.
CONSIDERACIONES PREVIAS
Europa debate
actualmente el grado médico en el marco del Proceso de Bolonia1-3,
a la par que surgen
propuestas de un currículo médico de tres años4.
A su vez, Argentina trata, por un lado
y en la medida de lo posible, de ajustarse a lo que acontece más allá de sus
fronteras y, por otro, de cumplir la Ley de Educación Superior que establece
que Medicina es una de las carreras correspondientes a profesiones reguladas
por el Estado, cuyo ejercicio pudiera comprometer el
interés público, poniendo en riesgo de modo directo la salud, la seguridad y
los bienes de los habitantes5.
Así, el
común de
nuestras
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escuelas médicas, 10 de gestión pública y 16 privadas,
perfilan al
egresado como un profesional altamente competente para desempeñarse como
médico general, capacitado para diagnosticar y tratar las patologías
prevalentes, realizar actividades de promoción, prevención y rehabilitación,
todas ellas sustentadas en una sólida base científica, entrenados en
educación continua, con un sentido humanístico y ético en el desempeño de
sus competencias y respondiendo a las necesidades de salud de la sociedad6.
Alcanzar ese
perfil ha creado la necesidad de reevaluar, modificar o reemplazar los
currículos de buena parte de tales escuelas lo que ha conducido a la
coexistencia
de
distintos formatos curriculares, renovados e innovados, y a cierta premura
por implementarlos. Ello ha conllevado, a veces, inconvenientes salvables de
haberse tomado en cuenta el contexto en el que se desenvolverían así como
determinados requisitos en su decisión, planificación, ejecución y
evaluación, ligados primordialmente al sentido común.
En tal marco
referencial, presentamos algunas reflexiones en torno a los por
qué,
para qué, quiénes, cómo, con quiénes y cuándo de los cambios curriculares
médicos, todas ellas nacidas de lecturas, de trabajos en comisiones
homónimas, de publicaciones previas al efecto7-9 y,
fundamentalmente, de la experiencia curricular iniciada en nuestra Facultad
en 2002, aún en curso a pesar de sus diversos obstáculos. A partir de ello,
derivamos un conjunto de aportaciones para quienes se hallen incursos en
tales transformaciones, intentando despuntar antes que agotar un tema que,
controvertido y largamente debatido en la literatura especializada,
continúa siendo de rigurosa actualidad para nuestro país y aún para otros en
situaciones de cambio.
LA DECISIÓN POR
UN FORMATO CURRICULAR
Excediendo las
excelentes apreciaciones habidas al respecto, valoramos modesta, y quizás
demasiado asépticamente en lo filosófico-ideológico, que un cambio
curricular real es aquel que se hace, en determinado lugar y tiempo, para
beneficio del cursante como futuro médico, persiguiendo una verdadera
jerarquización institucional y un mejoramiento perceptible a futuro del bien
común social, previo análisis y detección de las falencias del plan vigente.
Por ello y de manera ineludible, sus resultados deben ser demostrados, del
modo más objetivo posible, como cuantitativa, cualitativa y
significativamente mejores que los ya habidos con otro/s formato/s.
Dado que al o a
la profesional de la Medicina le corresponde antes que nada diagnosticar y
descartar lo orgánico, ésta no deja de ser una disciplina
esencialmente biológica. Sin embargo, resulta innegable la
necesidad de incorporarle, en proporciones armónicas, determinadas
facetas
sociales,
psicológicas y antropológicas, según requerimientos debidamente ponderados
con antelación y racionalmente adquiridos en el decurso curricular. Más aún,
sus competencias finales deben respetar y actuar en sintonía con las de
otras disciplinas vinculadas con su área de desenvolvimiento: la Salud
(entre ellas, Humanidades y Arte e Historia de la Medicina). En suma, la
Medicina debiera concebirse, a la vez, como ciencia, arte y tecnología.
Más aún, un
cambio curricular, muy distinto a un mero cambio de plan de estudios, puede
o no conllevar un cambio paradigmático. En uno u otro caso, una decisión de
tal magnitud requeriría, como mínimo, considerar:
El
porqué. Éste requiere recopilar toda la información válida,
confiable y diacrónica sobre la necesidad de superar lo existente, sea
porque sus deficiencias superan a sus bondades y/o sea porque resulta
anacrónico en muchos aspectos con los avances científicos, tecnológicos,
culturales, educativos y sociales de la actualidad, entre las razones
salientes.
El para
qué, aunque posee aspectos coincidentes con los por
qué, puede
excederlo, si a los responsables máximos del cambio los guía, como ya
aconteciera en Argentina, un anhelo egoísta, travestido de altruismo,
antes que un deseo racional, real y desinteresado de beneficio general.
Quiénes.
Más allá de la amplia participación democrática
de los cuerpos del claustro y de la comunidad en la que se
inserte, serán los responsables de orientar,
coordinar, planificar y evaluar su proceso y producto final. A nuestro
entender, tales profesionales responsables debieran:
Discernir
inteligentemente entre modas pasajeras y formatos eficientes.
Percibir el
grado de adaptabilidad a las circunstancias nacionales, regionales y
locales del modelo a seleccionar.
Hallarse
formados sistemáticamente en educación médica, evitando ceñirse a la
sola experiencia vivencial.
Estar
bibliográficamente actualizados y cognoscitivamente sustentados en
sólidas evidencias provenientes de publicaciones nacionales e
internacionales de significación.
Disponer de
información sobre las patologías prevalentes en las distintas etapas de
la vida así como de la importancia de la promoción de la salud y la
prevención de la enfermedad.
No estar
enrolados en posiciones fundamentalistas nada científicas y estar
provistos de sentido común, apertura mental y flexibilidad operativa.
Manifestar
amplio criterio acerca de las sensatas proporciones y armónicas
relaciones que corresponde tengan lo biológico, lo psicológico, lo
sociológico, lo antropológico, lo histórico y lo humanístico y artístico
dentro de un currículo médico.
Saber cuándo
resulta imprescindible una asesoría externa y a quién o a quiénes
recurrir.
El cómo
exige, por su parte, decidir entre una implementación tipo choque
(shock) y sin punto de retorno, u otra, de cuño progresivo, que yendo
desde lo factible hacia lo deseable, posea evaluaciones y ajustes
periódicos, y albergue posibilidades siempre abiertas de retroceso, sin
que ello signifique regresar al sitio de partida que se pretendió
superar. Al respecto, no resulta cosa menor con quiénes
contamos para tal emprendimiento; esto es, cantidad y calidad de
docentes y no docentes. En tal sentido, corresponde ponderar la atinada
conveniencia de las renovaciones progresivas por sobre la pretensión, a
veces narcisista, de establecer hitos históricos cuestionables con
riesgo cierto de perjudicar al alumnado y a la sociedad cuya salud
dependerá de los futuros egresados.
El
cuándo, a su vez, demanda una adecuación cronológica (timing)
que sólo un acabado sentido de la realidad provee. Al igual
que el punto anterior requiere una exhaustiva evaluación de los
recursos humanos, físicos y financieros y de la realidad de la
institución en relación a la cantidad y calidad de los alumnos. Además,
resulta pertinente no copiar modelos que pueden ser exitosos en
contextos muy diferentes e imposibles de aplicar a otras
realidades.
PLANIFICACIÓN,
IMPLEMENTACIÓN Y EVALUACIÓN DE UN FORMATO CURRICULAR
Por lo general,
el sistema de atención médica (SAM) vigente es el determinante del sistema
de educación médica (SEM); vale decir, formamos médicos para que se inserten
en un determinado sistema sanitario.
Partiendo de esa
premisa, puede que se produzcan profesionales que se adapten al ejercicio
profesional en boga, deseen transformarlo o aparenten hacerlo aunque
en realidad lo vigoricen. Tales opciones difieren si se trata de
sistemas que brindan cobertura universal y equitativa, en cuyo caso vale la
primera opción, o si se habla de aquellos que, heterogéneos en esencia,
consolidan diferencias en la atención médica y conducen, por ende, a las
opciones restantes.
Ello se hallará
reflejado en el perfil del profesional a formar y en las competencias
(conocimientos, actitudes, hábitos, valores y habilidades cognoscitivas,
motrices y comunicacionales) de las que aquel deberá estar dotado.
Cabe señalar aquí
que, salvada la relación antedicha SAM-SEM, la edificación curricular del
grado médico comienza por las competencias a tener al egreso y finaliza en
los prerrequisitos para el ingreso, donde los cimientos o inclusores previos
de Ausubel alcanzan notoria significación10.
Quizás convenga
reseñar, también, antes de avanzar en estas reflexiones y siguiendo a
Florencio Escardó, que el buen profesional se estructura sobre una buena
persona desde que, en caso contrario, sólo podrá alcanzar la meta de ser
apenas un “buen técnico”11. En consecuencia, el grado de
humanización que puede aportar un buen currículo médico dependerá de los
niveles humanitarios tenidos al ingresar, ya que en ello entran a jugar
factores ambientales como familia, escuela, grupos de pertenencia, etc.
Enunciemos,
ahora, algunas facetas clave de una planificación minuciosa sin que ello
suponga orden de prelación ni su agotamiento en modo alguno.
El control de
calidad al egreso, determinante de la habilitación académica y
profesional, puede hacerse a través de instrumentos de evaluación
objetivos de conocimientos y de competencias (OSCE, mini-CEX, etc.)12.
Luego, será tiempo de inserción en el postgrado (maestrías, doctorados
académicos o profesionales, carreras de especialización), de educación
continua, de re-acreditaciones periódicas, etc.
La
supervisión durante el cursado requerirá de evaluaciones formativas y
sumativas que den cuenta, de la manera más objetiva posible, de los
avances paulatinos y consistentes en la adquisición de las competencias
a ser acreditadas al momento de egresar. En sintonía con ello, George
Miller (1964) apostilla que una buena evaluación es más importante que
un cambio curricular13.
El control de
ingreso dependerá de la cantidad y calidad de los postulantes, de la
existencia o no de colegiaturas previas (colleges) y del tipo de
selección instrumentada en la que los intereses de la sociedad deben
privar por sobre los de índole grupal e individual y en las que debe
darse satisfacción a los exigibles prerrequisitos ya aludidos. Vale
reseñar en este ítem la creciente pauperización, en nuestro medio, de
los conocimientos generales y del
lenguaje oral, escrito y gráfico detectado en los ingresantes, como
barrera a superar7.
Las
adquisiciones de competencias deben: (a) ocurrir en complejidad y
responsabilidad crecientes; (b) acaecer en el momento oportuno evitando
atosigamientos de cualquier naturaleza; (c) provenir de una variedad de
experiencias que provean la base teórica necesaria
(encuentros teóricos, instancias prácticas, simulaciones,
problemas y toma de decisiones bajo determinado grado de incertidumbre
(remedando el diagnóstico clínico, entre otros)), (d) hacer vislumbrar al
discente la utilidad de las mismas proveyendo retroalimentaciones14
soslayar los “artículos de fe” y las aseveraciones de que determinado
contenido servirá algún día sin especificar cuándo.
La
consideración en los ingresantes de: (a) los choques culturales que
sobrellevan quienes al trasladarse desde localidades más pequeñas deben,
además de asistir a la Universidad y estudiar, atender a su
subsistencia, (b) los choques académicos que todos enfrentan dado el
distinto nivel de exigencia entre el nivel precedente y el
universitario; (c) los desfases y degradación de los conceptos que
ocurren entre docentes, adultos y expertos, y alumnos, adolescentes e
inexpertos15.
El empleo
racional e inteligente (sensato, maduro, progresivo, científico) de las
teorías de aprendizaje antes que el aferramiento a fundamentalismos
inconducentes.
El uso en
idéntico sentido de las TICs como complemento didáctico y no como
recurso exclusivo.
La
importancia de contar con docentes profesionales paradigmáticos como
referentes presentes y futuros, cuya cultura estimule la culturalización
de sus alumnos. Recordemos a Don José de Letamendi y su aforismo: “el
médico que sólo de Medicina sabe, ni de Medicina sabe”16
y, además, que no basta con haber recorrido el camino para guiar,
orientar y supervisar, sino que hay que saber hacerlo.
La base ética
de cualquier transformación curricular, a veces olvidada, y que toma a
los alumnos como conejillos de Indias de aventuras curriculares
irresponsables.
La relevancia
de un buen desarrollo disciplinar a ser proyectado con posterioridad
hacia lo multi e interdisciplinar.
La
trascendencia del entrenamiento a lo largo de todo el currículo de las
relaciones conceptuales y judicativas, de los
razonamientos deductivo, inductivo y analógico y de los pensamientos
concreto, abstracto, crítico y paralelo. Ello abogará en favor de las
interacciones horizontales y verticales intra e interdisciplinares,
intraciclos e interciclos (básico-clínico)17.
La
recuperación de competencias ya acreditadas para afrontar nuevos
desafíos tampoco resulta cosa menor y debe insistirse en su necesidad y
trascendencia.
El dominio
paulatino de las competencias requiere de comprobación objetiva a cargo
de personal homogéneo, válido y confiable.
La ocupación
de los egresados, ya que
para un diseño curricular
resulta
fundamental
adecuarse a la realidad que ellos enfrentarán así como la determinación
de las competencias que deberán haber adquirido para su ejercicio
profesional y para su formación continua18.
Tomado en cuenta
lo referido, que apunta a la retención académica, debiéramos concientizarnos de que:
el alumno
activo que pretendemos no se genera de un día para otro si fue
adiestrado por años en la pasividad;
los
profesionales puestos a docentes no devendrán docentes profesionales por
arte de magia;
el paciente es el verdadero problema a resolver por lo que basar todo un
currículo médico pura y exclusivamente en problemas (simulados, primero,
y reales, después) no coadyuva a la variedad de experiencias antes
aludida;
enfatizar el currículo en el alumno para sacarlo del centrado en el
docente es olvidar el verdadero eje para un médico: el paciente6.
CONSIDERACIONES FINALES
El ejercicio profesional de la Medicina puede comprometer el interés
público, poniendo en riesgo de modo directo la salud, la seguridad y los
bienes de los habitantes, por lo cual, transformar un currículo es obra de
orfebres, no de improvisados; constituye una verdadera filigrana donde,
vistas las exigencias, lo más aconsejable sería, a nuestro entender,
rescatar lo mejor de lo viejo largamente probado y lo más
prometedor de lo nuevo de reciente implementación, evitando –como se dijera-
que verdaderas aventuras curriculares sean presentadas como transformaciones
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Artículo recibido el 18/01/10, Aceptado el 20/04/10.
Dirección
del autor para envío de correspondencia:
Dr.
Norberto David Bassan S.
1.
Médico.
Profesor Titular
de la Cátedra de Histología, Citología y Embriología. Facultad de Medicina.
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