DIEZ CONSEJOS PARA PROMOVER EL APRENDIZAJE AUTÓNOMO Y EL COMPROMISO
EFECTIVO AL ENSEÑAR CONTENIDOS COMPLEJOS
Autor:
Margaret MacDougall.
Journal of applied quantitative methods 2008; 3 (3): 223 – 240
Revisor
: Cristhian
Pérez V.
Dpto. Educación Médica, Facultad de Medicina, Universidad de
Concepción.
A continuación se presenta una revisión del artículo de Margaret
MacDougall del año 2008 titulado, Ten tips for promoting autonomous
learning and effective engagement in the teaching of statistics to
undergraduate medical students envolved in short-term research projects
(Diez consejos para promover el aprendizaje autónomo y el compromiso
efectivo al enseñar estadísticas para estudiantes de pregrado de
medicina involucrados en proyectos de investigación breves). En este
artículo la autora sistematiza su experiencia docente entregando
asesoría estadística a alumnos de medicina y las innovaciones que ha
desarrollado en este tiempo, identificando diez consejos para,
simultáneamente, enseñar este complejo contenido y fomentar el
compromiso y autonomía en el estudiante.
Sin embargo, el propósito de la presente revisión es más general que el
del artículo original, ya que se orienta a levantar los principios
pedagógicos que, desde los consejos planteados por la autora, parecen
transferibles a toda práctica pedagógica que persiga objetivos
similares.
MacDougall
conceptualiza
el aprendizaje independiente como la capacidad
de filtrar el conocimiento socialmente construido a partir de un sistema
conceptual personal que promueva el desarrollo posterior de distinciones
e insights, también personales. De esta forma, se caracteriza por
la personalización del aprendizaje, la capacidad de autodirección y la
menor dependencia de la aprobación del educador, lo cual, a juicio de la
autora, facilita en lugar de obstaculizar la capacidad para participar
de forma constructiva y colaborativa en ambientes de trabajo.
La autora destaca que si bien esta dimensión del aprendizaje es
experimentada sólo por el aprendiz, puede ser accesible a los otros a
través de las interacciones con los pares y con los educadores.
El aprendizaje autónomo estaría relacionado también con el compromiso
efectivo en el proceso de aprender. Y aunque la autora reconoce que el
concepto mismo de compromiso está abierto a la interpretación, lo
describe como una calidad de participación en la experiencia del
aprendizaje que es transformativa, que le da la capacidad al aprendiz
para reconstruir lo que él ya sabe o cree en un nuevo sistema de
creencias, conceptualizaciones, valores y formas de razonamiento que
evidencian una forma más madura de desarrollo cognitivo y que brinda un
mayor sentido de autenticidad al aprendizaje, dándole la libertad al
aprendiz para ver su propia perspectiva como válida y embarcarse en una
jornada de aprendizaje donde las perspectivas deben cambiar siempre,
inevitablemente.
En el caso de la enseñanza de la estadística en medicina, que es el caso
específico tratado por el artículo, la complejidad de los contenidos y
la gran cantidad de publicaciones reputadas que presentan críticas de
los estadísticos al análisis de datos que se lleva a cabo en la
literatura médica, hacen difícil imaginar que un alumno pueda
convertirse en un aprendiz autónomo en el área. Sin embargo, MacDougall
sostiene que la estadística es una herramienta indispensable ya sea que
el alumno de medicina se plantee seguir la carrera de investigador o que
la necesite para distinguir entre la buena y la mala evidencia
científica en su práctica clínica cotidiana. Esto hace que el
desarrollar aprendices autónomos en el área no sólo sea imaginable sino
deseable para lograr aprendizajes duraderos que, además, impacten a
largo plazo en la calidad de las investigaciones médicas y sus
interpretaciones estadísticas.
A continuación, se presentan los diez consejos de la autora y los
fundamentos que ella les otorga, analizando sus implicancias para la
enseñanza de contenidos complejos en general y no sólo de la
estadística, como era el objetivo original del artículo. Con este mismo
propósito, la redacción original de los consejos ha sido modificada para
facilitar una aplicación más amplia de los mismos:
Consejo 1: Encarar las inhibiciones y la necesidad de energía
para aprender de los alumnos que enfrentan contenidos complejos.
MacDougall sostiene que, independiente de la asignatura, para un
aprendizaje transformador es necesario contactarse consigo mismo. Para
lograr un ambiente de aprendizaje adecuado, el docente debe aceptar
cálidamente al alumno, proveer respeto incondicional y empatizar con
los sentimientos de miedo, desaliento y expectación que involucra
aproximarse a nuevos contenidos. De esta forma, es necesario que el
docente comunique que está bien, lo que incluso es normal, encontrar una
materia difícil, sobre todo en casos en que los alumnos tienen problemas
con un tipo específico de contenidos (como es el caso de las
matemáticas) o cuando, por su buen historial académico, les cuesta
afrontar que hay materias que tardarán más tiempo en comprender.
Ante este escenario la autora recomienda enfrentar directamente estas
barreras afectivas, incluyendo en las evaluaciones diagnósticas de los
cursos preguntas sobre los niveles de confianza, motivación y agrado que
los alumnos traen, ya que la expresión de estos elementos facilitarían
la discusión de este tema y aumentarían la comodidad del alumno para
involucrarse con contenidos de alta complejidad, como la estadística.
Lo anterior implica poner el tema sobre la mesa, pero para que el
docente pueda trabajarlo adecuadamente MacDougall propone tres
estrategias: En primer lugar, enfatizar en el carácter progresivo del
aprendizaje, que puede ser ilustrado con los informes de los alumnos
anteriores del curso, que den cuenta de este proceso escalonado. En
segundo lugar, plantear metas realistas que permitan al alumno centrarse
en lo que ha logrado en lugar de lo que le falta. Y por último, el
docente – en el caso tratado en el artículo, un estadístico – debe estar
alerta al riesgo de convertirse en una unidad de emergencia permanente,
que impide que el alumno desarrolle aprendizaje profundo y la capacidad
a largo plazo de aprender estadística.
De este consejo emerge justamente la necesidad de que el docente se haga
cargo del clima socioafectivo de su sala de clases. En términos del
contenido, ya sean estos básicos o complejos, debe considerar que las
expectativas de los alumnos y sus reacciones emocionales son una parte
del contexto en el que el debe trabajar y, si desea tener éxito, tanto
logrando aprendizajes como fomentando la autonomía del alumno, debe
conocerlo, recogiendo evidencia sistemática y analizándola
participativamente con el alumno, entregándole el mensaje de que su
vivencia será considerada en el proceso pero que él es co-responsable
del mismo.
Consejo 2: Validar la capacidad de los estudiantes para aprender.
Para la autora, usar los conocimientos y aprendizajes que los alumnos
traen es interpretado como un “signo de respeto” que hace tomar
conciencia al alumno de su capacidad para mejorar su propio aprendizaje.
Con este fin, propone incluir en el cuestionario antes mencionado,
algunas preguntas que indaguen sobre la percepción que el estudiante
tiene de sus habilidades frente al contenido, que en el caso de la
estadística serían su capacidad para calcular o elegir entre distintas
medidas de tendencia central y dispersión. Las respuestas que entregue
deberían conducir a una discusión con el docente que permitiera al
estudiante identificar conocimientos que ya tiene (probablemente de la
educación secundaria), lo que no niega que es muy probable que se
requiera complementar dicho conocimiento.
Un elemento que ayudaría en este contexto, sería mostrarles
a los alumnos
que aquellos conocimientos que ellos traen son útiles para su ejercicio
profesional, como por ejemplo, para describir una muestra, lo que
permite que él entienda la contribución que puede hacer la estadística a
su propio proyecto.
La autora también propone mostrarles videos en que estudiantes de años
anteriores describan sus transiciones clave, sus preconcepciones erradas
y sus logros en su aprendizaje personal. Si bien en nuestro contexto
esto sería más costoso de realizar, por el tiempo y demás recursos
necesarios para recoger la información y luego presentarla a los cursos
nuevos, sería posible reemplazarla por alternativas más sencillas como
cuestionarios de preguntas abiertas a los alumnos,
que permitan luego su sistematización en viñetas que ilustren a las
nuevas generaciones
de qué forma
estudiantes como ellos tuvieron éxito.
Por último, en el artículo se destaca que también ayuda mostrarle al
estudiante cómo la estadística permite evaluar de manera rigurosa
hipótesis teóricamente bien documentadas, apoyándolas o rechazándolas.
Sobre todo en este punto, ellos pueden verse a sí mismos involucrados en
el proceso de construcción de conocimiento y de aporte a la ciencia, en
un escenario de incertidumbre en que las presunciones de teóricos más
experimentados dejan de ser sacrosantas y la prueba de hipótesis – a
través de la estadística – puede abrir la puerta a revisiones teóricas.
En este sentido, lo que la autora propone es mostrar la utilidad de la
estadística como una herramienta que deja a los alumnos en iguales
condiciones a otros constructores de conocimiento más reputados,
pudiendo (y debiendo) cuestionar lo que ya se sabe, en un contexto en
que el conocimiento científico es por definición cuestionable y la fe
ciega es peligrosa.
Consejo 3: Contrarrestar las barreras psicológicas creadas por
las tareas complejas utilizando tutoriales detallados.
En este consejo, MacDougall se detiene en un momento específico del
análisis de datos: la preparación de bases de datos, para abordar el
tema más amplio que implica la elaboración de tutoriales.
Para facilitar esta compleja tarea, la autora desarrolló un tutorial
detallado, que incluye una amplia variedad de anomalías o errores
comunes en las bases de datos que ella ha identificado a través de sus
años de experiencia docente, eligiendo aquellos que tienen mayor impacto
en el procesamiento futuro de datos. Adicionalmente, el tutorial expone
ejemplos de bases de datos que demuestran las distintas etapas en el
proceso de elaboración de bases de datos y se les insta a que ellos
inicien su propio trabajo. De acuerdo a MacDougall, las ventajas de
este tipo de tutoriales en la promoción de la autonomía del estudiante
tienen que ver con que hace menos repetitivo el apoyo individualizado
que debe desarrollar el docente, derriba la creencia de que contenidos
como éstos y su aplicación son tareas descomunales, ya que la desagrega
en tareas menores, y por último, insta al estudiante a utilizar material
de apoyo antes de pedir la ayuda directa al profesor. Quizás en este
último punto, sería recomendable acompañar tutoriales de este tipo con
referencias de apoyo que permitan que el alumno se abra a un abanico
mayor de fuentes de información, y no se vuelva dependiente a ayudas
manualizadas que siguen proviniendo del profesor.
Otro elemento destacable es como el tutorial de MacDougall pone énfasis
en aquellos errores que tienen mayor impacto en el proceso completo de
procesamiento de datos, lo que implica significar el error, no
simplemente identificándolo sino dándole sentido y relevancia. Se
aprende a partir del error, pero el aprendizaje es sobre todo
significativo cuando no se entiende como el mero incumplimiento de una
regla preestablecida sino como la generación de un escollo que pesará
más adelante.
Consejo 4: Asegurarse de que los estudiantes mantienen el dominio
de su propio aprendizaje.
Tal como lo menciona MacDougall, es usual, sobre todo en estadística,
que los alumnos se acerquen al analista para que éste desarrolle el
análisis, lo que sintetiza en la afirmación: “Aquí están mis datos,
¿cómo los analizo?”. Este tipo de preguntas muestra la forma en que el
estudiante asume que ese contenido, como puede ser cualquier otro, se
encuentra fuera de sus dominios. Y ante esta pregunta parece más rápido
y sencillo entregarle rápidamente la respuesta.
Sin embargo, si se quiere promover autonomía, se debe evitar la
tentación y devolver la responsabilidad al alumno. La autora para esto
utiliza un formulario que los alumnos deben completar antes de reunirse
por primera vez con ella, y en la que se le pide especificar en qué
necesita apoyo, exigiéndole prever lo que espera conseguir de la primera
reunión. Adicionalmente, se le pide un resumen especificando los
objetivos e hipótesis de su proyecto.
Para la autora, esto permite al profesor anticiparle al alumno que tipo
de información requerirá antes de la reunión o incluso identificar si el
proyecto está todavía planteado de manera inadecuada y no está en
condiciones de permitir una discusión significativa. Esto busca promover
que el estudiante prepare una agenda de temas y prioridades para la
primera reunión, lo que permite la realización de una primera sesión más
productiva.
Lo que hace la autora, de forma inteligente y explícita, es devolverle
el control al alumno sobre su propio proceso, volviéndolo responsable de
su propio aprendizaje y además de definir – y elegir - con anticipación
qué es específicamente lo que espera obtener de sus encuentros con el
profesor. Lo que se entrega de esta forma, es un mensaje directo de que
el profesor estará disponible, pero quien debe prepararse adecuadamente
para sacarle provecho es el alumno.
Ahora, alumnos como los nuestros, acostumbrados a obtener respuestas pre-elaboradas
que puedan copiar y pegar en sus informes, pueden enfrentar una gran
incertidumbre y ansiedad ante este nuevo escenario. Sin embargo, el
formulario que propone MacDougall y las primeras retroalimentaciones,
entregan un esquema al alumno que modela el tipo
de
reflexión que requerirá para preparar sus reuniones con el profesor.
Consejo 5: Aplicar instrumentos validados para evaluar la
preparación del estudiante para el aprendizaje autodirigido y el
compromiso efectivo.
Los estudiantes varían en sus niveles de autonomía y percepciones de
autoeficacia, lo que demanda al profesor poseer versatilidad, no en
términos de los conocimientos que transmite, sino de la práctica
pedagógica que realiza para guiar exitosamente al alumno hacia un mayor
compromiso y autodirección en el proceso de aprendizaje.
Para que el docente sepa qué dirección seguir con los alumnos, la autora
recomienda utilizar instrumentos validados que le permitan conocer
oportunamente a sus alumnos en cuanto a su capacidad para aprender de
forma autónoma y comprometida. Específicamente, propone utilizar el
Self-directed learning readiness scale (SDLRS) de Guglielmino (1977)
y la Escala General de Autoeficacia de Schwarzer y Jerusalem (1995),
para medir la predisposición del alumno hacia un aprendizaje
autodirigido, en el primer caso, y como una forma de predecir la
capacidad de involucrarse, en el segundo. De ambos instrumentos destaca
como su principal cualidad que se trata de instrumentos cuya validez de
constructo ha sido estudiada en múltiples contextos y son ampliamente
utilizados en la actualidad.
Al respecto, parece adecuada la propuesta de la autora de utilizar
instrumentos con propiedades psicométricas probadas para evaluar a los
alumnos en estas dos variables, toda vez que el aprendizaje
independiente y el compromiso son conceptualizaciones más lejanas a las
representaciones de los estudiantes que, por ejemplo, las reacciones
afectivas o las habilidades autoatribuidas que se mencionaron en los
consejos 1 y 2, que por su naturaleza podrían recogerse directamente.
No obstante, en el caso particular de la segunda variable es necesario
detenerse, pues la autora no logra explicar de manera suficiente cómo la
autoeficacia permite predecir el compromiso del alumno, siendo que – tal
y como ella misma lo define en su artículo – el primer constructo tiene
que ver con las capacidades que el sujeto se atribuye para organizar y
realizar una acción y no con su nivel de participación e involucramiento
afectivo con el aprendizaje. Si bien es esperable que ambos constructos
estén relacionados, y que – por ejemplo – un sujeto que se atribuye una
baja autoeficacia en un área se vea interferido para involucrarse en una
tarea, las particularidades principalmente actitudinales del compromiso,
refieren a un factor motivacional mucho más complejo y multicausado. En
este sentido, cabría mejor pensar instrumentos que midan directamente
Involucramiento en el aprendizaje, como es el caso de la Encuesta de
Engagement Académico de
Schaufeli & Bakker, en lugar de evaluarlo directamente a
partir de otras variables cuyo nexo unívoco es cuestionable.
Consejo 6: Cuando existen restricciones de tiempo considerables,
asegúrese de que la dependencia no es una necesidad para lograr
eficiencia.
Ante este punto, la autora destaca cómo las limitaciones de tiempo
pueden llevar a promover una mayor dependencia del estudiante, cuando se
valora – o urge – una resolución rápida de problemas. Ante esto,
nuevamente sugiere utilizar material de apoyo detallado (específicamente
e-learning) que les ayude a los alumnos inexpertos a identificar
dónde pueden encontrar la información relevante. Sin embargo, ella misma
alerta sobre las consecuencias negativas que puede tener un material
excesivamente detallado, al convertirse en un “espectáculo formidable” y
abrumador para el aprendiz inexperto, haciendo que lo perciba más como
un obstáculo que como una oportunidad para involucrarse en aprendizajes
más profundos.
Pese a lo anterior, si este tipo de material cumple su propósito, el
profesor puede realizar asistencia al alumno siempre y cuando este
último reconozca su propio rol en la construcción de conocimiento.
La autora posteriormente describe un material de apoyo en línea que ha
desarrollado en conjunto con técnicos de su universidad, el cual a
través de índices en línea permite al alumno responder sus preguntas
ingresando palabras claves en un buscador o texto libre que complemente
el listado de palabras ya indexadas, a fin de que sienta la búsqueda
como un proceso de co-construcción entre docentes y alumnos. Este
sistema de índices también indica cuando la búsqueda falla, instando al
alumno a ser más específico y registrando los errores en una ficha
personalizada que puede ser revisada por el estudiante y el docente.
Lo anterior muestra el énfasis que la autora da a la necesidad de
utilizar los recursos que hoy entrega la tecnología para facilitar y
estimular el aprendizaje de los alumnos. Esto pues, además de introducir
al proceso de aprendizaje un contexto que le es más familiar a las
nuevas generaciones de aprendices, permite un mayor nivel de
interactividad, de participación y de retroalimentación, que incluso
puede suceder de forma instantánea en el proceso de búsqueda del alumno
sin requerir la participación permanente del docente. Sacar al docente
de su rol como el único supervisor del proceso abre al alumno a la
posibilidad de evaluar y buscar activamente nuevas fuentes de
retroalimentación.
Consejo 7: Ser sensible a la idea de que la autonomía es un
proceso que puede seguir una secuencia de etapas.
La autora inicia el séptimo consejo destacando un problema frecuente en
las asesorías estadísticas: la falta de conciencia que los alumnos
suelen tener de la dificultad y la carga de trabajo asociada al análisis
y las desmesuradas expectativas que los supervisores tienen sobre lo que
el alumno debería lograr. Para ejemplificar, destaca que es común que
los supervisores pidan a los alumnos análisis multivariados, cuando
éstos
no tienen ni el tiempo ni los conocimientos para llevarlos a cabo de
manera adecuada.
En este sentido, la autora destaca la necesidad de que el docente genere
un programa progresivo para los alumnos, identificando las metas de
aprendizaje significativo que
éstos
deben lograr necesariamente para involucrarse en tareas más complejas.
Específicamente, en el caso de la estadística, la autora señala que el
proceso debería concluir desarrollando en el alumno la capacidad de
atribuir significados a los datos, identificando aquello que se puede y
no se puede inferir de ellos.
Lo que menciona la autora no es menor, cuando solicitamos a los alumnos
tareas excesivamente complejas sin tener en cuenta las etapas que debe
recorrer previamente, en cuál se encuentra y cuál puede alcanzar durante
un curso específico, suele tener como necesaria consecuencia que se
“quite” al alumno del proceso y “se ponga” al docente como protagonista,
al valorar más la calidad del producto esperado que el aprendizaje que
el estudiante debiese lograr de él.
Un segundo punto que destaca la autora, es el rol principal que juega la
carencia de conocimientos previos en lo que el alumno puede alcanzar de
forma realista. Esta carencia impide que el alumno identifique sus
propias opciones de acción y su nivel determina el tipo concreto de
participación que el estudiante puede alcanzar en el proceso. Esto hace
necesario que el docente sea conciente del tipo de alumno que tiene en
frente para definir el tipo de enseñanza que debe desarrollar para él.
Al respecto, se refiere específicamente al modelo de Grow (1991) que
identifica cuatro tipos de estudiante que se caracterizan por
capacidades cada vez mayores de aprendizaje independiente, y que son los
alumnos dependiente, interesado, involucrado y autodirigido. Como
contraparte, se identifican cuatro tipos de enseñanza que son los
adecuados para cada uno de estos alumnos y que – a la inversa - se
caracterizan por niveles decrecientes de control en su aprendizaje: la
autoridad o coach; el motivador o guía; el facilitador, y el
consultor o delegador.
En este sentido, si un docente asume poco control del proceso en niveles
de alta dependencia de los alumnos, esto puede terminar disminuyendo sus
posibilidades de aprendizaje en lugar de favorecerlas. Por otro lado,
MacDougall también destaca el rol de ciertas características culturales
que hacen que algunos grupos estén menos inclinados que otros a
cuestionar la objetividad de las creencias y las prácticas compartidas
por la comunidad y tengan una menor tendencia también a reconocer su rol
y autoría en la construcción de conocimiento.
En ambos casos, tanto por diferencias individuales como culturales, la
autora sostiene que es responsabilidad del docente adaptar su estilo al
nivel del alumno, lo que implica – nuevamente – diagnosticarlos
oportunamente utilizando herramientas rigurosas e idealmente validadas.
Lo anterior se sustenta en dos premisas paradojales: por un lado, la
meta de la educación debe ser la generación de aprendices permanentes y
autodirigidos, y por otro lado, este proceso es influido poderosamente por
el profesor.
Consejo 8: Asegúrese que los contenidos están completamente
integrados en lugar de estar ensamblados como módulos adicionales que
sólo aparentan relevancia.
Lo anterior, porque los aprendizajes tienen mayor probabilidad de ser
mantenidos en el tiempo si son situados como parte de las experiencias
de los estudiantes y no dentro de una dicotomía aprendizaje / vida
cotidiana. Esto hace que sea fundamental presentar los contenidos
explícitamente conectados con la forma en que los estudiantes podrían
utilizarlos en el futuro dentro de sus profesiones. Para facilitar esta
continuidad la autora cita preguntas propuestas por Boyer (1990) que
buscan conectar los contenidos con la práctica profesional: “¿Cómo
[puede este conocimiento] ayudar a individuos e instituciones?” “¿Cómo
se puede aplicar este conocimiento de manera responsable a los problemas
que aparecen?”.
La búsqueda de aplicar los aprendizajes no sólo influiría en la
retención sino en la calidad de la experiencia de aprendizaje, por lo
que se debe evitar ver los contenidos – en el caso del artículo, la
estadística – como entidades separadas, ya que según MacDougall, incluso
los estudiantes intrínsecamente interesados pueden sentirse alienados
cuando el proceso se orienta a los productos.
Consejo 9: Asegúrese que la integración de los aprendizajes
también se aplica a las evaluaciones.
Siguiendo la línea del consejo anterior, la autora manifiesta que, a fin
de promover una aproximación profunda hacia el aprendizaje, es necesario
prevenir una lógica de aprendizaje dirigida únicamente a optimizar los
resultados en los exámenes o evaluaciones sumativas, que lleva a
“modelos [de estudio] eficientes” donde los cuerpos de aprendizaje son
desagregados para preparar las evaluaciones y las partes que no serán
evaluadas simplemente se desechan. Caer en este tipo de tentaciones es
especialmente posible en carreras estructuralmente competitivas como
medicina, donde los estudiantes – tanto británicos como chilenos - saben
que sus resultados académicos rivalizan con los de sus pares por el
acceso a programas y centros clínicos.
Al respecto, la autora subraya que es necesario convertir la evaluación
en un medio esencial para mantener involucrados a los estudiantes con
las estadísticas, utilizando mediciones que apunten hacia niveles
avanzados de aprendizaje en los cuales las partes deban entenderse en
relación con el todo y en donde se refuerce el vínculo
aprendizaje-realidad. Asimismo, este tipo de evaluaciones debería
entregar retroalimentación inmediata y explícita al estudiante para que
éste logre sistemáticamente una mayor comprensión de los contenidos.
Lo anterior, si bien no es nuevo en la literatura, es importante de
destacar. Si como docentes nos comprometemos a fomentar un aprendizaje
profundo y contextualizado, los dispositivos que utilicemos para evaluar
los logros de los alumnos deben ir en un mismo sentido. Por otro lado,
la evaluación siempre entrega un mensaje importante al alumno: aquello
que se evalúa es aquello que se valora y se debiese aprender. De esta
forma, si en un contexto en el que se cumplen todos los consejos antes
descritos se utilizan pruebas con preguntas superficiales que requieren
sólo de memorización mecánica, lo que se le indica al alumno es que
llevar a cabo exitosamente todo el proceso anterior es irrelevante para
la institución. Por otra parte, una evaluación superficial y memorística
es inconsistente con lo que efectivamente se requerirá del estudiante
durante su ejercicio profesional, y será inútil tanto para discriminar y
retroalimentar su desempeño durante el curso.
Un detalle que MacDougall destaca al respecto es que, si bien es posible
utilizar herramientas informáticas para este tipo de evaluaciones, es
necesario depurar los instrumentos que se apliquen de cualquier barrera
de acceso tecnológica que atente contra la validez de los procesos de
evaluación. De esta forma, debemos asegurarnos de que lo que el alumno
está evidenciando es su comprensión de los contenidos y no su manejo de
las plataformas de respuesta utilizadas.
Consejo 10: Engendrar pensamiento crítico y sentido de
incertidumbre al presentar estadísticos en la literatura médica.
Como parte de la formación médica, a decir de la autora, los estudiantes
terminan aprendiendo que no pueden creer en todo lo que leen, gracias a
que la adquisición de conocimientos en la carrera les permite
identificar errores conceptuales, aplicaciones equivocadas de técnicas
y, sobre todo, dar un peso tentativo a las interpretaciones que aparecen
en las publicaciones médicas.
A fin de lograr una aproximación profunda al aprendizaje, la autora
aconseja realizar actividades en que el alumno revise la literatura
científica analizando la evidencia asociada a las conclusiones,
examinando la lógica y los argumentos cautelosa y críticamente y
evaluando el peso que una conclusión mal lograda puede tener al
considerarla como guía del cuidado de un paciente real.
En el caso específico tratado en el artículo, de la formación en
estadística para alumnos de medicina, la autora sostiene que el educador
debería además fomentar la autocrítica, de forma que los alumnos
constaten la importancia de contar con asesoría estadística
especializada en momentos tempranos de sus proyectos, cuando la
complejidad de los análisis serán mayores a los que su propia
experiencia les permite.
De esta forma, lo que se espera desarrollar es un pensamiento crítico no
sólo hacia la bibliografía (lo que la comunidad científica ya sabe) sino
ante las capacidades personales que el alumno tiene para poder
aproximarse a ella y utilizarla adecuadamente para desarrollar una
tarea. Así, logramos que el alumno desarrolle independencia en su
proceso de aprendizaje, no como un sujeto que jamás recurre a los
tutores, sino como un sujeto que es capaz de evaluarse asimismo y
determinar tempranamente cuándo requerirá apoyo.
Discusión del artículo
El artículo se sustenta en dos premisas que parecen centrales en los
procesos formativos de la actualidad pero que son claves especialmente
en educación superior.
En primer lugar, la formación de los estudiantes implica más que la mera
transmisión de conocimientos. Si realmente se quiere preparar a los
alumnos para el mundo en que deberán desempeñarse profesionalmente, es
necesario desarrollar en ellos las capacidades de aprender continua y
autónomamente y de comprometerse con alcanzar niveles más profundos y
significativos de aprendizaje.
En segundo lugar, si bien el objetivo es entregar el control del proceso
a los alumnos, el profesor debe evaluar y planificar la forma en que
esto se producirá, por tanto la formación de aprendices autónomos
requiere de un actuar sistemático y estratégico del docente y es una de
sus responsabilidades como tal.
En la forma de asumir esta responsabilidad, destacan tres procesos
claves que son transversales a los diez consejos planteados por
MacDougall. El primero, tiene que ver con una apuesta por el aprendizaje
profundo, significativo y contextualizado; de esta forma, la asignatura
no es un fin en sí mismo sino que se convierte en una instancia de
entrenamiento para que el aprendiz desarrolle capacidades de adquisición
y construcción de conocimiento y en una vara exigente para que compare y
evalúe sus logros posteriores. En segundo lugar, en relación al
quehacer del docente, aparece la paradoja de necesitar una acuciosa
planificación de las actividades pedagógicas si es que se quiere
empoderar al alumno, y ante esto es necesario reflexionar constantemente
sobre los objetivos pedagógicos que persigue, los puntos críticos que la
propia experiencia docente ha revelado, las necesidades de los alumnos y
los recursos que se tienen
disponibles. Y en tercer lugar, la necesidad
de fundar la práctica docente en la recolección sistemática y rigurosa
de información: sobre las características de los alumnos actuales, sobre
los resultados de las actividades de enseñanza y evaluación y sobre las
características del propio quehacer del profesor; información que no
sólo debe ser accesible y analizada por el docente, sino en conjunto con
el alumno, a fin de lograr realmente proceso de aprendizaje en que
ambos participen y tomen decisiones.
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