ENSEÑANZA
DE LA BIOÉTICA Y PLANES DE ESTUDIOS BASADOS EN COMPETENCIAS
Autor:
Azucena
Couceiro V.
Educación
Médica 2008; 11(2): 69-76
Revisor
:
Alejandro Soto S.
Dpto. Educación Médica, Facultad de Medicina, Universidad de
Concepción
La
bioética, una nueva disciplina académica.
La
Bioética es una disciplina de muy reciente aparición. Y se origina en
EE.UU., con el antecedente de ser un país en que se aplica desde el
siglo XVIII el principio de libertad moral, extensiva a los ámbitos
político y religioso. El planteamiento básico es que todo individuo es
un agente moral autónomo, y debe ser respetado por quienes tengan una
posición moral distinta. Ninguna moral puede imponerse, y debe
construirse un consenso, mediante las reglas propias de un sistema
democrático, dando origen a una ética civil y social que debe ser
respetada por todos. La aplicación de estos supuestos a la relación
clínica genera la aparición de la Bioética.
Hay
tendencia a confundir la Bioética con la religión, la deontología
profesional o el derecho. La primera confusión nos conduciría a negar el
derecho a la libertad de conciencia, básico de la Modernidad. La segunda
implica asumir que el único tipo de valores a considerar en la relación
clínica son los que derivan de nuestra tradición profesional, plasmados
en los códigos deontológicos. Esta situación se ha podido mantener en
sociedades jerárquicas en que se privilegia una relación médico-paciente
paternalista.
Sociedad plural es aquélla en que se comparten mínimos morales, que se
pueden concretar en el respeto a los derechos humanos de primera,
segunda y tercera generación, es decir, los valores de libertad,
igualdad y fraternidad. La libertad de conciencia, o el derecho a la
asistencia sanitaria, son vinculantes en la relación clínica, y dan
origen a nuevos valores, como el de la autonomía del paciente o la
justicia distributiva aplicada a la asistencia sanitaria.
Actualmente, es inconcebible una relación clínica al margen de los
valores básicos dados por la ética cívica. La profesión debe ejercerse
en un entorno caracterizado por un individualismo extremo, con fácil
acceso a la información especializada, en condiciones sociales
inestables y creciente burocratización. Surge entonces un nuevo
concepto, el de profesionalismo, definido como el conjunto de principios
y compromisos para mejorar los resultados en salud del paciente y
maximizar su autonomía, creando relaciones caracterizadas por la
integridad, práctica ética, justicia social y trabajo en equipo.
Bioética y profesionalismo no son disciplinas superponibles: bioética es
un tipo de ética aplicada, que introduce en la medicina los valores
democráticos que fundamentan la vida civil de las sociedades
occidentales. El profesionalismo conduce a un replanteamiento del
contrato social entre la profesión médica y el Estado, frente a los
cambios de valores, institucionales y laborales que afectan la relación
clínica.
La
bioética es una nueva disciplina académica que ha sido, de entre todas
las humanidades médicas, la que más se ha desarrollado, y probablemente
la que exigen con gran urgencia los planes de estudios de medicina para
dotar a sus alumnos de las competencias que les permitan manejar los
conflictos de valores de una relación clínica auténticamente
democrática.
Enseñanza de la bioética en el marco de las competencias.
A
partir de los años setenta, los expertos empiezan a recomendar un nuevo
enfoque del aprendizaje que permita al alumno adquirir capacidad
reflexiva y evaluativa de las situaciones que tendrá que resolver en su
profesión. Esto se logra mucho mejor en un currículo basado en
competencias, y utilizando preferentemente la metodología educativa de
aprendizaje basado en problemas.
El
aprendizaje basado en problemas presenta claras ventajas sobre el método
tradicional cuando se miden competencias transversales, fundamentales
para el desarrollo de cualquier profesión.
Se
entiende por competencias el conjunto de conocimientos (conocer y
comprender), habilidades (saber cómo actuar) y actitudes humanas que
permiten una excelente práctica médica, adecuada al contexto social en
el que se desarrolla. Las competencias se pueden definir de modo amplio
(por ejemplo, comunicación efectiva) o concreto (por ejemplo, manejo del
paciente diabético no complicado), si bien estas últimas son más fáciles
de evaluar. Pero lo importante a la hora de definir una competencia es
que cumpla las siguientes características: relevancia en el entorno
profesional, transferibilidad al estudiante y posibilidad de ser
evaluada objetivamente.
La
enseñanza de la Bioética a los estudiantes de medicina no puede ser
ajena ni al paradigma educativo de las competencias, ni al desarrollo de
sus elementos. Así, el conjunto de conocimientos que constituyen el
cuerpo de la disciplina se puede enseñar mediante clases teóricas. El
análisis de un caso clínico permitirá al alumno aplicar críticamente la
teoría aprendida. Ambos niveles, conocimientos y habilidades, son
complementarios.
La
pregunta de si la enseñanza de la bioética puede o debe inducir cambios
de actitudes en los alumnos ha sido respondida negativamente por la
mayor parte de los autores. Se supone que las actitudes fundamentales ya
están formadas al entrar a la Universidad, y que existe el eventual
riesgo de adoctrinamiento o manipulación. Sin embargo, el proceso de
aprendizaje de conocimientos y habilidades puede desembocar en cambios
de actitudes y del carácter moral de las personas, proceso que no es
inducido sino consecuencia natural del propio proceso.
A
modo de ejemplo, si el alumno conoce la teoría del consentimiento
informado –origen, fundamento y elementos– y se ha formado en la
habilidad comunicativa de la entrevista clínica y la transmisión
correcta de la información, interiorizará una actitud de receptividad
ante este proceso. Sólo de esta manera, capacitado para responder a este
derecho del paciente, superará la ‘burocratización’ del proceso, que lo
reduce a la firma de un documento. Se obtiene así un cambio, ya que la
adquisición progresiva de competencias conduce a una mayor
responsabilidad. Y es que todo programa docente en Bioética acaba
girando en torno al concepto de profesional responsable y capacitado.
Una
docencia con esta orientación es el mejor antídoto frente a dos
extremos. Uno, el de adoctrinar, manipular o imponer; el otro, el de
reducir esta formación a una mera información. Educar las actitudes
mediante los conocimientos y las habilidades no sólo es posible, sino
que constituye la manera más correcta de orientar el aprendizaje de la
Bioética en personas adultas.
¿Cuáles son las competencias a conseguir en esta disciplina? Analizando
las propuestas aparecidas en España, se advierten dos graves problemas.
El primero es que son demasiado amplias, lo que las hace poco
transferibles al estudiante y de difícil evaluación. Debieran ser más
concretas, y dirigidas al ejercicio profesional de un médico general,
que es el producto de la escuela de medicina. En la formación del
especialista, se requerirá otro nivel de formación, adecuado a la
especialidad. El segundo problema se refiere a la mezcla de contenidos
de profesionalismo y bioética.
Como
propuesta, se plantean siete competencias que se estiman básicas en el
área de la Bioética:
-
Identificar los aspectos éticos de la relación clínica.
-
Realizar un proceso de consentimiento (o rechazo) válido con el
paciente.
-
Saber cómo proceder ante un rechazo de tratamiento.
-
Saber cómo proceder ante un paciente incompetente.
-
Saber utilizar racionalmente la tecnología médica.
-
Manejar los aspectos éticos de la enfermedad terminal.
-
Manejar de forma adecuada los datos de la historia clínica.
Desarrollo curricular.
El
origen del programa curricular en dos ciclos, básico y clínico, es
centenario, y sigue estando presente en la mayoría de las facultades de
Medicina. No ha sido fácil integrar ambos niveles, ni tampoco
desarrollar las competencias transversales, tales como comunicación y
aprendizaje a largo plazo.
Estos
dos niveles también rigen para la Bioética. En la etapa básica, se
entregarían herramientas elementales, tales como: en qué consiste, su
origen, su relación con la ética cívica, qué es un juicio moral, los
principios éticos de la relación clínica y su relación con los derechos
constitucionales de los agentes implicados en ella, y también los
procedimientos y metodología en ética. Debiera impartirse en 2º o 3er
año, idealmente en 3º, por la cercanía con la realidad clínica. En la
etapa clínica, los alumnos deben adquirir los conocimientos y
habilidades que les capaciten para resolver problemas específicos de la
praxis clínica habitual de un médico general, no de un especialista. No
tiene mucho sentido que cada asignatura tenga un agregado bioético. Más
bien debiera estructurarse en base a grandes paradigmas clínicos:
problemas éticos del origen de la vida, del final de la vida, y
problemas específicos y relevantes de algunas patologías, tales como el
SIDA o la enfermedad mental.
COMENTARIOS
La
enseñanza de la Bioética debiera seguir los mismos planteamientos que
las otras asignaturas. Definir competencias a desarrollar, hacerlo en
los dos niveles (preclínico y clínico) y dentro del marco del
aprendizaje por problemas, es la mejor manera de enseñar al futuro
profesional a tomar decisiones fundamentadas en el complejo mundo de los
valores.
|