RESUMEN BIBLIOGRAFICO
NUEVOS
MÉDICOS PARA UN NUEVO SIGLO
Los autores proponen que los currículos de las escuelas de medicina deben reestructurarse fundamentalmente de manera que incorporen hechos y habilidades dentro del contexto de la ética y los valores para formar médicos competentes y preocupados genuinamente por el sufrimiento de las personas. Es necesario, agregan, que los fundamentos positivistas de la educación médica deben adosarse a las estrategias para manejar la ambigüedad e incertidumbre, comunicación y empatía, y lo más importante, el “darse cuenta “. Para lograr tal equilibrio, los autores sugieren
realizar un cambio fundamental en la filosofía de la educación en
medicina en cinco aspectos generales: Convencimiento de la ética médica
como el fundamento de la medicina clínica,
reconocimiento del lugar primordial de los valores en la toma de
decisiones clínicas, desarrollar
el ethos del cuidado humano, selección de los estudiantes de medicina
con doble capacidad de habilidades cognitivas y empatía, incentivo y
apoyo de los académicos quienes transmiten el conocimiento de la
ciencia clínica adosada a los principios del cuidado humano. La manera en que los estudiantes son formados como médicos
expertos, empáticos y
sensibles al dolor de los demás, se ha discutido por muchas décadas,
pero nunca ha llegado a ser tan imperante como ahora, no solamente entre
los educadores sino entre el público general, quienes a menudo ven a
los médicos como no preocupados de los pacientes
e inaccesibles. Para lograr tales cambios,
los autores plantean acciones en diferentes áreas: A nivel del currículum,
parten de la premisa que las escuelas médicas tienen raíces
flexnerianas donde las ciencias naturales eran consideradas como el
paradigma del pensamiento clínico. Aún cuando las ciencias básicas
siguen siendo relevantes, no son suficientes para permitir las
habilidades necesarias para resolver problemas clínicos en una visión
del ser humano integral. De hecho, los pacientes demandan profesionales
que posean no sólo conocimiento sino que además comprendan a los
pacientes como individuos y que se les consideren sus preocupaciones más amplias. Es en esta relación valórica
donde radica la columna vertebral de la medicina, afirman los autores. En esta misma línea de análisis el artículo
sostiene que los currículos típicos de la medicina alopática han
permanecido estancados y que a pesar de algunos cambios, no se han
tratado los problemas fundamentales, habiendo centrado la mayor parte de
los esfuerzos a aspectos tales como la colaboración multidisciplinaria,
la medicina basada en la evidencia, el mejoramiento de la calidad, enseñanza
basada en sistemas. Las técnicas pedagógicas también han mejorado,
incluyendo cursos interdepartamentos, aprendizaje basado en problemas,
pacientes estandarizados y aumento del uso de pequeños grupos y lugares
ambulatorios de enseñanza. También se han hecho intentos para
incentivar el sistema de mentores y reforzar las habilidades de los
estudiantes en áreas de la comunicación, relaciones interpersonales,
profesionalismo y hábitos de aprendizaje permanente. A pesar de todas
éstas medidas y estos avances en el proceso actual de educación médica,
los autores sostienen que estas medidas y avances
no equilibran las competencias científicas con
los principios de la atención humanista. Para hacer esto se
requiere de tres aspectos educacionales que se sobreponen: contenido,
pensamiento, y valores. Contenido.
Durante el período de la formación de pregrado, el currículo de las
ciencias básicas ha compactado masivas cantidades de conocimiento en el
espacio existente, no sólo alterando el equilibrio hacia el
reduccionismo, sino también bloqueando otras asignaturas que han
logrado importancia en la práctica contemporánea como la sociología,
antropología, filosofía, ética, economía, leyes, y salud global. Pensamiento.
La Medicina es, por su propio carácter, holística en su orientación,
y el currículo debe reflejar esta realidad. Desafortunadamente, el
enfoque reduccionista ofrece pocas oportunidades para desarrollar estas
habilidades, cultivar la empatía o ayudar a los estudiantes a obtener
confort con las vicisitudes de sus propias emociones. Valores.
Los estudiantes deben ver sus pacientes como personas con su naturaleza
psicológica, social e histórica. Participar en este drama personal
requiere que ellos aprecien
las cualidades valóricas de la información clínica y de la decisiones
médicas. Junto con aplicar herramientas científicas y tecnológicas
los médicos deben ser capaces de actuar en el contexto de los elementos
sociales, espiritual y cognitivo que son inherentes a las experiencias
de enfermedad del paciente. Como
se mencionara anteriormente, los médicos del siglo 21 necesitan
utilizar la inteligencia dual. Por una parte, deben ser adecuadamente
formados en ciencias biomédicas y ser capaces de adoptar posiciones
positivistas; deben estar equipados con los hechos y habilidades que los
hacen competentes. Por otro lado, deben ser conocedores de las
necesidades de los pacientes y valores y ser capaces de realizar diálogo
y negociación efectivas. Para ello se requiere la habilidad de poner
los hechos científicos en el contexto de ambigüedad clínica,
comunicar conocimiento clínico con empatía y comprensión, y darse
cuenta de los propios valores y sesgos y el de los pacientes. El Instituto de Medicina, en un informe reciente sobre
Educación Médica, orienta el debate en esta misma dirección y va más
allá en su análisis al afirmar que lo que han hecho la mayoría de la
escuelas de medicina ha sido incrustar las ciencias sociales y de la
conducta en el currículo tradicional a través de cursos en temas como
antropología médica, sociología, médicos y sociedad, ética médica.
La propuesta, en cambio, debiera orientarse al modelo biopsicosocial de
enfermedad que introdujo George Engel en 1977. Este modelo ve la enfermedad
afectada por procesos emocionales, conductuales y sociales, exigiendo
una actuación médica humanista y no tan sólo biológica. Para alcanzar estos propósitos
los autores plantean una reforma con cinco etapas: 1.
Establecimiento de la
ética médica como el pilar de medicina clínica.
La educación médica debe comenzar adoptando los principios de
la ética, la teoría moral que da a estos principios significado, y la
aplicación de estas teorías a los encuentros clínicos. El centro
legal y regulatorio de la mayoría de los cursos de ética debe
trascender a través de un compromiso y comprensión de lo que
constituye la medicina ética. 2.
Reconocimiento del lugar primordial de los valores en la toma
de decisiones clínicas.
Los estudiantes deben adquirir apreciación comprensiva de la
gama de valores que sustentan sus pacientes, sus colegas y ellos mismos,
y ello deben comprender cómo los valores están embebidos en la toma de
decisiones clínicas A pesar de que la medicina basada en la evidencia y
el análisis de decisiones son herramientas importantes para enfrentar
esferas concretas del conocimiento, son los juicios valóricos y la
incertidumbre lo que condiciona las decisiones clínicas. 3.
Cultivo de la naturaleza moral del cuidado humano.
A pesar de que la mayoría de los estudiantes son naturalmente
empáticos, el currículo
actual no cultiva estas tendencias. Los estudiantes necesitan
oportunidades para discutir, participar en role
playing y simular
como modelos las características
que exhibirán como profesionales. 4.
Selección de los estudiantes de medicina con capacidades
duales de sólidas habilidades cognitivas y empatía.
En la medida que el currículum de medicina sea ampliado para
crear un mejor equilibrio entre conceptos morales y científicos, las
políticas de admisión deberán equilibrar la aptitud cuantitativa y la
habilidad de participar en dimensiones sociales y morales de la atención
en salud . 5. Motivación y apoyo de los académicos quienes pueden transmitir el conocimiento de la ciencia médica adosada a principios del cuidado humano.
Finalmente, a pesar de que la ciencia cuantitativa forma la base
de la medicina clínica, la educación médica debe también incluir las
áreas cualitativas de los valores y la ética. Es aquí donde los
educadores necesitan un cambio profundo,
considerando que los docentes siguen siendo modelos de
aprendizaje, a pesar de las nuevas tecnologías de la información
aplicadas a los procesos de
enseñanza CONCLUSIONES El presente trabajo pone de relieve el desafío que debieran enfrentar
las escuelas de medicina para trasformar la educación médica desde su
positivismo presente a un futuro que sea gobernado por la interacción
del conocimiento científico, los valores y la ética. Enfrentar
este desafío requiere una reorientación de los elementos de la
educación médica y una redefinición de la identidad profesional que
se busca instaurar. Los autores enfatizan la idea de que sólo esta
transformación es la que creará médicos que comprendan el aspecto
multidimensional de la enfermedad y posean las facultades cognitivas y
morales que la medicina clínica requiere. Dada la inercia curricular
que tradicionalmente ha caracterizado a la educación médica, se prevé
este propósito como difícil de alcanzar, dificultad que no anula su
importancia. Sin duda, es a través de tales cambios que los educadores
médicos pueden propender el desarrollo de médicos con una gama de
atributos que este nuevo siglo exige. Finalmente, este artículo constituye una instancia más
de reflexión para los educadores médicos, exigiendo de ellos
acometer cambios sustantivos y de fondo, centrados en el alumno y en la
dimensión holística de la persona humana.
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