Aromos
y cerezos, ríos y lagunas, dolores y reconstrucciones. Que no
se diga que (no) amamos las nubes de Concepción.
Concepción, emergencia, crisis y anhelo de toda urbe
latinoamericana que, como otras, tiene un alma bella y sórdida,
entusiasta y apática, intransigente y liberal (Daniel Belmar) y
que fue parte del ideal de ciudad del siglo XX: una ciudad cuyo
deseo es ser homogénea, con parques, escuelas, hospitales,
bibliotecas, museos, centros comerciales, clubes deportivos y
sociales, teatros,
orquestas... La Universidad de Concepción surgió y creció
con estas ideas y estuvo de inmediato presente en todo y en cada
lugar. Hoy la sociedad ha estallado en escenarios y la
idea clásica que presupone una escena única y nacional, una única
forma , una plaza, un centro, con ella. La globalización y
desterritorialización de las culturas, la idea de una comunidad
atenida a un territorio, a una lengua y a ciertas tradiciones
parece así amenazada e insuficiente,
incluso decimonó´nica.
Entonces, pensamos
y miramos a
Concepción. Recordamos un relato de Jorge Luis Borges: Nos
preguntamos cómo recorrer estas nuevas formas, cómo en este
camino conseguir un arma ,un útil, una herramienta, que nos
permita avanzar sin perder los bienes alcanzados y superar los
cataclismos vividos. Estas son las historias :
“Cuatro
son las historias. Una, la más antigua, es la de una fuerte ciudad
que cercan y defienden hombres valientes. Los defensores saben
que la ciudad será entregada al hierro y al fuego y que su
batalla es inútil; el más famoso de los agresores Aquiles,
sabe que su destino es morir antes de la victoria. Los
siglos fueron agrandando elementos de magia. Se
dijo que Helena de Troya, por la cual los ejércitos murieron,
era una hermosa nube, una sombra; se dijo que el gran
caballo hueco en el que se ocultaron los griegos era también
una apariencia. Homero
no habrá sido el primer poeta que refirió la fábula; alguien,
en el siglo catorce dejó esta línea que anda por mi memoria:
The borgh britened and Brenda to brondes and askes. Dante Gabriel Rosseti imaginaría que la suerte
de Troya quedó sellada en aquel instante en que
Paris arde en amor de Helena; Yeats elegirá el instante
en que se confunden Leda y el cisne que era un dios.
Otra,
que se vincula a la primera, es la de un regreso. El de Ulises,
que, al cabo de diez años de errar por mares peligrosos y de
demorarse en islas de encantamiento, vuelve a su Itaca; el de las divinidades del Norte que, una ves
destruida la tierra, la ven surgir del mar, verde y lúcida,
hallan perdidas en el césped las piezas del ajedrez con que
antes jugaron.
La
tercera historia es la de una busca. Podemos ver en ella una
variación de la forma anterior.
Jasón y el Vellocino; los treinta pájaros del persa,
que cruzan montañas y mares y ven la cara de su Dios, el
Simurg, que es cada uno de ellos y todos.
En el pasado toda empresa era venturosa.
Alguien robaba, al fin, las prohibidas manzanas de oro;
alguien al fin, merecía la conquista del Grial.
Ahora, la busca está condenada al fracaso.
El capitán Ahab da con la ballena y la ballena los
deshace; los héroes de james o de Kafka sólo pueden esperar la
derrota, Somos tan
pobres de valor y de que ya el happy-ending no es otra cosa que
un halago industrial. No
podemos creer en el cielo, pero sí en el infierno.
La
última historia es la del sacrificio de un dios. Atiis, en
Frigia se mutila y mata; Odín sacrificado a Odín.
El Mismo a Sí Mismo, pende del árbol nueve noches
enteras y es herido de lanza; Cristo es crucificado por los
romanos.
Cuatro
son las historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas,
transformadas.”
En
esta escuela de Verano queremos narrar transformada, la primera
de estas historias que, como Borges nos dice, está
vinculada a la segunda y que, decimos nosotros, no es
ajena a la tercera
;
la última, la dejamos a los héroes de todos los días y
ya será contada. Para esto convocamos a todos: Profesores,
alumnos, científicos, artistas, críticos;
a naturales y extranjeros; a puros, dicen que los hay,
y mestizos..
.
Los invitamos a construir la ciudad, la ciudad que soñamos
y que nos sueña.
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